El Paraninfo de la Universidad de La Laguna acogió el pasado jueves, 8 de mayo, una noche de emociones intensas y contrastes sonoros, en un concierto interpretado por la Sinfónica de Tenerife. Bajo la dirección de la maestra alemana Johanna Malangré, con la presentación del divulgador musical Gonzalo Lahoz. El programa propuso un viaje desde la creación contemporánea hacia la grandeza sinfónica del siglo XIX, uniendo dos formas de mirar el mundo a través del sonido.
I. Las constelaciones que más brillan
La velada se abrió con Las constelaciones que más brillan, obra de la compositora Raquel García-Tomás, premio Nacional de Música. Inspirada en una ilustración en blanco y negro del artista Pere Ginard, la pieza plantea una pregunta fascinante: ¿cómo ponerle sonido a las estrellas?
El resultado fue una experiencia auditiva envolvente y en constante transformación. Desde los primeros segundos, cada persona fue transportada a un espacio de misterio, gracias a recursos como el flexatón y técnicas extendidas en la flauta como el whistle tone que lograban una atmósfera de vacío y expectación.
Poco a poco, el resto de la orquesta se fue sumando, generando un crescendo emocional que alternaba tensión e introspección. La obra juega con capas, resonancias y contrastes entre sonidos agudos y graves, como si la nada cósmica se animara de pronto con vida sonora. El público, completamente entregado, respondió con calurosos aplausos al cierre de esta primera parte.
II. Schubert y la grandeza sinfónica
A continuación, llegó la segunda parte. La Sinfonía nº 9 de Franz Schubert, apodada La Grande, una obra que cambió para siempre la escritura orquestal del siglo XIX. Schubert, influido por el estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven, decidió enfrentarse también al gran formato y dejó como legado una obra de enorme escala y profundidad expresiva, compuesta poco antes de su muerte, a los 31 años.
Gonzalo Lahoz, en su intervención, explicó cómo «esta sinfonía representa al ser humano enfrentándose a su destino». Desde el arranque, con ese motivo triunfal en las trompetas, hasta los momentos de lucha, exaltación y gloria. La Sinfónica de Tenerife ofreció una lectura comprometida, brillante y llena de energía, destacando especialmente en el tratamiento de los metales y la intensidad rítmica del último movimiento. Cada sección parecía ilustrar una escena.
El concierto fue una demostración del poder de la música para conectar lo intangible: el cielo y el alma humana. Desde las estrellas sonoras de Raquel García-Tomás hasta el destino sinfónico de Schubert, el público del Paraninfo vivió una experiencia única, de esas que, como la buena música, no se repiten jamás de la misma forma. Fue una noche para escuchar, pero también para sentir.