El silbador gomero

Sociedad

Transmitido de generación en generación, de maestros a aprendices, ha llegado a la actualidad el silbo gomero. El lenguaje silbado por los habitantes de la isla de La Gomera reproduce el español meridional. Una de las figuras más importantes de esta práctica es Isidro Ortiz, oriundo de la Isla y a quien todos conocen por Ciro. A sus 89 años de vida el silbador cuenta con numerosos reconocimientos. Normal, pues desde muy pequeño ya silbaba para comunicarse con los vecinos de otros municipios, aprovechando el eco de las montañas y los barrancos como canal para la transmisión del mensaje.

«Aprendí a silbar cuando aprendí a hablar, porque cuando yo aprendí a hablar el silbo vivía en esta Isla y, sobre todo, en este pueblo de Chipude tan plenamente como la palabra», asegura. Este lugar es uno de los pueblos con más riqueza cultural de la isla colombina. De él surgen muchos de los silbadores, que se han convertido en profesores o en encargados de llevar este símbolo a las diferentes ferias de cultura internacionales.

De lo analógico a lo digital


Hoy en día, los teléfonos móviles cumplen la función que realizaba el silbo en la época de los aborígenes e, incluso, hace menos de treinta años. La comunicación y el trato con las personas era mejor que ahora. Sin embargo, no era más rápido, ya que las nuevas tecnologías se han convertido en unas apisonadoras encargadas de acabar con la tradición. Los mensajes de wasap viajan en tan solo segundos, mientras que antes un mensaje silbado llegaba al destinatario a la media hora.

A los 21 años, Isidro Ortiz viajó a África para trabajar en el cuartel. Allí estuvo 18 meses y, seguidamente, migró a Venezuela. Tuvo que trasladarse porque el sueldo era más abultado, la moneda valía más, había trabajo fijo y con lo que ahorraba allá, aquí podía permitirse una vida mejor. En esta segunda etapa, el silbo se trasladó siempre con él.

La preservación de la seña cultural Foto: Alfredo Navarro

El baile del tambor, otra de las señas culturales gomeras


En 1964, el silbo y el baile del tambor habían desaparecido de La Gomera. Su rescate fue de la mano del silbador. Al regresar creó el grupo folklórico Los Magos de Chipude con la ayuda de un cura palmero: don Anselmo. Entre los dos comenzaron a buscar tanto a la población joven como la adulta de los pueblos más cercanos. Las negociaciones con los directores de colegios, la Asociación de Padres y Madres, el Cabildo de La Gomera y el Gobierno de Canarias dieron sus frutos, ya que consiguió implantar esta disciplina como una pequeña clase en la hora del descanso para los niños y niñas que quisieran acercarse.

Numerosos reconocimientos en su trayectoria. Foto: Alfredo Navarro

El Gobierno aprobó una solicitud para que el silbo pudiera enseñarse durante las clases. De ese modo, se formó una comisión de seguimiento en la Universidad de La Laguna que determinó la forma en la que se podía impartir, es decir, introducirlo en el área de Lengua Castellana: dar clase en los colegios desde primero de Primaria hasta cuarto de la ESO.

«Esta práctica contribuye al desarrollo de las habilidades mentales»


En todo este recorrido, se hizo la solicitud, por parte del director de Patrimonio Histórico de Canarias, para que fuera reconocido como Patrimonio de la Humanidad. A la Isla se desplazaron muchos directores de Patrimonio Histórico de España, que fueron a ver esta realidad. También llegaron personajes de otras naciones. Isidro Ortiz, junto a otros expertos y sus alumnos, realizaron numerosas exhibiciones a personajes de otras naciones. El silbo se llevó a los Emiratos Árabes en Abu Dabi, donde fue reconocido como Patrimonio Intangible de la Humanidad. «De la forma que yo empecé era impensable ver el silbo a la altura en la que se colocó. Hoy en día ya no doy clase, lo hacen mis antiguos alumnos. Me siento más que satisfecho», afirma el maestro.

89 años por la preservación de la seña cultural. Foto: Alfredo Navarro

Desde que se empezó a reconocer, el silbo se introdujo en la Universidad de La Laguna en el Departamento de Neurología. Se hicieron varias pruebas y se llegó a la conclusión de que abre muchas puertas al desarrollo de la mente. Manuel Carreiras, un neurólogo de la Institución, junto a su equipo se encargaron de realizar estos análisis.

«Todo lo que dura y tiene vida inacabable es lo que se lleva dentro con amor. No puedes ser médico si no tienes vocación, por ejemplo. Existen maestros y maestras de silbo que son muy buenos», sentencia el gomero. El reconocimiento internacional ya se ha conseguido, ahora es el momento de los jóvenes de la Isla de llevar esta práctica con orgullo y evitar su desaparición, gracias a la hora de la asignatura de Lengua que se dedica a estas clases. De esta forma, se evita que la transmisión no sea pausada ni detenida, y que continúen existiendo aprendices que se convertirán en maestros para las generaciones que les sigue en el camino.

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