La crítica también es una forma de censura. Foto: PULL

¿Artistas libres o sumisos?

Opinión

Hace 65 años se publicó el libro La Colmena de José Cela. El régimen franquista eliminó numerosos pasajes de la obra antes de sacarlo a la luz. No fue hasta 2016 que esta obra se difundió al completo. Parece que ha pasado muchísimo tiempo, y que en su transcurso nuestra sociedad ha avanzado dejando atrás la censura en el arte. Pero esto no es así. Quizás no queramos verlo, o puede que no nos demos cuenta, pero hoy en día siguen pasando este tipo de cosas.

Existen una gran cantidad de temas que son infranqueables. La censura intenta convertirlos en algo así como un tabú. Sin embargo, crear tabúes puede desviar la atención del público sobre esas posturas, o por el contrario fortalecer sus ideas. Hace tres años, el rapero Valtónyc fue condenado a prisión por los delitos de terrorismo, calumnias e injurias graves a la Corona. «El rey Borbón y sus movidas, no sé si cazaba elefantes o iba de putas», es una de las menciones que hace el rapero en sus canciones. Versos como este le costaron el exilio. Sin embargo, durante su acusación fue la propia Audiencia Nacional la que le sirvió de promoción. Tanto fue así que durante su juicio miles de personas se manifestaron en las calles para exigir su libertad. Por lo tanto, ¿desviaron la atención del público de este tema o por el contrario fortalecieron sus ideas?

Valtónyc no ha sido ni el primer ni el último rapero juzgado. Pablo Hasel y el colectivo de raperos La Insurgencia tuvieron casos similares. Cierto es que versos como «Hacen falta guillotinas para los cerdos dirigentes de la Policía» sobrepasan la libertad de expresión. Desde pequeños siempre se nos ha dicho que nuestra libertad  comienza donde acaba la del prójimo. Y estas canciones atentan contra alguien. Es deber del artista saber hasta dónde puede llegar. Es decir, conocer el límite entre la libre expresión y la grosería.

¿Cuál es el precio de la creatividad?


El arte ni empieza ni acaba en la música. Y la censura tampoco. En 2018, la Feria de Arte ARCO vetó la exposición Presos políticos en la España contemporánea, de Santiago Sierra. Lo mismo ocurrió en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona que dos años antes canceló La Bèstia i el Sobirà, una exposición en la que se exhibía una polémica escultura de Ines Doujak y Johan Barker en la que aparece la activista Domitila Barrios y el rey, ahora emérito, Juan Carlos.

Se trata de canciones y obras vetadas por criticar a la autoridad, ya sea policial, real o de cualquier otro tipo. Pero si quien apareciera en la escultura de Doujak y Barker o en las canciones de Valtónyc fuera una persona anónima, quizás nadie tomara estas medidas. Vivimos en un país en el que existen unos derechos, entre ellos el de igualdad y el de libre expresión. Si legalmente somos iguales de cara al Estado, ¿por qué se sanciona a quien ofende al rey o a un policía pero no quien ofende a un ciudadano común? Con esto no pretendo defender las groserías, ni las faltas de respeto. Al contrario, busco acabar con ellas de forma igualitaria, es decir, atenten contra quien atenten.

Hay que saber diferenciar entre ser original y ser ordinario


Vivimos en un mundo moderno en el que las ideas tienen más valor que nunca. Buscamos creatividad y originalidad, pero estas se ven limitadas. La forma de censura más dura es, probablemente, la propia que ejerce consigo la persona artista. El miedo a las represalias o, incluso, a las críticas, provocan la autocensura. Puede que el humorista Eduard Biosca no vuelva a hablar del cuerpo policial después de su denuncia. Y que Nacho Carretero se lo piense dos veces antes de volver a escribir del narcotráfico tras el secuestro de su libro Fariña. También muchos tuiteros no compartirán más de un mensaje por temor a ser multados  como ya les ha pasado a tantos.

No debemos poner límites. No se debe prohibir el humor negro o la sátira, siempre y cuando quienes lo lleven a cabo sepan ejercerlo con respeto. Desear el aguillotinamiento de alguien, sea un policía o sea un vecino, está mal. Pasa de creativo a ofensivo. Estamos en la era innovación, del desarrollo. Ya es hora de dejar de cortarle las alas al mundo artístico. Pero es responsabilidad suya no chocar contra nadie durante el vuelo.

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