La quinta Jornada Atlántica de Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia tuvo lugar ayer sábado, 30 de marzo, desde las 09.00 horas hasta las 20.00 horas, en el Real Casino de Tenerife. El acto fue dirigido por Javier de Loño, exjefe de Psiquiatría Infantil del Hospital de la Fe (Valencia) y Juan Capafons, catedrático de la Universidad de La Laguna. Durante todo el día se expusieron diversas ponencias que giraban en torno a la temática de la marginación y la violencia. Una de ellas fue la impartida por Celia Nevado, directora del programa Menores y Violencia de la Fundación Márgenes y Vínculos. Expuso una charla sobre abuso sexual en la adolescencia.
La ponencia comenzó sobre las 12.00 horas. Celia Nevado introdujo qué es lo que hacen en la Fundación. En el año 1998 empezaron a trabajar con programas de prevención y asistencia en materia de violencia sexual a menores y luego, ya en 2001, programas específicos para menores víctimas de agresión sexual, apoyado por la Junta de Andalucía. En las últimas décadas han implantado estos protocolos de actuación en Extremadura y Canarias.
Tras esta introducción entró ya en temario con el concepto de victimología del desarrollo. “La infancia y la adolescencia es una etapa de muy alta vulnerabilidad a ser víctima”, comentó la ponente. Esto es así porque tienen menor credibilidad y son vistos por el agresor como personas vulnerables, principalmente. “El daño que pueda sufrir un adulto, en la infancia y en la adolescencia tendrá unas repercusiones especiales, sobre todo si no reciben el tratamiento adecuado”, añadió.
La edad es un factor de simetría frente a las conductas sexuales
Un apunte importante fue el de recordar que todas las conductas sexuales que se dan en los niños no son problemáticas. Algunas son de autoexploración. Por eso hay que estar bien formados para saber diferenciar unas de otras. “Se identifican conductas problemáticas, a veces, aquellas que son normativas y otras veces todo lo contrario”, agregó. Puso varios ejemplos para demostrar qué tipo de situaciones son habituales y entender así que no hay que escandalizarse ante ellas.
Acompañada de soporte audiovisual, que utilizó durante toda su exposición, mostró un cuadro con las acciones que no deberían alarmar. Para ello, se estudia también la edad de los niños en relación a la conducta sexual. Es un factor que determinará si la acción es adecuada o preocupante. Recalcó que, lo normal no sería que un niño realizara ciertos actos y expresiones propios de un adulto. Es necesario observar que esas actuaciones no estén afectando en sus relaciones con los demás debido a no poder controlarlo.
Cuando se trata de un comportamiento no problemático no hay que intervenir, porque forma parte del desarrollo de los niños. Cuando sí lo es hay que actuar de manera determinada. Aclaró que un niño con conductas sexuales inadecuadas no siempre es porque haya sido víctima de abuso sexual: “No es un indicador altamente específico. Y menos ahora que tenemos una fuente de deseducación sexual, que son las nuevas tecnologías”. A través de estas el niño ve imágenes que luego quiere explorar, pero nadie le explica, interpretándolas de manera errónea.
Sospecha y comunicación judicial
Celia Nevado expuso con sumo detalle todo el proceso judicial en estos casos tan delicados. Los testimonios de los niños son necesarios a la hora de evidenciar un abuso sexual. Para ello hay que recurrir a preguntas cercanas que creen un ambiente cómodo y no aparente un interrogatorio. A partir de ahí se empezará a trabajar como posible víctima y desde que haya una sospecha objetiva debe haber comunicación judicial. Se llevará a cabo una valoración forense y otra clínica, para proceder luego al plan de intervención.
Según las experiencias de trabajo, añadió que hay factores para ser víctima de violencia sexual como el nivel de desarrollo, la ingesta de alcohol o drogas, haber sufrido abusos previos… Los casos se pueden dar por parte de un adulto intrafamiliar, parejas, violencia en citas, grupal, facilitadas por el consumo de sustancias, un amplio abanico de posibilidades. En este momento se reflejó tanto en su manera de hablar como en el silencio de los presentes el impacto que había causado todos estos elementos.
El riesgo es que “no hay un cuadro sintomatológico específico” que nos diga que esa persona ha sido víctima. En las chicas la afectación que se da es el sentimiento de culpa, mientras que en los chicos se desarrolla una actitud más agresiva. Para describirlo mejor, lo acompañó de una anécdota que servía para ejemplificar esa culpabilidad que sufren las jóvenes.
Espiral
En medio de la explicación, Celia Nevado no dudó en hacer un paréntesis. En él invitó a los presentes a que visionase el corto que realizaron desde la Fundación Márgenes y Vínculos, llamado Espiral. En él se refleja el sufrimiento que conlleva un procedimiento jurídico en las víctimas. Este añadido, supuso una desconexión momentánea de todo el repertorio teórico. Por eso, hacer este inciso llamó mucho la atención y rompió con la monotonía del discurso.
Continuó enumerando los efectos iniciales en los perjudicados de este tema. Sentimientos de culpa, intentos de suicidio, afectación a la esfera sexual, trastornos alimenticios, embarazo, entre otros. Los adolescentes expresan el malestar emocional que sufren a través de la huida o la agresividad, pues «sufrir una victimización sexual repercute negativamente, pero no siempre presentan síntomas ni es necesario una intervención terapéutica”.
En algunas diapositivas mostró dibujos que habían hecho las víctimas en las que se pedía que mostraran cómo se sentían. Las imágenes eran vacías, carentes de color, solo se veían figuras. Apareció otra más elaborada en la que se podía observar colores oscuros y una sensación de agobio. “La mejor terapia es aquella que, tras la experiencia traumática y su revelación da apoyo a las emociones de la víctima y aborda sus dificultades concretas”, indicó.
Es importante trabajar con jóvenes que están empezando a cometer violencia sexual, ya que son responsables de un 20 % de casos por abusos. Las causas que les motivan a llevar a cabo estas acciones son: aislamiento social, antecedentes de haber sido víctima de abuso sexual, maltrato o negligencia; exposición temprana al sexo, intereses sexuales atípicos, ansiedad y baja autoestima.