Cristina Martín estudia en la Universidad de La Laguna la hiperoxaluria primaria. Foto: PULL

La investigadora Cristina Martín crea un fármaco contra una enfermedad rara

Ciencias de la Salud

«La hiperoxaluria primaria crea cristales renales. Se forman a temprana edad y suelen presentarse durante la adolescencia»

Cristina Martín Higueras es una bióloga que está investigando en la Universidad de La Laguna (ULL) la hiperoxaluria primaria, considerada una enfermedad rara por la Federación Española de Enfermedades Raras (Feder). Aparte de investigadora, Martín, junto con un compañero alemán, ha fundado la Asociación Europea de Paciente con Hiperoxaluria Prima, PH-Europe. Además, se halla ligada a la asociación española de pacientes con esta afección, APHES, la cual fue creada en un principio como un grupo de apoyo y posteriormente como la agrupación que hoy en día se conoce en España.

La hiperoxaluria primaria es una afección genética y, al mismo tiempo, metabólica. Se origina por mutaciones en un determinado gen, el cual se expresa principalmente en el hígado. La proteína que reside en esta zona no funciona como debería por lo que acumula mucho oxalato cálcico. La orografía de las Islas Canarias y la endogamia que se realizaba en el pasado son los causantes de la aparición de esta enfermedad.

El riñón es el órgano encargado de eliminar el oxalato. Ha de ser expulsado a través de la orina, pero al generarse de una manera excesiva, este se une al calcio y va originando pequeñas porciones de cristales de oxalato cálcico que terminan por formar piedras.

Las personas que asisten a centros sanitarios con esta dificultad padecen síntomas como, por ejemplo, cólicos nefríticos. Por otro lado, presentan sangre en poca cantidad en su micción (hematuria). Si el mal no se controla, el oxalato se empieza a acumular en otras zonas como en la piel o en los ojos.

«Los pacientes llegan a presentar una función renal disminuida»


A la persona que sufre la enfermedad se le indica desde el primer momento que ha de consumir agua o líquido en general, entre tres o cuatros litros al día, el doble de fluidos de lo que consume alguien corriente. También, por la noche, se tienen que poner alarmas para hidratarse. El agua barre y limpia todo lo posible el oxalato que se genera. De igual forma se aconseja el consumo de vitamina B6. «Se ha visto que dependiendo de la mutación que tengan la vitamina puede ser beneficiosa», asegura Martín.

Cuando la situación es más complicada y los riñones han dejado de funcionar, se debe ejecutar una intervención quirúrgica para evitar la muerte. Si la persona afectada tiene este órgano muy dañado hay que realizar un trasplante renal. No obstante, apunta la doctora, «lo curativo en su totalidad sería una operación de hígado, ya que es el que crea la materia dañina».

«Los enfermos son personas normales, tú no reconoces que esa persona padece ese problema de salud porque el desarrollo es normal, pero en su calidad de vida sí se ve afectado», explica la investigadora. Beber mucha agua implica ir en numerosas ocasiones al baño, a parte de la ingesta de las pastillas, por lo que se ven limitados a la hora de salir de casa o quedarse a dormir en otros lugares por todas esas limitaciones que incomodan. Del mismo modo, acuden a los hospitales varias veces, por lo que pierden muchas horas de trabajo o de jornadas lectivas.

«Demostré que existía una estrategia terapeútica para controlar el oxalato»


El laboratorio donde trabaja Cristina Martín cuenta con modelos de animales con los que se demostró la validez de una terapia molecular. De hecho, dos empresas farmacéuticas han desarrollado una medicina, basado en estas investigaciones preclínicas. «Ya se ha autorizado por las agencias de medicamentos, tanto en Estados Unidos, como de Europa; y ya estamos tratando a personas con esa medicación», comenta la científica.

La investigadora, además, recalca que «en los laboratorios, siempre hay un trabajo en equipo. Yo constantemente hago mucho hincapié en eso, una persona sola no puede sacar todo adelante».

En las pruebas clínicas del tratamiento con sujetos se ha comprobado una reducción del oxalato, por lo que sí es efectiva. Martín señala que, «no estaría aceptada si no se hubiese demostrado con ensayos clínicos la eficacia del tratamiento».

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