El 25 de septiembre de 1992, un día como cualquier otro, César Manrique emprendía camino desde su fundación en el Taro Tahiche, Teguise, hasta su otra residencia en Haría. Recorrió, aproximadamente, 50 metros hasta llegar al cruce que le encaminaría hasta su destino. Por desgracia, este corto trayecto no resultó como debería. Un coche envistió el vehículo del artista, provocando la muerte de Manrique al quedarse atrapado entre la carrocería de su jaguar.
Este accidente de tráfico conmocionó al mundo artístico y a toda la población lanzaroteña. César Manrique se fue dejando varias obras a medias, proyectos incompletos y un sinfín de ideas que nunca vieron la luz. El artista había revolucionado la isla de Lanzarote en todos los sentidos, desde el reconocimiento de ella fuera del Archipiélago como entre la ciudadanía canaria.
Lanzarote no fue el único escenario en el que el artista expresó su arte, pero sí el más representativo. Quien haya visitado la isla de los volcanes ha observado que el espíritu de Manrique está en cada uno de sus pueblos y en cada una de sus playas. Tras haber estado viviendo en lugares como Madrid y Nueva York, regresó a su tierra con la idea de posicionarla en el lugar que merece.
«El amor por el arte y por la naturaleza»
Manrique creaba obras que intensificaron el valor de la propia isla, respetando cada parte de ella. «César Manrique se integró en el territorio, incluso se camufló en el», detalla el director de la Cátedra Cultural de César Manrique de la Universidad de La Laguna (ULL), Francisco José Galante. El artista defendía la importancia de la naturaleza autóctona por encima de todo, su prioridad siempre fue Lanzarote. «El concepto de la vida de Manrique estaba vinculada a la naturaleza. Era una cuestión importante», prosigue.
El responsable del departamento pedagógico de la Fundación César Manrique, Alfredo Díaz, asegura que el artista divulgaba un mensaje claro «el amor por el arte y por la naturaleza». Díaz entiende que el planteamiento que seguía el autor se comprendía en el entorno como modelo y el empleo artístico como la representación de su esencia. «Él buscaba la belleza en los valores singulares de cada lugar del Planeta», añade.
Según destaca el catedrático, la obra de Manrique es cooperativa debido a que detrás de sus ideas innovadoras había un equipo que les hacía realidad. «Todo es el fruto de una obra que fue capaz de ofrecer la imagen de una nueva isla, guiada por el concepto de la belleza», detalla. Además, añade que «hay una conexión entre arte y vida en la obra de Manrique». Continúa aclarando que «su obra suscita emoción gracias a ese concepto de lo sublime, al acercamiento del paisaje. Su obra está en las entrañas de la tierra».
Sin embargo, a pesar de los trabajos que realizó César Manrique en Lanzarote para potenciar su relevancia ante el pueblo lanzaroteño y ante el resto del Mundo, ¿su identidad e ideología se ha mantenido estas tres décadas?
«Esa distinción turística que estandariza, altera y anula la esencia singular del paisaje y de sus habitantes»
Durante aquella época, Lanzarote atravesaba un gran deficit económico. Eran tiempos difíciles para la ciudadanía de la isla. Alfredo Díaz expresa que «Manrique entendió que el turismo podía sacar a Lanzarote de su pobreza secular». No obstante, recalca que él tenía muy claro que no era aceptable cualquier clase de turismo. Con esto, Díaz se refiere a «esa distinción turística que estandariza, altera y anula la esencia singular del paisaje y de sus habitantes».
Según comenta de la directora de Arte y Producción Cultural de los Centros de Arte, Cultura y Turismo (CACT) de Lanzarote, María José Alcántara, «él vio la posibilidad de que la Isla pudiera ir mejorando e ir atrayendo público». Además, reitera que «Manrique supo enfocar su visión hacia el paisaje, hacia el territorio, hacia la naturaleza».
Asimismo, Francisco José Galante explica que Lanzarote era una isla marginada, donde el trabajo escaseaba y mucha gente tenía que emigrar hacia otros territorios. «Manrique vio que la Isla tenía posibilidades turísticas. Él lo vio claro y lo hizo», resalta Galante.
«Hay que diferenciar aquel turismo con el de la actualidad. No era masivo» matiza el catedrático. Clarifica que este sector se pensó para una isla que estaba asentada en una economía, prácticamente, de subsistencia. «Este luego se desarrolló, es decir, se facultó un desarrollo del turismo», esclarece Galante. Sin embargo, declara que «Manrique no sospechó que este impulso del sector iba a comerse esa obra».
«Este turismo que existe en la actualidad no ocurre solamente en Lanzarote, sino en cualquier lado es producto de la globalización y de un sistema capitalista totalmente caduco y obsoleto», considera el catedrático de la ULL. Añade que este sector «le interesa al poder actual, a los sistemas políticos», debido a los suculentos beneficios que genera en la isla.
«Manrique entendió el desarrollo de este sector como oportunidad siempre y cuando no se pusiera en riesgo su patrimonio natural y cultural», defiende Alfredo Díaz. Asimismo, aclara que, durante las décadas de 1964 y 1984, «la isla gozó de un crecimiento turístico controlado y muy responsable». Sin embargo, detalla que «a partir de ese momento el crecimiento se desbocó y Lanzarote fue perdiendo su esencia».
El responsable pedagógico de la Fundación matiza que «la isla sigue resistiendo, pero solo desde el punto de vista estético, ya que las contradicciones son muchas».
«El legado es importante desde el punto de vista intangible»
El profesor del grado de Turismo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canarias (ULPGC) Pedro Hernández considera que «en la actualidad, el legado de Manrique es importante desde el punto de vista intangible, desde el punto de vista de la inspiración». Por otro lado, matiza que, en este sentido, «Manrique inspira a las nuevas generaciones a que es necesario movilizarse si queremos defender frente a la política el modelo de desarrollo de las islas».
Una muestra son las pasadas manifestaciones turísticas del 20 de abril. Momento en el que la ciudadanía canaria salió a las calles a reivindicar un cambio en el modelo provincial de este sector.
De igual manera, la directora de Arte y Producción Cultural de los CACT de Lanzarote, María José Alcántara, comenta que con el paso del tiempo se van modificando todo. «Es muy difícil que podamos mantener hoy, en el siglo XXI, lo que se pudo empezar en el XX», considera. Alcántara detalla que «las cosas se van complicando porque hay intereses políticos y empresariales». No obstante, asegura que «cada vez más, tanto el político como el empresario, se están concienciado en eso».
Alfredo Díaz concibe que Manrique «dejó el patrimonio arquitectónico más importante de Lanzarote». Considera que el desarrollo responsable es posible «cuando se respete el patrimonio natural y cultural, se apueste por la singularidad de los lugares y cuando se tiene en cuenta que todo territorio tiene un límite». En caso contrario, señala que «el caos está servido».
Francisco Galante detalla que «Manrique casi no fue reconocido en vida». Incluso añade que «el reconocimiento de su obra en Canarias ha sido después de su muerte». Asimismo, recalca que «es ahora, más de 30 años después de que ya no existe Manrique, cuando la gente se está dando cuenta de la necesidad del artista». Aunque considera que «algunos políticos lo están utilizando como un objeto, no como un motivo».
La vida tras la muerte
El legado de Manrique enfrenta retos en el contexto actual. El desarrollo turístico que él promovió para sacar a Lanzarote de la pobreza ha evolucionado, a veces de manera que contraviene sus principios de sostenibilidad y respeto por el medio ambiente. Alfredo Díaz, del departamento pedagógico de la Fundación César Manrique, y otros expertos como Pedro Hernández y María José Alcántara, subrayan que la isla ha visto un crecimiento turístico descontrolado desde mediados de los 80, erosionando su esencia original.
A pesar de estos desafíos, el espíritu de Manrique sigue vivo, inspirando a nuevas generaciones a defender un modelo de desarrollo que concilie el progreso con la preservación del patrimonio natural y cultural. Las recientes manifestaciones en Canarias reflejan un despertar de la conciencia sobre la importancia de mantener el legado de Manrique intacto frente a los intereses económicos y políticos.
Tres décadas después de su fallecimiento, el reconocimiento de Manrique, de su obra y de su ideología ha crecido, aunque, como señala Galante, mucho de este reconocimiento ha llegado póstumamente. El trabajo del artista, descrita como una simbiosis entre arte y naturaleza, suscita emociones profundas y continúa siendo una guía sobre cómo el desarrollo puede y debe respetar los límites naturales y culturales de un territorio. Sin embargo, la lucha por mantener su legado y visión en un mundo cada vez más globalizado y consumista sigue siendo una batalla constante.
César Manrique no solo dejó una huella indeleble en el paisaje de Lanzarote y de Canarias, sino que también legó un modelo de desarrollo sostenible que aún hoy sigue siendo relevante y necesario. Su obra y visión recuerdan que el verdadero progreso radica en encontrar un equilibrio entre el crecimiento y la preservación de lo que nos hace únicos.