La adolescencia: una etapa desconcertante y llena de cambios que nos lleva a cuestionarlo todo, incluso al propio ser humano. En medio de este torbellino de emociones encuentro consuelo en la música de Keane, quien, de alguna manera, se ha convertido en mi confidente más fiel. Sentada en la terraza, con una copa de vino en la mano y Everybody’s Changing sonando en bucle, encuentro un refugio donde puedo ser yo misma, lejos de las expectativas y presiones del mundo exterior.
Es curioso cómo en este período de la vida, donde la búsqueda de identidad y la lucha por encontrar nuestro lugar parecen ser los protagonistas, nos encontramos con obstáculos que a veces nos parecen insuperables. Esa sensación de que el destino tiene un plan preparado, que se contrapone con el vacío que, a menudo, sentimos en nuestro interior. ¿Quiénes somos realmente? ¿Qué queremos ser? Son interrogantes que nos persiguen constantemente, sumergiéndonos en un pozo de autocompasión y confusión.
«La adolescencia es un trayecto interminable donde la búsqueda de identidad choca con las expectativas y deseos de quienes nos rodean»
La escritura se convierte entonces en mi tabla de salvación, en el único medio a través del cual puedo dar voz a mis miedos y frustraciones. Escribir es liberador, es la forma en que puedo expresar sin filtros todo aquello que me atormenta, sin importar lo mundano o doloroso que pueda sonar. Sin embargo, esta libertad que encuentro en las palabras es incomprendida por quienes más deberían entenderme: mi familia.
La falta de comunicación se transforma en una barrera infranqueable entre mi hogar y yo. A pesar de sus esfuerzos por guiarme y brindarme las herramientas necesarias para enfrentar la vida, nos encontramos en mundos paralelos que parecen no entenderse. Me culpo a diario por esta brecha que se ha formado, por no encontrar la manera de hacerles entender que sigo siendo la misma persona, aunque mis fantasmas me lo dificulten y mi madurez me haga tomar conciencia.
La adolescencia es un trayecto interminable donde la búsqueda de identidad choca con las expectativas y deseos de quienes nos rodean. Es un camino lleno de altibajos, de momentos de claridad y confusión, donde la música y la escritura se convierten en fieles compañeras. Aunque la travesía pueda parecer solitaria, es importante recordar que no es así y que quizás en un futuro todo tenga sentido.