La Semana de la Moda de Londres (LFW) se celebró desde el pasado viernes, 13 de septiembre, hasta el miércoles 17. Tuvo lugar en distintas localidades de la capital británica y acogió a marcas de todo el Mundo. Entre ellas Burberry, Fendi, Masha Popova, Simone Rocha o Richard Quinn, estas dos últimas construyeron una colección inspirada en la pasión y la feminidad. La diseñadora optó por una perspectiva más revolucionaria y con colores más sutiles, mientras que el diseñador dirigió el desfile desde la teatralidad y el drama.
Rocha trajo el toque femenino al encuentro, una mezcla entre la delicadeza de lo romántico y la rigidez de la revolución. Una de las formas en que la irlandesa decidió rebelarse ante la sociedad fue con modelos con cuerpos que no entran dentro de los cánones de belleza clásicos. Dentro de la nostalgia de las piezas que recuerdan a cuentos de fantasía infantiles destacaba la silueta creada por los encajes y los tules, que una vez más se hacen ver en las colecciones de la primavera-verano 2025. La directora creativa hizo hincapié en la feminidad como herramienta para que la mujer se sienta poderosa y segura de sí misma al llevar las piezas, manteniendo un trasfondo de elegancia.
La cita tuvo lugar el pasado lunes, 15 de septiembre, en El Old Bailey, el antiguo e histórico tribunal penal central de Londres. Los claveles decoraron los diseños de la irlandesa, acompañando a medias, trajes, vestidos y formando majestuosos ramos. Rocha jugó colocando tutús debajo de los cárdigan y los abrigos de lana, además de esconderlos debajo de mangas. La diseñadora creó prendas para todo el mundo: vestidos de seda, chalecos, pantalones de hombre, entre otros.
Quinn ideó su colección bajo un prisma similar, pero inspirada por un cuento de hadas donde los protagonistas eran los contrastes de color. El salón de baile del Hotel Dorchester fue testigo de la teatralidad con la que el diseñador quiso contar su historia primaveral, ayudándose de cortinas de terciopelo negro, orquídeas blancas y una orquesta en vivo. Con el negro y el blanco como tonalidades base de las prendas, el amarillo, el rosa y el rojo destacaban sobre la simpleza de ambos colores.
Cómo toda buena historia, el desfile contenía momentos más oscuros en los que se podía apreciar el dramatismo de las piezas, gracias a los lazos, los volúmenes y el terciopelo. Asimismo, la aparición del tul, cristales incrustados que recordaban a nieve cayendo del cielo y delicados estampados florales aportaron la parte más idílica del relato. El encuentro culminó con la exhibición nupcial de la marca, protagonizada por voluptuosos vestidos de plumas y seda con refinados adornos.
