El escritor estadounidense Jack London. Foto: PULL

‘La llamada de lo salvaje’

Literatura

Todos los clásicos de aventuras despiden una fragancia comparable a la de un vino exquisito que no necesita pasar por una lengua experta para certificar su calidad. Es más, cuando pasa por una que meramente se dedique a beber por el azar de probar cualquier bebida alcohólica que se le presente, gozará de una manera que solo es equiparable a encontrar un billete de cien pavos en una calle estrecha dónde te decidiste a parar para amarrarte los cordones. Esa alegría de hallar algo inesperado que parecía colocado ahí como si fuese uno de esos pocos regalos que nos da la vida en compensación a las bromas pesadas que nos gasta.

La llamada de lo salvaje del escritor estadounidense Jack London es una novela que nos cuenta la dura vida de Buck, un perro cruce de San Bernardo y Scotch Callie que es raptado de su hogar en el Valle de Santa Clara y vendido como perro trineo en Alaska. Los sucesos son narrados en una tercera persona que se siente casi como una primera, pues se centran en mayor medida en los pensamientos, sensaciones y reflexiones del protagonista. Esta revela su verdadera naturaleza en escenas que agradecen la intervención descriptiva desde una perspectiva humana que nos permite entender el entorno y los perfiles que en él se mueven.

Los lazos de sangre refuerzan a la especie


La división de la trama en siete intensos capítulos es una elección acertada y que cierra cada etapa de la vida del animal de forma satisfactoria. En ellos, siempre nos encontraremos con una secuencia bien marcada de in crescendo que nos llevará del disfrute de los momentos tranquilos a la emoción del peligro y la aventura, por más cruda y violenta que esta sea. Al fin y al cabo, este texto analiza ese instinto salvaje que corre en el interior de la criatura domesticada y que necesita volver a los orígenes para florecer de nuevo.

«Existe en la naturaleza una paciencia (tenaz, incansable, constante como la vida misma), que mantiene inmóvil durante horas a la araña en su tela, a la serpiente enroscada, a la pantera al acecho. Esa paciencia es propia de los seres cuyo sustento lo constituyen otros seres vivos; y Buck demostró tenerla al no despegarse del costado de la manada, retrasando su marcha, irritando a los machos jóvenes, preocupando a las hembras por sus crías y enloqueciendo de impotente furia al alce herido».

El texto está escrito con una sencillez que brilla por su originalidad en la construcción de frases. Jack London plasma en sus descripciones imágenes que son reforzadas con un estilo que prefiere la concisión a la floritura, dotando de este modo a la acción de un carácter reflexivo y profundo que nos permite conectar con ella y sentir que crecemos junto a Buck. La clave es que ha sabido llevar con el ritmo necesario cada momento de la obra y construir una personalidad plausible.

Sin duda, el tratamiento de la relación que tiene el perro con los humanos, en la que pasa por diferentes etapas que le harán conocer lo peor y mejor de nuestra especie, es un factor importante que le da a la historia un espejo en el que podremos vernos reflejado. Esto sumado al instinto salvaje que llamará con insistencia a Buck y que muestra la belleza irresistible del peligroso mundo que nos rodea.

«Una llamada resonaba en lo profundo del bosque y, cada vez que la oía, misteriosa, emotiva y atrayente, se sentía empujado a volver la espalda al fuego y a la tierra hollada a su alrededor para sumergirse en la espesura y seguir adelante, sin saber hacia dónde ni por qué, ni preguntárselo siquiera, tan imperativa era la llamada de las profundidades del bosque».

Un libro de extensión corta que no debes perderte si eres fan del género de aventuras. Ve a tu biblioteca o librería más cercana y sumérgete en una obra que, al igual que su protagonista, sacará a luz ese espíritu indómito que guardas en tu ser y que llama, sin que te hayas percatado antes, a una libertad que no tiene cabida en el mundo real.

"Yo quiero escribir sobre el placer de dar una puñalada en una noche de lluvia, la locura del alcohol en la sangre y el miedo dulce que me reconforta”. Felix Francisco Casanova de Ayala

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