James Rhodes (1975), autor de Instrumental. Memorias de música, medicina y locura, concertista de piano anglosajón y conferenciante, es considerado por muchos un renovador de la música clásica y un ferviente divulgador de lo que en palabras del propio autor “le ha salvado la vida”. Bajo una cuidadísima presentación, Blackie Books trae a nuestro país esta autobiografía que a punto estuvo de no ver la luz. La publicación de este libro se enfrentó a un largo litigio judicial con la exmujer de Rhodes, que trataba de impedirlo en pos de salvaguardar su privacidad y los posibles daños psicológicos que pudieran causar al hijo de ambos. Sin embargo, finalmente pudo ser publicado y la propia editorial presenta en sus paratextos el veredicto judicial: «Alguien que ha sufrido lo que él ha sufrido, y que ha luchado tanto contra las consecuencias de su sufrimiento, tiene derecho a contárselo al mundo. Por eso permitimos la publicación de este libro” (veredicto del juez del Supremo, Lord Toulson).
En algunas ediciones, el texto viene acompañado por un disco con las obras de música clásica que encabezan cada episodio del libro. Además, se puede escuchar en Spotify o visitando la página http://bit.do/instrumental. En otras. también se ofrece una amplia dedicatoria del autor en el reverso de una foto en blanco y negro suya que inspira la portada de los ejemplares en tapa dura.
En su cruda autobiografía, Rhodes se describe de niño como una criatura llena de vida y curiosidad, sociable y normal hasta que un hecho detestable cambió su vida para siempre a los seis años: las repetidas violaciones que sufrió por su profesor de boxeo durante cinco tortuosos años. A partir de ese momento vivirá montado en una montaña rusa consecuencia no sólo del dolor físico que describe de manera desgarradora y que le llevaron incluso al quirófano en repetidas ocasiones, sino las imposibles de diagnosticar secuelas mentales que le condujeron a una vida llena de vicios, drogas, alcohol, prostitución, paranoia, autolesiones, inseguridad, intentos de suicidio e internamientos en centros psiquiátricos.
En medio de todo ello, hubo un momento en la vida de Rhodes que le ayudó a tener siempre algo a lo que aferrarse y que se convierte en uno de los temas principales del libro: la música clásica y el piano. Su encuentro con la Chaconne de Bach le ayudó a recomponerse y a saber que, a partir de ese momento, iba a dedicarse de lleno a su divulgación y acercamiento a todo tipo de público.
«Las páginas de este ejercicio testimonial y valiente relatan las memorias de un hombre que vive torturado y atormentado»
Con un estilo duro, directo, crudo e incluso rozando lo desagradable en ocasiones, las páginas de este ejercicio testimonial y valiente relatan las memorias de un hombre que vive torturado y atormentado. La separación de su primera mujer, la pérdida de la custodia de su hijo y el haber convivido en silencio con el sufrimiento de las atrocidades vividas en su infancia, arrastraron a Rhodes a un mundo infernal en el que la música clásica será la base sobre la que se asienta y da orden tanto a su vida como a sus memorias.
Realmente curiosa es la manera en la que el libro está estructurado: el nombre de los veinte capítulos que le dan forma son piezas de música clásica y el comienzo de cada uno de ellos, una breve descripción de la obra que cita y de su autor.
Salvo las páginas finales en las que parece perderse y no encontrar la forma de cerrar la historia, arrojando una sarta de recurridos consejos de libros de autoayuda, la lectura de Instrumental es una experiencia que requiere una postura activa y empática por nuestra parte. El tono desafectado con el que Rhodes en determinadas partes del libro nos relata la brutalidad de los abusos a los que fue sometido, cómo se dan forma en su cabeza las ideas autolíticas, autolesiones e incluso cuando trata con cierto humor negro pasajes de lo vivido en instituciones psiquiátricas, te provocan, te revuelven por dentro y te empujan a seguir leyendo.
Entre confesiones difíciles de escribir, agradecimientos a todos los que le han acompañado en tantos años de locura y su declaración de amor hacia la música clásica en la que entremezcla su lucha por integrarla en cualquier círculo social, las letras de este libro, son tan difíciles de digerir como de dar forma a sus transparentes y convulsas palabras. Imposible sentirse indiferente, imposible no sufrir con él; imposible no cerrar la última página con deseos de devorar información de esta mente hipocondriaca y ver las cosas contagiados por su espíritu de superación.
Puede resultar duro de leer; más duro resultó escribirlo, vivirlo y tal vez la realidad sea mejor presentarla así, desnuda, sin maquillar, abrupta, rota, directa. Esa realidad que, como dicta la sentencia: “Tiene derecho a contársela al mundo”.