Una de las expresiones culturales más representativas de una sociedad es su folclore. Elementos tales como el baile, el canto, las vestimentas o la fabricación de instrumentos se transmiten de generación en generación creando así un legado para la posterioridad. En el caso del archipiélago canario este legado se nutre, como no podía ser de otra manera debido a la historia de las Islas, de diversas influencias que van desde bailes asociados a los antiguos aborígenes hasta danzas y melodías galaico-portuguesas.
No obstante, a pesar de la riqueza cultural que entraña el folclore canario, este parece ser cada vez menos atractivo para la juventud. Actualmente, la mayor parte de las agrupaciones folclóricas, grupos, rondallas, etc. cuentan con un índice muy bajo de participación por parte de personas menores de treinta años. Lucía Estévez, Marcos Antonio Luis, Alberto Sosa, Marta Hernández y Alicia Hernández, cinco jóvenes del norte de Tenerife, son de las pocas excepciones que rompen la regla.
Aunque individualmente cuentan con estilos de vida diferentes, lo que los une es su pasión por mantener vivas las tradiciones y costumbres de las Islas a través del folclore. En la actualidad, Lucía Estévez es estudiante del grado de Derecho en la Universidad de La Laguna. Por su parte, Marcos Antonio Luis cursa segundo de bachillerato y sueña con ingresar en el grado de Química.
Por otro lado, Alberto Sosa se graduó en la ULL del grado de Ingeniería Civil y ejerce su oficio en una empresa de Tenerife. Marta Hernández, quien realizó la totalidad de sus estudios superiores en la ULL, es matemática y profesora de ESO. Y, por último, su hermana Alicia Hernández es estudiante del grado de Arquitectura Técnica en la ULL.
«Empecé en esto del folclore cuando aún no tenía ni diez años», es una frase que actúa como nexo común entre los cinco y, quizás, sea la clave para entender por qué estos jóvenes continúan eligiendo esta actividad como su hobby. Sin prejuicios ni vergüenzas comenzaron a cantar, bailar o tocar algún instrumento sin todavía entender muy bien lo que aquello significaba.
De generación en generación
Otra clave para entender la pasión de estos jóvenes por el folclore es la tradición familiar. Un claro ejemplo de ello son Alicia y su hermana Marta Hernández. Ambas crecieron escuchando el rasgueo de las cuerdas del timple pues su padre, Emiliano Hernández, es artesano y fabrica este instrumento tan típico de la música canaria. «En mi casa, desde siempre, se han vivido las fiestas de La Orotava con mucha pasión. Eso me ha llevado a sentir una conexión especial con el folclore», asevera Alicia Hernández. A lo largo de sus vidas, sus padres les incitaron a pertenecer a múltiples asociaciones culturales, grupos, etc. donde aprendieron a, por ejemplo, bailar, cantar o confeccionar trajes típicos.
Al igual que ellas, muchos otros niños y niñas comenzaron sus andaduras en el folclore gracias a sus familiares. Este hecho no es casualidad, pues una de las características del folclore es su transmisión de manera informal entre individuos de una misma comunidad.
«Creo que llegará un momento en el que los jóvenes dejarán de elegir el folclore como pasatiempo»
Existen diversos estigmas asociados al folclore que han producido un distanciamiento por parte de los jóvenes. «Muchas personas me preguntan si me gusta realmente. Lo ven como algo atípico», afirma Lucía Estévez. La supuesta ruralidad o las diferencias de edad entre los miembros de los grupos parecen resultar poco atractivos para muchos adolescentes.
La consecuencia más visible de estos estigmas se manifiesta a través de la opinión general de la juventud. Marcos Antonio Luis apunta ante ello: «Si no se sigue fomentando creo que llegará un momento en el que los jóvenes dejarán de elegir el folclore como pasatiempo».
Este fomento, asegura Marta Hernández, «se debe potenciar desde el aula a través de la inclusión de contenidos canarios en los planes de estudio». El hecho de que los primeros contactos de una persona con el folclore se den a una temprana edad y el entorno escolar facilita el reconocimiento de esta actividad como una alternativa de ocio más en la que poder participar. «Es cierto que a día de hoy existe una mayor oferta de ocio, pero sería interesante que los jóvenes también tuvieran en mente la opción del folclore», apunta Alberto Sosa.