La película Simón, escrita y dirigida por el director venezolano Diego Vicentini y protagonizada por Cristian McGaffney, fue estrenada el año pasado y llegó a la plataforma Netflix a comienzos del mes de marzo. La historia gira en torno a la vida de Simón, un joven universitario venezolano que, junto con miles de estudiantes, salieron a las calles de Venezuela a protestar en contra del Gobierno de Maduro en 2017.
Tras vivir una verdadera pesadilla al ser torturado por militares por manifestarse, el protagonista decide emigrar a Miami. Con el paso del tiempo empieza a cuestionar la posibilidad de pedir asilo político en los Estados Unidos, pero una de las condiciones si se lo conceden es que jamás podrá volver a su país. Es aquí donde entra el gran dilema para el migrante: regresar a Venezuela y seguir luchando por la libertad junto a su gente o dejar todo atrás para siempre y empezar una nueva vida.
El filme es impresionante desde todos los aspectos. Más allá de la gran ambientación realista de aquella época, logras conectar rápido con el protagonista mientras revives el trauma que atravesó junto a él. Cada escena que pasa, donde se muestra todo el sufrimiento que experimentó, la tortura que parecía interminable y el inmenso dolor, llega de inmediato al corazón. Te hace reflexionar si de verdad vale la pena que regrese a luchar hasta morir o si es mejor que abandone la batalla y se quede en un lugar donde pueda seguir con vida.
«Vivíamos en un mundo distópico»
Todavía recuerdo con lujo de detalle lo vivido ese año en Caracas. De mi memoria no se va a borrar nunca el olor insoportable que desprendían las bombas lacrimógenas. La gente aterrorizada corriendo con el temor de no poder llegar a casa. Cientos de personas heridas injustamente. Disturbios en cada esquina y la incertidumbre de saber cuándo va a acabar todo esto.
Tenía tan solo doce años cuando la situación del País retratada en la película ocurrió en la vida real. El miedo persistía día y noche por no saber qué pasaría al despertar la mañana siguiente. Vivíamos en un mundo distópico. Solo aguardaba el momento donde al fin volviéramos a la normalidad o, por lo menos, lo que quedaba de ella.
La disyuntiva que vive en la cabeza de Simón a lo largo de la trama es una realidad, a veces olvidada, fuera de la pantalla para miles de personas que han tenido que dejar atrás todo lo que conocen y empezar de cero. Sin la posibilidad de algún día poder regresar a lo que alguna vez fue su hogar. Desde el comienzo hasta el final, la cinta juega con la fotografía y los sentidos para sacar a flote sentimientos intensos al público.
«No es solo un personaje, es la representación viva de lo que tuvieron que atravesar miles de personas»
Más allá de mostrar la cruda realidad que viven los personajes, logra que con cada minuto que pase empatices con Simón y entiendas la razón de su decisión final. Te adentras tanto en la piel del protagonista que conectas de manera instantánea con sus emociones. Para aquellos que percibieron este escenario hace siete años en carne propia, esta película es como viajar al pasado, a esa época oscura y trágica en Venezuela.
Simón no es solo un personaje, es la representación viva de lo que tuvieron que atravesar miles de personas en busca de seguridad.