Kike Pérez y David Sainz presentaron su nuevo podcast Lo Massimo este domingo, 16 de octubre, en el Aula Magna de Guajara. El evento apadrinado por UvedeVida comenzó con Sainz portando un folio con el origen detallado del nombre del podcast, aunque nada más lejos de la realidad: «Esto se llama Lo Massimo porque una vez dijimos: Chacho, tenemos que hacer un podcast distinto… ¡Qué sea lo massimo!».
Este formato nació con la intención de hablar de distintas cosas que son lo máximo para ambos. Pérez abrió el fuego con la canariedad. «Mi máximo es comerme un sancocho en la playa», a lo que Sainz añadió: «Para mí es comerme un bocadillo de chorizo de Teror con un Clipper de fresa, sentado en un Binter con Los Sabandeños y Los Gofiones en un featuring de Somos costeros». El conejero aprovechó ese gancho para confesar un secreto: «Los Sabandeños y Los Gofiones son las mismas personas. ¡Y encima se llevan doble subvención!».
Para equilibrar la balanza con los mínimos, divagaron sobre el papel de la Península en sus carreras. Kike Pérez, «más gamberro» que en otras ocasiones, lanzó un órdago tras asegurar que las personas residentes en la Península son «mis clientes y los domino». A colación de ello, Sainz narró la experiencia de ser canario y de enfrentarse constantemente a tópicos sobre el cuadrado del mapa o vivir en la playa.
Tras mencionar iconos de la cultura popular canaria, Pérez hizo hincapié en La Médium Justiciera, a quien catalogó de «nuestra Esperanza Gracia, pero vestida de Carnaval». Entre dimes y diretes sobre la hora menos y cómo afecta para ver Los Simpsons o personas que tratan de crear un vídeo viral artificial, apareció en escena la hija de David Sainz, algo que se repetiría a lo largo de la función en un rebozo de desparpajo. A raíz de ello, Pérez quiso indagar en el carácter apático de su compañero. «Es la típica persona que dice yo soy así y te lo tienes que comer. Por lo menos quita esa cara de culo», bromeó.
La irrupción de la primogénita del grancanario dio paso a la reflexión sobre las canciones infantiles y alguna que otra letra perturbante. Sainz tomó la iniciativa y leyó unos acordes de una melodía sobre Pinocho y «el tráfico de órganos» al contar cómo ponerle un corazón al muñeco de madera. Mientras tanto, su colega conejero quiso aprovechar la coyuntura literaria del Festival Soplo de Letras para afirmar que «leer está sobrevalorado» y confesó que la última obra que tuvo entre sus manos fue Inteligencia Emocional. «Lo leí para decir que no me hacía falta», ironizó.
En un arrebato culto «que nace con el Kike Pérez más flaco», el cómico lanzaroteño abrió el melón «que no es baladí» del método educativo Montessori y de la superioridad moral que madres y padres sienten al apuntar a sus hijos e hijas en los centros que lo disponen. Sin embargo, lanzó un reconocimiento a la educación pública por la asignatura de Educación Emocional y Creativa, donde se trabajan los sentimientos y la gestión del mundo interior catalogando las emociones por colores.
Los massimos musicales
De vuelta a la idea de Lo Massimo, tras muchas incursiones fallidas al tema, mencionaron el boom de Quevedo y cómo la escena musical canaria está a la cabeza de la vanguardia mundial. Aunque concluyeron que, pese al auge exponencial de este último año, aún no es millonario. «Su madre una vez lo mandó a comprar chóped y ahora mismo te construye una mansión con el embutido», añadió con sorna Sainz.
Para seguir este hilo musical de Lo Massimo, centraron su atención en las canciones más pegadizas, como lo son muchas de Georgie Dann o la de Mercadona. Pese a dejar muchos temas en el tintero, no quisieron marcharse sin incidir en el postureo de la lectura o en un tatuaje sobre El Principito del humorista grancanario Víctor Hubara, presente en la sala. «No has leído ese libro en tu vida», manifestó tajante Pérez.
Los cómicos agradecieron el calor de «un público universitario que merecemos» y no abandonaron el Aula Magna sin dejar en el aire un mensaje acerca de las apariencias que tratamos de mostrar y que, precisamente no son lo massimo. «Existe una delgada línea entre fomentar la lectura y decir que todas las personas lectoras son sabias. Tratemos de evitar etiquetar a las personas en función de lo que hagan en la vida», aconsejó Kike Pérez.
Esta crónica ha sido realizada de forma conjunta con Lucía Rodríguez.