Méliès y la magia

Opinión

Méliès no sólo representa la historia del cine, sino también la historia de la magia, la historia de los sueños. La exposición Georges Méliès la magia del cine, en el Espacio Cultural CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife, no es otra cosa sino un recorrido por el mundo de lo fantástico. A través de sus salas descubrimos al hombre de teatro que era, sus filias y fobias, y su lucha continua por fascinar a su público. Cuenta la historia de un hombre enamorado del movimiento de la imagen. Un soñador empedernido que fue capaz de visualizar el invento de los hermanos Lumière, el cinematógrafo, como algo más que una herramienta para la ciencia.

Pero para llegar a ser el hombre orquesta de la cinematografía que fue, primero tuvo que sobrevenir una serie de obstáculos. El primero de todos ellos fue su padre, quien se negaba a que consagrara su vida al arte; después, la obtención del cinematógrafo y la búsqueda del espacio apropiado para poder realizar sus producciones; más adelante, la consecución de nuevos efectos en sus películas como las sobre impresiones, sustituciones de elementos deteniendo la cámara o trampantojos sin los cuales hoy no podríamos entender el séptimo arte.

La muestra refleja cómo, cual personaje de Laura Gallego García, el padre del cine afirmó para sus adentros: “Mi destino es la magia. Si para ello he de seguir solo… muy bien. Que así sea. No necesito a nadie más. A nadie en absoluto”. Sobrevino así cada uno de ellos, cada cual de forma más astuta e ingeniosa, hasta tropezarse con algo mucho mayor que su determinación y pasión por el arte, la falta de solvencia económica.

«Poco a poco el público se fue acostumbrando al tipo de película que el cineasta francés realizaba, ya no sorprendía»


Poco a poco el público se fue acostumbrando al tipo de película que el cineasta francés realizaba, ya no sorprendía. A lo que se sumaba la competencia de otras productoras, que en muchos casos copiaban prácticamente su estilo y en otros hacían nuevas versiones de las películas del gran maestro. Todo esto llevó a Meliés a decidir dejar el mundo del cine y destruir sus más de quinientas obras.

Tener que renegar de su don fue probablemente lo más duro en la vida de Méliès. Aunque más de diez años después, gracias a un periodista que le reconoció en su nuevo trabajo como juguetero, se supo que el maestro del cine no había muerto. Así logró reencontrarse con su pasión y hacer que el mundo reconociera aquella magia que poseía: la magia del cine.

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