Bailarina en el IV Certamen de Anabel Melián. Foto: N. Nieves

Más allá del arte: lo oculto de la danza

Sociedad

La danza, a menudo asociada con elegancia y expresión artística, revela una realidad sorprendentemente compleja para quienes la practican de manera profesional. Desde los primeros pasos en la formación hasta en el ámbito laboral, quienes la ejercen profesionalmente, se encuentran inmersos en un entorno plagado de desafíos. A pesar del inquebrantable compromiso y la meticulosa preparación que demanda esta disciplina, muchos se enfrentan a condiciones laborales desalentadoras.

Los salarios, lamentablemente, no reflejan ni de lejos el esfuerzo y la intensidad de trabajo que dedican. Resultando en una compensación financiera desproporcionadamente baja comparada con las extensas horas invertidas y los sacrificios personales que conlleva. Esta discrepancia no solo afecta su estabilidad financiera, sino que también subraya la persistente infravaloración social de su arte, alimentada por estereotipos arraigados y juicios injustos que añaden una carga adicional sobre sus hombros.

Además del aspecto económico, a menudo enfrentan un entorno laboral que puede ser físicamente agotador y emocionalmente desafiante. El trato inapropiado por parte de jefes y jefas, así como la presión constante para mantener estándares físicos rigurosos, contribuyen a un ambiente que puede ser hostil y desmotivador.

Las lesiones físicas, lamentablemente comunes en esta profesión de alto rendimiento, representan otro desafío significativo. Estas no solo amenazan su capacidad para realizar su arte, sino que también tienen repercusiones profundas en su bienestar personal, en su identidad como artistas y en su cuerpo, el cual es el instrumento principal de su expresión artística.

Malos pagos y tratos abusivos


Giada Contini, cantante, actriz y bailarina profesional del municipio de Guía de Isora, se encuentra expandiendo su carrera estudiando en Acting Escuela de Artes Escénicas de Madrid tras años de formación en Tenerife. «La industria nunca se ha tomado enserio por la sociedad. Desde que comencé muchas personas me exigen tener un plan b», afirma. Además, ejerce la disciplina como profesión desde los 16 años, por ello aclara que no ha obtenido salarios equivalentes a sus horas laborales y que ha recibido malos tratos psicológicos que le han hecho replantearse seguir siendo artista.

«Tuve una jefa que además de no pagar lo que debía porque era menor, era bastante abusiva y ejercía tratos que en un ambiente laboral normal ni siquiera se concibe», añade. Comenta que esta persona la explotaba en el ámbito relativo al trabajo, la hacía cargar con todo el inventario, realizar funciones bailando de más de una hora sin descanso y que nunca recibió agradecimiento.

«No genera el beneficio necesario para acceder a una vida digna»


Contini comenta que aquellas personas que ejercen el arte del movimiento, necesitan tener un trabajo secundario para poder salir adelante porque su pasión no genera el beneficio necesario para acceder a una vida digna. Este no es el único problema existente según la bailarina. Admite que dentro de este mundo, debido a los estándares sociales que se exigen, tienden a sufrir trastornos dismórfico corporales. «Se nos exige estar delgadas, yo lucho constantemente para que en la industria existan los cuerpos no normativos, por así decirlo, y tengamos visibilidad en las grandes producciones», comparte.

La bailarina dice que las audiciones laborales son inexistentes, las empresas llaman a profesionales ya reconocidos en grandes producciones, de edades que rozan los cuarenta años, para cubrir todas las ofertas disponibles, dando como resultado que las personas de temprana edad no puedan acceder ni siquiera a realizar castings. «Cuando una temporada en un musical se acaba, llaman a la misma persona para otro, de esta manera dejando a las nuevas generaciones sin oportunidades», asegura.

Por ello, Contini aclara que para la gente joven que está empezando, las oportunidades son muy limitadas y que ya no se trata de esforzarse, sino prácticamente solo de tener contactos: «Quieren a gente joven con experiencia, sin otorgar dicha experiencia».

«Hay gente que viene a comerse el mundo»


La actriz además comenta que la mayoría de su profesorado comienza su carrera dentro del mundo del espectáculo a los treinta años, sino es que a los cuarenta. «Nos piden paciencia, pero no se dan cuenta que hay que evolucionar porque pueden perderse generaciones muy bonitas que están intentando crecer en la industria», señala.

Contini afirma que desde su perspectiva hacia artistas con los que se encuentra formándose y con los que ha trabajado existe un montón de talento que la sociedad desconoce y desaprovecha. «Hay gente que viene a comerse el mundo», concluye.

Giada Contini de protagonista en el musical Love in Hate Nation. Foto: N. Nieves

Proyectos y competitividad


Anabel Melián, bailarina, coreógrafa y directora de Anabel Melián Dance Group, también de Guía de Isora, da clases de danza a personas desde los tres hasta los dieciocho años, además de realizar diferentes espectáculos en Tenerife y tener su propio evento.

«Para dar clases de baile es necesario tener una formación psicológica de cara al trato con las personas más pequeñas, hay gente que no lo tiene en cuenta y trata mal al alumnado haciendo que dejen de amar esta disciplina», asegura. Es por ello que desde que inició su enseñanza, su objetivo primordial fue formarse psicológicamente para que su alumnado conociera el mundo del arte del movimiento y no quisiera abandonarlo.

«No sólo soy una bailarina detrás del telón»


La bailarina, junto con su hermano, Adrián Melián, graduado en Organización de Eventos, Protocolo y Relaciones Internacionales, es la directora y organizadora del Certamen de Danza de Anabel Melián. Por ello asegura, que para toda persona que quiera crecer en el baile a través de proyectos propios es realmente muy complejo. «Te dicen muchas veces que no, te exigen mucho papeleo, te ven que eres una bailarina joven y no otorgan confianza en ti», expresa Melián.

Además comenta que «no sólo soy una bailarina detrás del telón durante el evento, los que realizamos este arte somos más que baile, somos más profesiones». Afirma que ha tenido que ser su propia técnica de sonido y luces, peluquera y maquilladora e incluso médico y psicóloga hacia su alumnado.

III Certamen de Danza de Anabel Melián. Foto: Anabel M.

Melián comparte que una de las cosas más importantes que la han ayudado en su formación han sido los obstáculos negativos en su trayectoria. «He recibido denuncias y amenazas con tal de hundir mis sueños, de gente externa a mí, creen que si acaban conmigo esas personas podrían tener un feliz éxito», asevera.

Con tan sólo diecinueve años, la joven alcalanera recibe constantes ataques por redes sociales y críticas hacia su trabajo. Mientras tanto, ha logrado ayudar a diversas asociaciones de la Isla, como son Pichón Trail Project, Asociación de Diabetes de Tenerife y a la Fundación Don Bosco, con un fin totalmente solidario y vocacional.

La coreógrafa comenta que el mundo de la danza es muy solitario, se trata de una industria muy competitiva donde no siempre quien te rodea te desea el bien o tu éxito por encima del suyo. «Estas piedras en el camino también me han ayudado a saber en quien debo confiar y en quien no, ni siquiera tú mismo grupo puede desearte lo mejor, pero una vez te rodeas de la gente indicada es un mundo maravilloso», apunta Melián.

Anabel Melián, en el auditorio de Guía de Isora. Foto: N. Nieves

Estereotipos


Gonzalo Fagúndez, bailarín en formación del municipio de Guía de Isora, lleva bailando desde que su mente es capaz de tener recuerdos. Es actualmente el ganador solidario y coreográfico del IV Certamen de Danza de Anabel Melián y se encuentra formándose en el mismo lugar. «Desde que comencé a bailar con tres años la sociedad me ha puesto la etiqueta de homosexual por el simple hecho de bailar», asegura.

El bailarín comenta que su trayectoria hasta el día de hoy ha sido muy dura, han intentado implantarle que como hombre debe realizar cualquier otro tipo de deporte y no la danza. Es por eso que añade que «cualquier persona puede hacer lo que le gusta, es lo más normal que pase, siempre se me ha juzgado por estar sobre los escenarios y no en un campo de fútbol». Asimismo, manifiesta que por la calle y en las actuaciones que realiza recibe gritos homofóbicos, de tal manera que  cuando reproduce las grabaciones de sus espectáculos lo que percibe son insultos hacia su persona.

«Mi pasión por la danza y mi esfuerzo es mayor que todo ello»


Fagúndez también comparte su postura en desacuerdo hacia la utilización de palabras referidas al colectivo LGTBI+ como ofensa. «Me gritan esas cosas como si de insultos se tratasen, cuando ser lo que te gusta y amar a quien quieras no debería ser tratado como tal sino con normalidad», añade. Por ello dice que «he pensado en dejarlo por lo cansado que me he sentido mentalmente, pero mi pasión por la danza y mi esfuerzo es mayor que todo ello».

Gonzalo Fagúndez ganador del IV Certamen de Danza de Anabel Melián
Gonzalo Fagúndez ganador del IV Certamen de Danza de Anabel Melián. Foto: N. Nieves

Reconocimiento


A pesar de los desafíos y adversidades que enfrentan, la pasión por el baile sigue siendo el motor que impulsa a perseverar en este difícil camino. Sus experiencias subrayan la necesidad urgente de valorar y apoyar adecuadamente a los profesionales de la danza, fomentando un entorno más justo y saludable que reconozca su talento y esfuerzo.

La danza, en toda su belleza y complejidad, seguirá siendo un reflejo del espíritu humano, capaz de inspirar y conmover a pesar de las dificultades que enfrentan quienes la hacen posible.

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