Durante décadas, el rugido de los motores en Canarias ha sido sinónimo de tradición, velocidad y emoción. Las carreteras canarias han supuesto para pilotos y copilotos internacionales un reto por sus características serpenteantes y el calor que desprende el asfalto. Las personas aficionadas a este deporte muestran su apoyo tanto a equipos canarios como venidos de fuera, con gritos y vítores en cada curva.
Pero ese sonido, casi siempre, llevaba timbre masculino. El automovilismo se instaló en las islas a mediados del siglo XX, de la mano del auge del turismo y la llegada de coches modernos al archipiélago. Entusiastas organizaban pruebas de montaña y rallyes improvisados, y durante mucho tiempo las carreteras y los podios hablaron solo de hombres. Hoy, esa voz comienza a tener también acento femenino.
Las primeras carreras oficiales, celebradas en la década de los años cincuenta, congregaban a pilotos aficionados cuyos vehículos a menudo provenían de concesionarios locales o incluso de familiares que prestaban el coche para la prueba. Las carreteras eran un hervidero de aficionados, pero muy pocas eran mujeres. Aun así, detrás del público había una pasión incipiente: muchas eran hijas de mecánicos, remendaban motores y aprendían a cambiar neumáticos antes de saber distinguir entre freno y acelerador.
Este trasfondo doméstico y artesanal fue la escuela de muchas mujeres que, con el tiempo, se convertirían en las protagonistas de la siguiente fase: subirse al asiento del piloto y del acompañante.

La primera toma de contacto
El motor llegó a Canarias gracias al turismo y al flujo de vehículos procedentes del extranjero. En ciudades como Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, surgieron los primeros clubes de motor, donde se organizaban pruebas de regularidad: competencias en las que se medía la exactitud de tiempos y cronos en puertos de montaña como Izaña o Tejeda. En esos encuentros, las aficionadas observaban, aprendían y algunas tomaban apuntes: trazado, frenadas, referencias kilométricas.
Poco a poco, la frontera entre afición y competición se desdibujó.
La pionera: Hortensia Hernández
No pasó mucho tiempo antes de que una mujer decidiera subirse al coche de carreras. A principios de los años 70, Hortensia Hernández tomó los mandos de un coche y se convirtió en la primera piloto profesional de Canarias.
Su pasión nació desde temprana edad junto a sus familiares, quienes tenían un concesionario. «Yo nací en una familia del automóvil; en mi casa era algo natural», expresa Hortensia. Su hermano ya competía en pruebas de velocidad y fue él quien la animó a competir. La conductora se incorporó a equipos femeninos provenientes de la península y ganó la Copa de Damas, una categoría diferenciada de la masculina durante dos años consecutivos.
Hortensia comenta que en su época tuvo suerte, porque la gente la aceptó rápidamente como piloto. «Era una conductora muy segura, hacía tiempos competitivos; nunca era el farolillo rojo al final», recuerda. «Me gané el respeto de la afición y de las marcas», añade. Pero aunque su fama creció, la expiloto confiesa: «No era fácil conseguir patrocinios, y si no se ofrecían, los conseguía por mi cuenta».
Reflexiona también sobre los prejuicios que notaba en la afición. «A mí me costó ser reconocida como piloto; la gente me señalaba como la mujer. Decían: ‘No lo hace tan mal'».
«Fui pionera en competición, pero también como jefa de equipo, a nivel empresarial», destaca Hortensia. Siguió ligada al mundo del motor como directora de escuderías, en un momento en que la representación femenina era mínima.
Aunque ya está retirada y no sigue el deporte con tanta frecuencia, confiesa que la pasión sigue viva en ella. «Aún noto mucha diferencia entre hombres y mujeres. No veo a la mujer integrada; no hay un porcentaje muy alto de mujeres en la competición», asegura.

El motor del cambio
En la última década, se ha producido un cambio profundo que comienza a dejar huella tanto en los números como en el imaginario colectivo del deporte.
Uno de los momentos más simbólicos se vivió en la 59ª edición del Rallye Isla de Gran Canaria, donde se registró la mayor participación femenina hasta la fecha: tres mujeres como piloto, dieciséis como copiloto y un equipo íntegramente femenino. Aunque esa cifra representaba solo un 12 % del total de inscritos, fue considerada un récord en el contexto regional. Desde entonces, se han consolidado más proyectos de inclusión y formación enfocados en ellas.
Un ejemplo de esta tendencia es Mayte Gutiérrez, única piloto y copiloto de la isla de El Hierro y coorganizadora de pruebas locales. Comenzó por una pasión familiar desde niña y actualmente compite con su primo como copiloto. «Esa adrenalina la llevo en las venas», asegura Mayte.

Ese impulso inicial ha tenido resultados evidentes. Según datos de la Federación Canaria de Automovilismo, Canarias lidera actualmente el número de licencias femeninas de automovilismo en España, superando en un 48 % a la segunda comunidad autónoma con más presencia femenina. «Para mí es un orgullo ser los primeros en licencias femeninas», afirma la piloto herreña.
Esta posición de liderazgo se explica, en parte, por el enfoque adoptado por la Federación Canaria de Automovilismo y los equipos, que no solo han abierto espacio en la competición, sino también en el ámbito técnico, formativo y de acompañamiento a nuevas generaciones. «Soy la primera piloto de la isla, pero quiero que en el futuro no sea la única», desea Gutiérrez.
El crecimiento ha sido notable: entre 2013 y 2023, el número de licencias femeninas aumentó en torno al 35 %. Cada año, más mujeres se inscriben en copas regionales, participan en rallys puntuables para el S-CER o se forman en seminarios como Mujer y Motor MM24, que ofrece becas y prácticas profesionales.
Desigualdad en cada curva
A pesar de los avances, las barreras no han desaparecido. El acceso a patrocinios sigue siendo un obstáculo: pocos patrocinadores consideran rentable asociar su marca a una piloto mujer. Incluso los medios especializados, en muchos casos, Hacen noticia de una nueva incorporación mujer al campeonato, pero a lo largo de los años no siguen su trayectoria mediáticamente. «Oí comentarios como ‘no lo hace tan mal’, cuando se referían a mí como una mujer», se queja Hortensia.
Esta falta de visibilidad empuja a las competidoras a generar sus propios contenidos en redes sociales, donde documentan cada entrenamiento, ajuste mecánico y etapa completada. La mayoría no depende de la proyección en medios tradicionales; ellas mismas dan a conocer su trabajo de forma autónoma. Mayte Gutiérrez aprovecha cada momento vinculado a su actividad para publicar en redes y atraer patrocinadores. «No siempre es fácil conseguirlos, y mucho menos mantenerlos», expone.
«El día que me suba a un podio, quiero que me den un trofeo, no un ramo de flores»
Cuando se les pregunta por el futuro, todas coinciden en que desean ver a más niñas integradas en este mundo. «Me gusta que las niñas vean que pueden, y si quieren, lo hagan», afirma Mayte. Mira hacia atrás y reconoce lo mucho que ha cambiado: «Yo era una de esas niñas que pensaba que era imposible ver a una chica canaria en una prueba del mundial y hace un mes, era yo quien estaba ahí».
Equipos como Copi Sport Rally Team lanzan cada año seminarios y programas especialmente dirigidos a mujeres en el motor. Existe también el programa Mujer y Motor, que constituye cuatro equipos integrados solo por mujeres para correr en slaloms y pruebas del campeonato regional. «El deporte es muy hermético y con iniciativas como estas logramos llegar a nuevo público», expresa Esther Hernández, copiloto y piloto de rally del norte de la isla de Tenerife.
Sin embargo, hay categorías exclusivas para mujeres que siguen siendo polémicas. La piloto herreña se muestra crítica: «No me gusta que nos diferencien en categorías exclusivas; me gusta que nos sumen», reflexiona. «El día que me suba a un podio, quiero que me den un trofeo, no un ramo de flores».
Más que velocidad, un cambio de mentalidad
La creciente visibilidad de las mujeres en el automovilismo canario no es solo una victoria deportiva, sino también un fenómeno cultural de gran calado. Durante décadas, una mujer al volante ha sido símbolo de exclusión, pero hoy esa barrera comienza a romperse.
Como explica la socióloga deportiva Patricia Ojeda, en un estudio de la Universidad de La Laguna: «La representación femenina en deportes tradicionalmente masculinos activa procesos de identificación y pertenencia fundamentales para la igualdad real».
Esta inclusión ha transformado incluso el lenguaje de las retransmisiones. Frente al discurso del piloto solitario, heroico y agresivo, las mujeres han introducido narrativas más técnicas y colaborativas. Se habla de preparación, trabajo en equipo y equilibrio mental. «La complicidad es fundamental; somos los ojos del otro dentro del coche», asegura Mayte.
Están donde siempre debieron estar
Las que hoy pisan fuerte el acelerador no buscan solo trofeos: quieren allanar el camino. «Nos gusta incluir a la gente», afirma Esther. «Si viene gente nueva esto va a crecer todavía más, se va a poner cada vez más interesante», espera la copiloto tinerfeña.
Su presencia en los campeonatos no es simbólica ni anecdótica. Compiten, forman, innovan e inspiran. Están en la carretera, en el parque cerrado, en las escuelas y en las gradas. Están donde siempre debieron estar.










