«Me metí en la música para contar historias»
Sara López, compositora de bandas sonoras de videojuegos y de cine. Reflexiona sobre el uso de la inteligencia artificial en su campo de trabajo, analiza sus obras y critica el panorama cultural canario. On The Record, Oye, Mamá y Blasphemous II son solo algunas de sus obras más recientes. Asimismo, emplea sus plataformas digitales para compartir su opinión e informar acerca de temas diversos. Desde el rol de la mujer en la industria musical hasta la problemática política y cultural a la que se enfrentan las Islas Canarias.
El cortometraje Treasure lo compuso hace tres años, sin embargo, revisitó recientemente su obra con la idea de publicar próximamente la banda sonora en la plataforma Spotify. A pesar de la dificultad que supuso en su momento escribir su primer waltz en un periodo de tiempo muy limitado, admite que le encanta trabajar en este tipo de obras audiovisuales, pues son «muy desafiantes». Debido a la ausencia de diálogos entre los personajes, gran parte del peso narrativo recae en la melodía, que es la que «da la conversación». «Eso me encendió la llamita y pensé que me metí en la música para esto, para contar historias», dice López.
Componer una pieza en colaboración con más artistas puede ser todo un reto debido a las diferencias creativas. En su caso, lo experimentó en una ocasión con Alejandro Maciá, «un grande de la música de videojuegos indie dentro de España», indica. Se encargaron de crear los adelantos u «homenajes» de los nuevos videojuegos independientes presentados en el evento Tenerife GG, una experiencia «muy agradable» gracias al excelente entendimiento profesional entre ambos. Finalmente, consiguieron mezclar los géneros preferidos de ambos, dando como resultado seis arreglos folcrórico-digitales.
«Debes pensar en tu trabajo desde ahora en adelante como un producto de lujo»
La inteligencia artificial, que tanto peso ha ganado en los últimos años, se presenta ahora como un debate para el mundo artístico. «La gente está confundiendo esta herramienta, que debería ser en pos del arte, con un reemplazo del mismo, y eso es lo que me parece amenazante», responde López. Si bien admite que se trata de un instrumento muy útil para acelerar las tareas rutinarias, como generar hashtags en las redes sociales, señala que le parece «intrusismo laboral» que llegue a crear canciones. Insta a diferenciar la IA generativa de otros tipos: «La que produce arte en contra del humano, esa es lo que me cabrea». Comprende sus posibles usos, aunque admite que hay una escasa educación en torno a su funcionamiento.
«Debes pensar en tu trabajo desde ahora en adelante como un producto de lujo», le dijo su hermano con la llegada de esta tecnología al público. No le agrada aceptar esta nueva realidad, pues el arte «no debería ser excluyente». «Se trata de la manera más pura que tiene el pueblo de expresarse», dice. Pone la exposición del TEA Prompt: The Tourist Gaze como ejemplo del intrusismo que supone. La activista tinerfeña compartió en sus redes el rechazo que le provoca que este tipo de exhibiciones tomen el lugar de otros artesanos locales.
Los secretos de la composición
«¿El artista ha de explicar su obra o se trata de puro sentimiento?», se cuestiona. A menudo, el público no cuenta con un oído musical tan refinado como el del equipo que creó la partitura. Se trata, por tanto, de intentar que quien escucha la melodía la comprende sin necesidad de que la analicen o expliquen mientras suena. El secreto está en la repetición, confiesa. Las melodías clásicas de John Williams demuestran que con pocos acordes es posible temer la llegada de un tiburón o del mismísimo Comandante de la Flota Imperial. En esencia, se asocia el tema con el personaje y el sentimiento que desprende, previniendo al espectador sin su conocimiento.
Por otro lado, le atribuye a los silencios gran parte del peso narrativo de los videojuegos. «Es lo que te hace parar y reflexionar sobre lo que estás escuchando», en definitiva, es el elemento usado para generar tensión, como ocurre en A Plague Tale: Innocence. Asimismo, revela que existe una melodía que destripa la muerte de un personaje antes de que suceda. Lo explica en una charla llamada El Poder del Spoiler, una de sus diversas ponencias donde analiza el género de terror desde el punto de vista histórico y psicológico. Pone el ejemplo de componer para una escena donde el personaje se encuentra en una jungla: los tonos agudos recordarán a gritos humanos, los graves a truenos o rugidos y los subgraves a desastres como terremotos, que no escuchamos, pero sí sentimos.
Música, divulgadora, creadora de contenido… Y activista
«Cuando era pequeña pensaba que las bandas sonoras estaban reservadas solamente para los hombres», cuenta la compositora, que se plantea ser un referente para otras jóvenes interesadas en la profesión. Además, trata de devolverle el mérito a las artes y romper los estigmas creados sobre ellas. «Del arte también se come» y en la cuarentena es cuando mejor se vio, ejemplifica. Sin embargo, la artista canaria todavía se enfrenta a prejuicios relacionados con su labor.
Usa sus plataformas para visibilizar la cultura y la historia de su tierra. Se asombra con el «desconocimiento» del resto de comunidades respecto a la cultura local. Nacida de madre peninsular, comparte su historia en relación a la identidad canaria. «Soy demasiado goda para los canarios y demasiado canaria para los godos«, explica. Lo define como una «crisis de identidad brutal» que fue alimentada por los estereotipos: «Es como si fuéramos un error en el sistema». Sin embargo, rechaza el odio indiscriminado y pide «filtrar el problema», que no es el «godo, el guiri, ni el turista», sino las altas esferas de poder.
Como divulgadora, le gusta distinguir entre tocar e interpretar. Echa en falta un término en español como play en inglés. «Tocamos un instrumento o jugamos, pero nos olvidamos de que cuando creamos música o interpretamos, también tenemos que poner parte de la diversión en ello», afirmando que «no es todo académico». Hace un llamamiento a sus colegas de labor, recordando que la música existe no para trabajar o producir, sino para expresarse.










