Ser joven y estar en la universidad debería significar enfocarse en estudiar, aprobar y, por supuesto, disfrutar mientras se cumplen las responsabilidades. Sin embargo, cuando también es necesario trabajar, la situación cambia por completo. Cursar una carrera universitaria implica una gran inversión de tiempo y esfuerzo, pero cuando se suma la carga laboral, el rendimiento académico, las capacidades e incluso la salud física y mental pueden verse afectadas.
Cumplir diecinueve o veinte años representa seguir disfrutando de la juventud, pero también marca el inicio de la madurez y la necesidad de afrontar nuevos retos. Compatibilizar estudios y trabajo no es solo un desafío por la exigencia académica, sino también por la presión de mantenerse al cien por cien en cada ámbito. «Descansa», «haz una pausa en una de las actividades», sugieren. Pero cuando ambas son fundamentales (el trabajo porque sustenta tu presente y la carrera porque define tu futuro), renunciar a alguna no es una opción sencilla.
«No se trata de resistir, sino de encontrar estrategias para sobrellevarlo sin que una de las dos áreas termine por quebrarte»
El equilibrio entre ambas responsabilidades es un reto diario, y aunque puede ser agotador, también fortalece la disciplina y la resiliencia. No se trata de resistir, sino de encontrar estrategias para sobrellevarlo sin que una de las dos áreas termine por quebrarte.
César es estudiante del Grado de Economía en la Universidad de La Laguna y trabajó como camarero durante casi dos años mientras cursaba la carrera. El alumno llevaba una rutina bastante exigente, ya que tenía que madrugar todos los días para poder llegar a la universidad a primera hora y luego cumplir con su trabajo en el restaurante donde entraba de 14.30 a 23.30 horas.
«Mi rutina diaria se basaba en estudiar y trabajar. Mis días libres del trabajo eran días de estudio y mis días libres de la universidad eran días de trabajo». Lo que hay.