Rocío Negrín, bailarina y estudiante de Maestra en Educación Primaria. Foto: PULL

«Para bailar en casa hace falta música, algo de espacio y tu propio cuerpo»

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Rocío Negrín Martín tiene 21 años, estudia segundo del grado de Educación Primaria en la Universidad de La Laguna y baila desde que tenía apenas tres años. Durante toda su vida ha estado en diferentes escuelas de danza o grupos de la Isla, como la Escuela de Música y Danza de Adeje, el Centro Internacional de Danza de Tenerife o el grupo Ellas, entre otros. Ha recibido formación de danza moderna, ballet clásico, danza española y hip hop. Asimismo, reconoce que a quienes bailan no les afecta demasiado estar confinados en casa debido a la cuarentena porque hay muchas clases en directo en las redes sociales.

¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta de bailar? «Lo que más me gusta es bailar en sí, es decir, sentirte libre y expresar lo que tú quieras, como quieras y donde quieras con tu cuerpo. Es maravilloso el hecho de sentirte de una determinada manera y que, de repente, con una música tu cuerpo empiece a fluir y salgan cosas de ti que con palabras no puedes decir. Por otro lado, lo que menos me gusta es que hay muchos sitios donde se ve como una competición y esto genera unos sentimientos negativos que no van nada acorde con los valores que el baile lleva intrínsecos, que son la libertad, pasarlo bien y expresar con tu cuerpo. Estos valores se pierden cuando se busca conseguir objetivos a través del baile».

¿Es difícil compaginarlo con las clases de la Universidad? «En mi caso, estoy en un punto en el que en mi vida tienen más prioridad mis estudios que el baile. Se puede compaginar obviamente, no es imposible, ya que las clases son por la mañana y puedes dedicarle las tardes a bailar. El problema aparece cuando te quieres dedicar de manera más profesional al baile porque cuesta mucho llevar el ritmo de trabajo de las clases, ya que también hay que dedicarle muchas horas a tu cuerpo y a tu formación. Para mí no es difícil porque tengo tiempo para las dos perfectamente, pero si te quieres dedicar profesionalmente, es más complicado».

¿Has pensando alguna vez en dedicarte al baile profesional? «Sí, hace cinco o seis años quería hacerlo. El problema fue que entré en Magisterio y me enamoré de la carrera y de lo que puedo llegar a ser como maestra. Sin embargo, si algún día acabo dedicándome solo al baile, no me importaría para nada porque me encanta, pero es verdad que mi tiempo, mis esfuerzos y mis ganas están más centrados ahora mismo en ser profesora que en ser bailarina. Asimismo, creo que puedo aprovechar mis conocimientos de baile en el futuro para llevarlos al aula».

«En el baile, algo que consigues tras meses de esfuerzo, puedes perderlo en dos o tres semanas»


¿Se valora la danza en Canarias? «En general la danza no se valora tanto como otras artes. La gente muchas veces le echa la culpa a las instituciones, pero no siempre la tienen ellos, ya que, por ejemplo, a mi pueblo, Guía de Isora, venían en numerosas ocasiones compañías de danza y teatro y no iba a verlas casi nadie. Ahí la culpa la tenemos nosotros como sociedad por no valorar lo que tenemos».

¿Cómo le afecta a una bailarina estar un tiempo sin bailar debido al confinamiento? «A una bailarina en realidad no le afecta tanto porque alguien que baila solo necesita música, algo de espacio y su propio cuerpo. Obviamente siempre es mejor asistir a clase, pero algo muy bueno que estamos sacando del confinamiento por el coronavirus es que muchas escuelas y profesores están dando clase a través de directos de Instagram. Esto es algo muy positivo porque yo, particularmente, estoy recibiendo clases virtuales de gente a la que admiro y que sin esta situación de cuarentena no hubiese tenido jamás».

¿Cómo se puede seguir el ritmo desde casa? «En mi caso me gusta hacer un poco de todo. Lo primero que hago es un calentamiento del cuerpo. Después, hay días que me gusta dedicarlos a hacer ejercicios y para ello hay muchas aplicaciones donde ponen vídeos de cardio y demás entrenamientos. Otros días me apetece más bailar, así que busco clases en directo, busco bailes e intento imitarlos o incluso monto mis propias coreografías. Al final siempre estiro un poco para no perder la flexibilidad. Una rutina de este tipo no está nada mal para mantener la forma y, además, puede realizarse perfectamente en casa».

Se dice que la danza es muy desagradecida en cuanto a la técnica, ¿estás de acuerdo? «Estoy completamente de acuerdo. Algo que se consigue tras meses de esfuerzo, puedes perderlo en dos o tres semanas. Es una disciplina muy difícil en ese aspecto y lo he vivido en mis propias carnes, ya que llevaba un ritmo de baile muy fuerte porque estuve tres años en el Centro Internacional de Danza entrenando todos los días, luego estuve en el grupo Ellas un año compitiendo y después de todo eso he tomado clases, pero no he vuelto a entrenar con esa intensidad. Ahora mismo me cuesta muchísimo hacer cosas que antes me salían de manera natural, pero con esto de la cuarentena lo estoy recuperando de nuevo porque me motivo mucho en casa».

«Los estereotipos que le tenemos asignados a la danza están desapareciendo»


¿Es una disciplina muy sacrificada? «Sí, sobre todo en cuanto al hecho de que hay que dedicarle muchas horas si quieres conseguir resultados. Pero todo sacrificio tiene recompensas y esas recompensas son muy satisfactorias porque cuando consigues lo que te propones la sensación es increíble. También influye la respuesta que te da la gente que te ve, gustar es muy bueno. En definitiva, es muy sacrificada, pero vale muchísimo la pena».

¿Hay machismo en la danza? «Sí. Al baile le tenemos asignados estereotipos que poco a poco se están disolviendo y cada vez más la gente baila sin importar si es un chico o una chica. No obstante, es verdad que evitamos un poco que los niños bailen y les damos otras opciones y, en cambio, a las niñas casi que les obligamos a bailar. Ahora mismo estoy dando clase a niños de 5 años en un colegio y me enorgullece ver que no tienen ningún problema en cuanto al sexo. Me he dado cuenta de que el problema viene en lo que los adultos les inculcamos. En conclusión, todavía nos queda mucho camino por recorrer, pero creo que estamos avanzando hacia una buena dirección».

¿Qué consejo le darías a niño que quiera bailar pero no se atreve por lo que piensen los demás? «Es muy difícil, pero le diría que persiga sus sueños y, aunque suene a tópico, que su vida es solamente suya y tiene que aprender a quererse a sí mismo para que no le importe lo que digan los demás. En segundo lugar, tiene que trabajar por lo que quiere porque, si lucha por algo con mucha fuerza, lo va a conseguir. Sé que no es un proceso fácil, pero hay que ser consciente de que es tu vida y nadie más puede elegir por ti y que, como me dice mi madre, ‘de la vergüenza no se come’. Ser diferente te hace único, así que deslumbra y resalta por encima del resto».

¿Cómo definirías bailar con tres palabras? «Arte, esfuerzo y libertad».

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