«El problema no es solo que genere adicción o violencia»
Esther Torrado estudió Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Pontificia de Salamanca y Trabajo Social en la Universidad Complutense de Madrid. Comenzó su carrera profesional desde la intervención, por lo que trabajó en atención a la mujer en los Servicios Sociales de Extremadura, Madrid y Tenerife. En la Isla, se incorporó en el Instituto Canario de la Mujer, en el servicio de violencia y en algunas ONG en el Cabildo. Cuando completó su doctorado, se incorporó a la Universidad de La Laguna.
Actualmente, es profesora titular del Departamento de Sociología y Antropología. Su carrera se centra en el estudio de la mujer y la investigación de la violencia machista. Torrado declara que su interés por el estudio de la pornografía apareció tras «otras muchas investigaciones, siempre desde la perspectiva feminista».
Entre sus investigaciones aparecen las migraciones no autorizadas, la trata sexual de mujeres y niñas, la prostitución y, finalmente, la pornografía como una distopía patriarcal. «Es parte de una industria para la explotación sexual. La trata, la pornografía y la prostitución forman parte de una economía circular de la violencia», dice la docente. Asegura que la mayor parte de quienes consumen prostitución han accedido a la pornografía a edades tempranas y siguen viéndola. Por tanto, afirma que «la pornografía es la teoría y la prostitución o la violencia sexual es la práctica».
La docente explica que comenzó realizando un estudio pionero en Canarias sobre sexualidad y consumo de pornografía en jóvenes, siguiendo la metodología del doctor Ballester de la Universidad de las Islas Baleares. «Ambos archipiélagos tienen un comportamiento muy parecido en cuanto a violencia sexual, los datos del ministerio así lo avalan», asegura. Añade, además, que las Islas cuentan con una de las tasas más altas en este tipo de crímenes.
Los resultados de su estudio concluyeron que el consumo es mayoritariamente masculino y que «comienzan a ver pornografía alrededor de los doce años, pero pueden acceder a ella desde los ocho con su primer móvil», asevera Torrado.
«La juventud no va buscando los vídeos»
Por otro lado, la docente afirma que «la juventud no va buscando los vídeos», sino que es un formato al que se puede acceder fácil y desde cualquier lugar. «Es una actividad muy lucrativa, además de global», cuenta Torrado. Añade, además, que «cualquiera puede ver el mismo contenido desde cualquier país».
Esther Torrado expresa especial preocupación porque las imágenes «son bastante violentas». Esto puede traer consecuencias negativas porque «los chicos tan jóvenes no están preparados para ese tipo de pornografía y no diferencian la violencia de la sexualidad», subraya. Asimismo, menciona que «erotizan la violencia, de ahí el aumento de prácticas peligrosas, según declaran muchas mujeres en situación de prostitución». También apunta que el fenómeno de las manadas tiene mucha relación con esto.
La docente explica que, cuando no existe la educación sexual, «la pornografía constituye una escuela de desigualdad». Por tanto, «los chicos intentan reproducir lo que ven con sus iguales». A esto se suma que «en caso de que no puedan realizar esas prácticas, lo hacen con mujeres en situación de prostitución».
Finalmente, Torrado manifiesta que no cree que exista la pornografía ética ni feminista, ya que «estamos hablando de un subproducto para la explotación sexual». Destaca también que las grandes corporaciones del porno «saben que las mujeres y las niñas no somos grandes consumidoras». Lo que buscan las empresas es «captar demanda, así que inventan nuevos productos y nuevas ofertas para su público», expone.