Tres de cada cuatro jóvenes afirman que la pornografía es su única fuente de educación sexual. Foto: PULL

La educación sexual, un derecho que se vulnera a la juventud del siglo XXI

Sociedad

Casi la mitad de las agresiones sexuales producidas en España registra que, al menos una de las partes, es menor de edad. Según los datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2021, 439 menores fueron condenados por delitos sexuales. El Ministerio de Igualdad, sin embargo, expuso, en el Informe sobre deltitos contra la libertad e indemnidad sexual,  que 872 jóvenes, de entre 14 y 17 años, fueron investigados por cometer delitos de agresión sexual. 

Lejos de ser un caso aislado, las cifras demuestran que se trata de un problema estructural cuyo origen, según diferentes especialistas, se encuentra en la falta de educación sexual y en el consumo de pornografía. En los últimos cinco años ha habido 563 violaciones, la mayoría motivadas por ver este tipo de contenidos. Surge, de esta forma, PorNo Hablar,  un proyecto que promueve y fomenta la educación sexual para acabar con la influencia de la pornografía en la sexualidad de las personas jóvenes.

«El proyecto surgió para acabar con la sensación de llegar siempre tarde, en especial, llegar tarde con la educación sexual, una educación que no estamos dando y dejamos en manos de la pornografía», explica Idaira Alemán, coordinadora de PorNo Hablar que, además, está vinculada a la atención de víctimas de violencia sexual. 

A lo largo del pasado mes de marzo, las violaciones cometidas por menores se han incrementado en toda España. La experta considera que, entre otras cosas, uno de los principales motivos que está detrás del aumento es «la falta de educación sexual que se les proporciona a las personas jóvenes» y agrega que «se está vendiendo como sexo algo que poco tiene que ver con la sexualidad y cada vez está más relacionado con violencia. Una violencia en la que no existe el placer mutuo, el diálogo, el afecto o el cuidado»

«La pornografía nos busca»


El consumo de pornografía se ha normalizado de tal forma que, además de haberse convertido en una industria,  cada vez es más accesible, asequible, por su carácter gratuito, y la oferta es ilimitada. Los estudios sitúan que la edad de inicio en la visualización de pornografía se enmarca en torno a los ocho años. «Muchas de las veces este tipo de contenido llega a tu vida de forma accidental porque es la pornografía quien te busca a través de los anuncios», asegura Alemán y esto, en palabras de la coordinadora, provoca que «llegue antes la pornografía que las relaciones sexuales y si se aprende del porno las relaciones sexuales sanas están en riesgo».

La pornografía erotiza la violencia porque «enseña que los actos violentos generan placer en las mujeres, que aunque tu pareja diga no, si insistes le acabará encantando, muestra relaciones sexuales descontextualizadas, roles de género y, en lo que respecta a las mujeres, nos enseña que nuestro placer es darlo», reflexiona Idaira Alemán. Asimismo, esto deriva en comportamientos peligrosos por parte de quien la consume que, a su vez, «se relaciona con las agresiones sexuales».  

La digitalización, unida el temprano acceso a Internet, ha facilitado la búsqueda de pornografía por parte de jóvenes que cada vez tienen menos edad. «Hoy en día, cuando necesitamos respuestas buscamos en Google y lo que aparece en Internet para cualquier duda en el ámbito sexual es porno», señala Alemán. 

Los sistemas de verificación en la sociedad digital


Países como Francia han iniciado pruebas para crear un sistema de verificación de edad para acceder a este tipo de contenidos. Se trata de un método que respeta el principio de doble anonimato, tanto de las personas usuarias como de quienes entregan el certificado de verificación. El objetivo: reforzar la ciberseguridad.

En países como Francia ya se ha empezado a implantar un sistema de verificación para acceso a la pornografía. Foto: PULL

«Es necesario que España también empiece a investigar sobre los sistemas de verificación de edad para entrar a vídeos o contenidos de pornografía porque los sistemas actuales no están funcionando y lo vemos en los datos», asevera la coordinadora de PorNo Hablar y añade que «tenemos que darnos cuenta de que somos corresponsables de que esto ocurra porque no generamos fuentes de aprendizaje». Además, Alemán sostiene que «desde la educación no se ha ofrecido ninguna alternativa a la pornografía. Hemos desamparado a miles de jóvenes».

Desde PorNo Hablar se recalca la importancia de tener diálogo individual para reflexionar acerca de la influencia de la pornografía y conocer los límites en la sexualidad: «La pornografía tiene un impacto clave en el deseo y, frente al mensaje de libertad sexual que se vende, hace falta un espíritu crítico porque, realmente, lo que se vende es todo lo contrario a libertad». 

«Las personas jóvenes necesitan hablar de sexo»


Tres de cada cuatro jóvenes aseguran que la pornografía es su única fuente de educación sexual. «No podemos dejar esta función en el porno. Hay que hablar de cuáles son los ingredientes necesarios para una relación sexual sana», declara Idaira Alemán. Desde su punto de vista es indispensable «analizar la manera en la que la pornografía influye en nuestras relaciones e, incluso, en nuestra autoestima» porque solo de esta forma «empezaremos a no aprender de ella».

Antes de realizar los talleres educativos de PorNo Hablar se colocan buzones en los centros para recoger las inquietudes del alumnado. «Me sorprende que pregunten tanto sobre los métodos anticonceptivos, hay un gran desconocimiento pese a todo lo que conlleva: el incremento de las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS)», expone la coordinadora.

El papel de las familias es clave en este tipo de temas porque «la juventud necesita hablar de sexo y la educación sexual es un derecho que no podemos seguir negando». Por ello, Alemán pretende que PorNo Hablar sea un impulso para «reactivar fuentes de aprendizaje, hacer presión social y ligar el consentimiento al deseo porque deben ir de la mano, en caso contrario, no estaríamos hablando de sexo».

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