Manifestación por el 25N en Santa Cruz de Tenerife en 2022. Foto: Andrea Domínguez Torres

Cada voz cuenta, cada acción importa

Opinión

Hoy sábado se conmemora el 24º aniversario desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamara el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Esta fecha no fue seleccionada al azar, sino que fue cuando asesinaron a las hermanas Mirabal en 1960, bajo el régimen de Rafael Trujillo, en la República Dominicana. Tras su muerte, estas tres mujeres se convirtieron en símbolos de lucha contra este tipo de violencia. Su memoria sigue siendo una poderosa inspiración para las reivindicaciones actuales.

Aunque la designación de la Asamblea General de las Naciones Unidas supuso un antes y un después en el tema, en España se empezó a reconocer la violencia de género desde 1997. Cuando Ana Orantes denunció públicamente en la televisión las palizas que recibía, día sí y día también, por parte de su marido, este la quemó viva a modo de venganza por su difamación. Previo a lo ocurrido, este tipo de violencia se abordaba como malos tratos en el hogar. Un planteamiento lamentable sinceramente.

Pero, ¿qué es la violencia de género? Según el Instituto de la Mujer del Ministerio de Igualdad, esta clase de violencia «es aquella que se ejerce sobre las mujeres por parte de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones de afectividad (parejas o ex-parejas)». Estos actos tienen como objetivo ejercer daño y conseguir el control sobre la víctima. Por lo que se suele producir de manera continuada en el tiempo, como parte de una misma estrategia del agresor. 

El Gobierno y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) firmaron, el 26 de septiembre de 2002, un convenio de creación del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género. Al año siguiente el Gobierno comenzó a recoger datos y se contabilizó la primera muerte dentro de las cifras oficiales por violencia machista en el país. El número de víctimas mortales por violencia de género desde el 1 de enero de 2003 hasta el día de hoy es de 1237.

En el año 2007, el Congreso aprobó la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva de mujeres y hombres. Esta legislación pretendía «hacer justicia a las mujeres», según palabras del entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Además, ese mismo año se creó la línea telefónica 016, en ayuda a las víctimas. Según informó el diario El País en aquel año, el teléfono recibió 445 llamadas en su primer mes. Una cifra preocupante, pero muy lejana a la actual. Pues según datos compartidos por La Moncloa, se registraron 102 391 llamadas en 2022. Una cantidad que, en mi opinión, es completamente escalofriante. 

«La violencia vicaria es la más peligrosa e inhumana de todas las nombradas»

Por desgracia, existen varios tipos de violencias machistas. Cada una de ellas posee sus propias características: 

En primer lugar, la más visible de todas es la violencia física. Es fácil de identificar porque implica daño físico infligido en la víctima causado por una agresión directa. Asimismo, se podría añadir a este grupo la violencia sexual. Se refiere a las situaciones en donde se fuerza o se coacciona a alguien a realizar actividades de índole sexual.

En segundo lugar, se encuentra la violencia psicológica. Quizás es la que más desapercibida puede llegar a pasar. Tanto así que en ocasiones ni la propia persona que la sufre se da cuenta. Puede ser recibida por mensajes o comentarios más directos, en forma de insultos o vejaciones. Pero también a través de un modo pasivo, desvalorizando a la víctima. Por lo general, aquí se destacan las humillaciones, las amenazas o las coacciones. Además, considero que se le puede sumar a esta categoría la violencia social. Esta se basa en la limitación, control y la inducción al aislamiento social de la persona.

En tercer lugar, existe la violencia económica y la violencia patrimonial. La primera hace referencia a la reducción y privación de recursos económicos de la pareja. Y la segunda, implica la usurpación o destrucción de objetos, bienes y propiedades de la víctima con intención de dominarla o producirle un daño psicológico.

Y en último lugar, la violencia vicaria. Personalmente considero que es la más peligrosa e inhumana de todas las nombradas. Esta es una forma de violencia de género por la cual los hijos e hijas de las mujeres víctimas de maltratos son utilizados como meros objetos para ocasionar dolor a sus madres. Siempre la mujer es el objetivo principal. El papel de los niños y niñas se reduce a ser un simple canal. 

En España se han producido algunos casos muy sonados que responden a este tipo de violencia. Por ejemplo, en 2011, José Bretón cometió el terrible asesinato de su hija Ruth y de su hijo José. El propio Bretón confesó que no lo hizo porque les quisiera matar, sino porque quería hacer sufrir a la madre de las criaturas.  

En Canarias también tuvo lugar un caso parecido al anterior. El 27 de abril de 2021, en la Isla de Tenerife, Tomás Gimeno, secuestró, asesinó y arrojó al mar los cuerpos de sus dos hijas, Olivia y Anna. El motivo de este espeluznante crimen no fue otro que el vengarse de la madre de las pequeñas, puesto que se había separado de él y había comenzado una nueva relación.

Según el informe Menores víctimas mortales en casos de violencia de género contra su madre en España, la cifra de infantes que murieron a manos de sus padres biológicos en la última década, es de 49. Lo cual me parece una descabellada manera de hacer sufrir a alguien, haciendo daño a personas (sus propios hijos e hijas) inocentes.

«La clave esté en el tipo de educación que se imparte»

El Gobierno de España publica, de manera anual, una campaña de concienciación en contra de la violencia hacia la mujer. La de este año se titula «Ser Libre. Estar Viva. España». Pretende sensibilizar sobre las distintas formas de violencia machista, identificarlas y denunciarlas. Además, informa sobre los distintos servicios de atención integral que las víctimas tienen a su disposición. Pero, ¿funciona?

Comprendo que si se realiza este tipo de publicidad es porque siempre hay a quién le ayude. Pero por otra parte, estos anuncios, sea cual sea el lema del año, siempre persiguen lo mismo. Es decir, hablando en términos generales, se busca: concienciar de que existe un problema, informar de los servicios que presta el Estado, y que se denuncie. Y por si no ha quedado claro, no se preocupe, en doce meses sacarán otro.

Obviamente no estoy en contra de que se realicen estas campañas, son una buena herramienta para sensibilizar sobre el tema que atañe. Pero sí creo que se podría ampliar a otros aspectos. Por ejemplo, el hecho de educar a la población desde la infancia sobre que no se debe cometer estos actos de violencia. Y es que, quizás la clave esté en el tipo de educación que se imparte. Esta claro que quien es machista, sea hombre o mujer, lo seguirá siendo. Pero si se comienza a sensibilizar desde una temprana edad de lo que supone el machismo en la sociedad, esto podría ser una forma de prevención.

Otro ejemplo, sería realizar enfoques educativos para desafiar los estereotipos de género. Según lo define las Naciones Unidas, «es una visión generalizada o una idea preconcebida sobre los atributos o las características que poseen o deberían poseer las mujeres y los hombres». Puede ser perjudicial cuando limita la capacidad de las personas para desarrollar competencias personales, escoger carreras profesionales o tomar decisiones sobre sus vidas.

Pueden ser de diversas maneras. Algunos son directos y hostiles («las mujeres son irracionales») y otros algo más calmados («las mujeres son cariñosas»). Pero sean como sean, los estereotipos perpetúan las desigualdades. Por ejemplo, la imagen tradicional y preconcebida de que las mujeres son mejores cuidadoras, suele implicar que el cuidado de las criaturas recaiga, exclusivamente, en ellas. Por lo que criar a las nuevas generaciones sin estos clichés podría ser beneficioso para conseguir erradicar la violencia de género.

Lo que hoy, 25 de noviembre, se reivindica debería ser una lucha constante con una perspectiva social y un compromiso colectivo. Al abordar este fenómeno con determinación, no solo se protegen los derechos fundamentales de las mujeres, sino que también se contribuye a la creación de comunidades más justas, igualitarias y seguras.

Al desafiar los estereotipos de género, promover la educación y concienciación, fortalecer las leyes y ofrecer apoyo a las víctimas, se construye un camino hacia un futuro donde la violencia machista sea una dolorosa herida del pasado, y la igualdad sea un pilar de nuestra sociedad. Cada voz cuenta, cada acción importa y cada paso dado nos acerca más hacia un mundo libre de violencia de género.

   

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