Se nos inculca el miedo a equivocarnos. Foto: PULL

La culpa de no llegar a ser

Opinión

Vivimos en un mundo que nos dicta quiénes debemos ser, qué debemos hacer y cómo debemos lucir. Desde nuestra infancia nos encontramos con un guion preestablecido: estudiar, conseguir un trabajo exitoso, formar una familia, comprar una casa, alcanzar metas que ni siquiera entendemos del todo… Nos sumergimos en una carrera que nunca decidimos correr y perseguimos una versión idealizada del ser humano que alguien decidió crear. Pero, ¿qué sucede cuando no alcanzamos esa meta?, ¿qué pasa cuando, a pesar de nuestros esfuerzos, sentimos que no llegamos a ser?

La culpa. Esa pesada carga emocional que nos recuerda constantemente que no cumplimos con las expectativas, que no somos lo suficientemente inteligentes, que hemos fallado. La culpa no surge de la nada. Es una construcción social. Es el resultado de las presiones externas que internalizamos como nuestras. La sociedad nos bombardea con mensajes que glorifican el éxito material, la perfección física, la productividad incansable. Nos enseñan que valemos tanto como lo que conseguimos, y si no logramos lo suficiente, entonces valemos poco o nada.

Pero la vida no es una lista de cosas pendientes ni una escalera que escalar. Es un tejido complejo de experiencias, emociones y elecciones. La idea de que debemos cumplir con un estándar único e inmutable es, en el mejor de los casos, absurda y, en el peor, cruel. Nadie habla de las diferencias individuales, de los caminos alternativos, de los fracasos como parte del aprendizaje. En cambio, se nos inculca el miedo a equivocarnos, a no encajar, a no ser lo que se espera.

El impacto de esta presión es devastador. Nos paraliza, nos llena de inseguridades y, a menudo, nos conduce a compararnos constantemente con el resto. Vivimos en una época en la que las redes sociales amplifican esta dinámica. Vemos las vidas perfectas de otras personas y sentimos que las nuestras palidecen en comparación. Pero esas vidas que idealizamos son una fachada, un fragmento cuidadosamente seleccionado. Nadie muestra las luchas, los días oscuros, los momentos de duda. Y, sin embargo, juzgamos nuestras existencias completas contra estos fragmentos editados.

«Ser humano significa ser imperfecto y elegir nuestro propio camino»

Es hora de replantearnos todo esto. No estamos obligados a ser lo que la sociedad dicta. No tenemos que alcanzar todas las metas impuestas ni compararnos con estándares irreales. Ser humano significa ser imperfecto, cometer errores, tener días buenos y malos, y, sobre todo, elegir nuestro propio camino. La culpa de no llegar a ser no es nuestra; es de un sistema que nos aliena de nuestra esencia, que nos desconecta de lo que realmente importa.

La verdadera tragedia no es no llegar a ser lo que el resto espera, es no llegar a ser lo que realmente somos. Dejemos de correr tras metas impuestas y empecemos a escucharnos. Porque en el momento en que nos aceptamos, tal y como somos, dejamos de cargar con la culpa y empezamos a entender que si podemos llegar a ser, sin culpa por no serlo todavía. Liberarnos de esta culpa no es fácil. Requiere desaprender lo que nos han enseñado y construir una nueva narrativa. Significa redefinir el éxito según nuestras propias prioridades, celebrar nuestras victorias personales y aceptar nuestras limitaciones. Significa abrazar la idea de que somos suficientes tal como somos, sin importar cuán lejos estemos de ese ideal ilusorio.

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