Katya Vázquez realiza en la actualidad el doctorado en la ULL Foto: PULL

«Ser profesora voluntaria me enseñó lo que es la verdadera empatía»

Sociedad

«Trabajar con la sangre me producía reparo»

En Tenerife existe una juventud distinta a la que aparece en televisión cuando se emite el noticiero de la vuelta al cole. Son jóvenes que combaten con impedimentos más allá de las materias de clase. Luchan con su condición financiera, familiar, lugar de origen e incluso estado de salud. No obstante, existe gente que da su tiempo. Katya Vázquez participó en 2018 como docente de apoyo, interés que surgió  durante su formación en el grado de Español Lengua y Literatura en la Universidad de La Laguna. En la actualidad, cursa el doctorado en Literatura Hispanoamericana y es autora del poemario Entre los interludios.

Vázquez forjó su paciencia al entrar en Cruz Roja Tacoronte para apoyar a menores en riesgo de exclusión. «Fue increíble que la experiencia del voluntariado apoyase tanto mi forma de enseñar», apunta. Su método educativo se basa en actividades lúdicas que inciten al alumnado a participar.

Una segunda oportunidad con Cruz Roja


La estudiante encontraría su lugar en Cruz Roja otra de las posibilidades de voluntariado que ofrece la Universidad. Asevera que dentro de la propia organización existen distintas ramas para ayudar. Sin ningún tipo de experiencia en otro ámbito más que el académico optó por trabajar con jóvenes, ya que era una de sus ilusiones desde siempre. Realizó el trámite correspondiente y terminó como docente voluntaria en el municipio de Tacoronte para menores y adolescentes en riesgo de exclusión social.

Para la estudiante de doctorado el ámbito académico es importante, pero no lo es todo en la vida. Cree que esta juventud sufre de problemas más graves que no saber sobre una materia.  En palabras de la profesora: «Es cierto que mi misión era enseñarles las asignaturas en las que tenían dificultades, sin embargo, creo que lo más valioso que se llevaron fue una bonita experiencia y lección de vida a través de la convivencia en clase».

La estudiante de doctorado al lado del edificio de Filología de la ULL. Foto: A. S.

«Sabes que no importa el francés cuando ves a una madre pidiéndote un bote de garbanzos para comer»


Explica que la merienda era un momento clave para la gente que acudía a las clases, un reclamo, ya que algunas personas solo venían por la comida. «Sabes que no importa el francés cuando ves a una madre pidiéndote un bote de garbanzos para comer esa tarde», cuenta la profesora.

Critica que la organización podría mejorar la experiencia de la gente voluntaria mediante fichas técnicas que contuviesen información sobre el estudiantado. «En muchas ocasiones no sabía siquiera a qué colegio o instituto iban y quiénes eran sus docentes», explica. Piensa que esta juventud está más preocupada por los problemas inmediatos como el hambre que por el análisis morfosintáctico.

«El problema del alumnado en riesgo de exclusión es su hogar»


La docente notó que su grupo tenía muchísimos problemas fuera del ámbito académico que impedían una evolución normal y constante en el aprendizaje. Vázquez sabe que para esa juventud es una utopía encontrar un hogar tranquilo y sin problemas de ningún tipo.

Cree que la problemática reside, en general, en el entorno. Asegura que «cada menor en su casa tenía una situación particular, que el alumnado a veces se quedaba en casa y que a sus progenitores les daba igual». Esta situación se daba más en adolescentes. Más allá del ámbito académico, reincide en el pensamiento de que, en realidad, la mayoría de las veces, lo que necesitaban era a alguien que les escuchara.

«Sentí que no tenía las herramientas para ayudar a mi clase»


«Los grupos eran enormes y me costaba atender bien a todo el mundo», asegura la profesora. Considera que la diferencia de edades en el aula tiene sus ventajas y desventajas. Explica que una de las cosas positivas era que al ser muchos se ayudaban cuando no entendían algo, sin embargo, sí le hubiese gustado tener grupos más pequeños para darles un trato  individual y personalizado.

Expone que «otra de las cosas a mejorar del voluntariado en un futuro sería una especie de formación con nociones básicas de pedagogía o incluso psicológicas para tratar con adolescentes». A esta petición añade un curso de primeros auxilios que no dieron desde Cruz Roja en ningún momento. «Menos mal que no tuve que lidiar con ninguna emergencia sanitaria ya que me hubiese sentido indefensa», subraya.

Confiesa que le dio pena despedirse de su clase. Aunque solo estuviese allí unos meses tuvo un gran impacto en su vida ver una realidad distinta a la que estaba acostumbrada. Tiene claro que su trabajo fue más allá de enseñarles francés, inglés, lengua y literatura. Ante todo quiso ser una figura de apoyo en la vida del estudiantado y que las lecciones fuesen una manera de evadir los problemas del día a día.

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