Maquillaje

Opinión

Hoy titulo este artículo con el nombre de la famosa (y pegadiza) canción de Mecano, y todo ello debido a la importancia que cobra hoy en día el maquillaje en todas sus facetas. En concreto, en la vertiente del lenguaje. Podemos decir que este se ha convertido en un elemento susceptible a cualquier crítica, confrontamiento y duda. Por ello, dedico estas líneas a tratar el tema de los eufemismos y lo políticamente correcto.

Antes de entrar en materia creo que es necesario definir el concepto de eufemismo con claridad. Según recoge el Diccionario de la Real Academia Española, nos referimos a eufemismo como la «manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante». Viéndolo así, podemos considerar que su uso ayuda a embellecer el lenguaje y le aporta al mismo un cariz adecuado a las circunstancias, siempre cuidadoso de no herir sensibilidades. ¿Será cierto esto? Antes de discutirlo, qué mejor que conocer algunos ejemplos. Como cantaba Mecano: te vas a horrorizar.

Tomemos la publicación Siete eufemismos que parió la crisis, de la Escuela de Periodismo UAM, publicado en El País. El primero de los siete casos alude al uso de movilidad exterior en el ámbito político para referirse, hablando mal y pronto, a la fuga de cerebros, o al hecho de que cientos de miles de jóvenes han tenido que abandonar España para buscarse la vida, porque en su país natal no existen las oportunidades laborales para ellos, pero sí un 41,9% de paro juvenil (EPA, III Trimestre 2016). Sombra aquí, sombra allá.

«¿De qué nos sirve emplear palabras y expresiones cultas y suavizadoras, si no nos enteramos de nada de lo que se nos está diciendo?»


Otros que me llaman bastante la atención son esos eufemismos que tratan de esconder aquello que no debe ser nombrado. Y no, no me refiero al Señor Oscuro (Voldemort), sino a la palabra crisis. Y es que existen tantas expresiones alternativas a ella que no sabría decir cuál me resulta más cursi. Estancamiento, condiciones adversas, ajustes, período de serias dificultades, y un largo etcétera que hacen que me replantee la ventaja de la riqueza del lenguaje.

Un espejo de cristal, y mírate, y mírate, continúa Mecano. Y es exactamente eso lo que debería hacer la sociedad. Mirarse al espejo y darse cuenta de la realidad falsa y aparente en la que estamos viviendo, y que muchas veces resulta engañosa por culpa de la manera en la que se nos presenta. ¿De qué nos sirve emplear palabras y expresiones cultas y suavizadoras, si no nos enteramos de nada de lo que se nos está diciendo? Y refuerzo la idea de la necesidad de someter a la sociedad a examen con una declaración del catedrático José Sarrión Gualda en su artículo Los eufemismos y el lenguaje políticamente correcto. En él afirma que «lo importante es trasformar la realidad injusta y luego el lenguaje dará testimonio y expresión ajustada de ese cambio».

Pero seamos sinceros con nosotros mismos y aceptemos de una vez por todas que los cambios, a día de hoy, son muy difíciles de realizar. Preferimos resignarnos a la realidad artificial en la que estamos inmersos y tratamos de maquillarla y sacarle brillo de donde no lo hay. Optamos por cubrir y no hablar de lo malo, aun sabiendo que existe. Nos lanzamos a hablar por hablar, sin darnos cuenta de que cada palabra que soltamos por nuestra boca no es real. Escogemos tener por objetivo la figura del bienqueda antes que decir las cosas claras. Y es eso de lo que trata el lenguaje y la comunicación: de hablar claro.

«Debemos ser contundentes y llamar a cada cosa por su nombre, sin tapujos»


Lo peor de que te engañen es que tú sepas que lo están haciendo. Y así de frustrada me siento cuando oigo que a una familia se le va a aplicar un procedimiento de ejecución hipotecaria, y no se dice alto y claro que va a ser desahuciada y puesta de patitas en la calle. Y si a esto se le suma el escándalo que genera que se llamen las cosas tal y como son… Me enfada que la gente se tire de los pelos al leer que Pérez-Reverte llama a unas jóvenes hijas de puta. Unas jóvenes pájaras, como también él las define, que se dedicaron a hacerle la vida imposible a otra chica que terminó suicidándose.

En definitiva, me enerva que no se hable alto y claro, con precisión y sin rodeos. Es la fórmula más efectiva y coherente a la hora de comunicar. Y es que no sirve de nada maquillar las palabras. Debemos ser contundentes y llamar a cada cosa por su nombre, sin tapujos. Porque, si algo es malo, debe expresarse como tal. Es necesario aprender y predicar una comunicación sin ataduras, sin eufemismos que inciten al desconocimiento y a la duda. Porque, a todas estas, ¿quién dice lo que es o no es políticamente correcto?

Ojalá el uso de los eufemismos deje de lado el objetivo de tapar la cruda realidad y se convierta en un elemento que enriquezca el lenguaje; y podamos cantar mira ahora, mira ahora, mira ahora, puedes mirar, y veamos una realidad lingüística acorde con lo que queremos y debemos decir. Todo ello con menos capas de maquillaje.

Viñeta: El Roto.

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