En algún momento de nuestra vida, sentimos la necesidad de que la tranquilidad y el silencio naveguen por nuestro ser. Y nos sumergimos en lo más profundo de la nada, renunciando a tomar el control y a vagar cálidamente. Despacio, poco a poco, siguiendo el vaivén de sus olas y olvidando, una a una, la existencia de todas las palabras que nos impiden respirar.
Cuando nos enfrentemos a este punto, nuestra mente suplica auxilio. Exige un nuevo punto de partida. Quizás, y solo quizás, Arico sea nuestra mejor parada.
Arico es un municipio de la isla de Tenerife. Un mosaico donde huertas, molinos, estanques y bosquetes se funden en una acompasada oscilación de armonía. Escasean los espacios para cultivar la soledad, y la necesitamos. La despersonalización de las grandes metrópolis oxida y fermenta los pulmones.
Arico es riqueza natural. El aire fresco, los animales, las plantas, los árboles, las playas, la lluvia… Es en verdad hermoso sentarse junto al fuego y saborear su suave golpeteo contra la polvorienta tierra.
Camina, corre, escala, bucea, nada, sal de pesca… y rencuéntrate con tu persona. Disfruta de las ferias y fúndete con la notas de las fiestas patronales. Inspira con fuerza el olor a naturaleza y prueba abarcar la inmensidad de las estrellas.
Necesitamos la soledad de lo natural y un geranio en el balcón no es suficiente.