La forma en la que se cubre cualquier hecho noticioso debe ser neutra. O esa es mi forma de ver el periodismo. El lenguaje que utilizamos no solo describe la realidad, sino que también la construye. Referirse a lo que ocurre en Gaza como ‘guerra’ implica, consciente o inconscientemente, una narrativa de equivalencia entre dos partes con similar capacidad de acción o legitimidad en el uso de la fuerza. En este caso, la palabra tendría más sentido si la ofensiva de Israel a Palestina fuera pareja en cuanto al ataque, defensa, desavenencia y rompimiento de paz entre los dos estados.
Sin embargo, cuando los principales afectados son civiles desarmados y las violaciones a los derechos humanos son sistemáticas, como parece ser el caso en Gaza, podría considerarse más apropiado términos como ‘genocidio’, ‘limpieza étnica’ o ‘crimen de lesa humanidad’. Entiéndase dichos conceptos como definiciones más concretas de los crímenes que están ocurriendo en el Oriente Próximo, en este caso. Según datos de la ONU, más del 70 % de las víctimas en Gaza son civiles, lo que plantea serias dudas sobre el uso de un término como ‘guerra’.
«El periodista es responsable de transmitir información y cargar con el poder del lenguaje»
El hecho es que en los medios de comunicación escuchamos constantemente incongruencias, a mi modo de ver, de este estilo. La función del periodista pasa por ser el responsable de transmitir la información a la población y recae sobre su figura todo el poder del lenguaje. Usar la palabra ‘guerra’ en contextos como este diluye la responsabilidad que tiene Israel, normaliza el sufrimiento del pueblo palestino —al posicionarlo como un conflicto entre iguales— y oculta el desequilibrio de poder entre ambos estados.
No trato de posicionarme a favor o en contra de una de las partes involucradas. Este no es un llamado a señalar culpables, sino a reflexionar sobre el impacto que tienen las palabras en la construcción de la realidad social. Hablar de ‘guerras’ cuando la situación podría ajustarse a términos como ‘genocidios’ o ‘crímenes de lesa humanidad’ no es un simple matiz semántico. Es una decisión que puede influir en la forma en que las instituciones, los gobiernos y la sociedad civil reaccionan o incluso ignoran ciertas tragedias.
Este no es un debate exclusivo de Gaza o de cualquier conflicto puntual; es una cuestión que atañe a la ética de la comunicación. La objetividad no consiste solo en transmitir información de forma neutra, sino en emplear un lenguaje que se ajuste con rigor a la realidad, sin distorsionarla ni minimizarla. Además, yo hablo del uso de estas palabras en concreto, pero existen muchos más términos que están siendo utilizados de manera errónea en la agenda pública.
«Existen muchos términos que evidencian cómo el lenguaje condiciona nuestra percepción de la realidad»
Por ejemplo, el término ‘crisis migratoria’ suele presentar el desplazamiento humano como un problema exclusivo de los países receptores, sin poner el foco en las causas subyacentes. ‘Pacificación’, una palabra que, con frecuencia, oculta intervenciones militares o represiones violentas. ‘Protectorado’, que suaviza las relaciones de subordinación y explotación. Y así, existen muchos otros términos que evidencian cómo el lenguaje no solo describe, sino que también condiciona nuestra percepción de la realidad y, en consecuencia, nuestra capacidad para actuar frente a las injusticias
Por eso, aunque me haya referido a los periodistas, debemos de ser conscientes del poder de nuestras palabras y del impacto que tienen en la percepción pública. Se debe de hacer un trabajo responsable e individual para cuestionar las narrativas que nos presentan y exigir un lenguaje que no solo informe, sino que también denuncie con claridad las injusticias. Y de nuevo, no estoy haciendo una apelación para señalar al culpable del problema, estoy haciendo un ejercicio de análisis sobre cómo algunas palabras que utilizamos puede condicionar la comprensión de los acontecimientos.