Inmaculada Rodrigues es una diseñadora nupcial tinerfeña que ha sabido encontrar en la moda una forma de expresión personal y artística profundamente ligada a sus raíces. Desde muy pequeña, el ambiente comercial de su familia despertó su interés por la estética y el cuidado de los detalles. Su última colección, Bruma, es un reflejo de esa evolución. Una propuesta que se inspira en los paisajes y fenómenos atmosféricos de su tierra, reinterpretados con fuerza creativa y un lenguaje visual propio.
¿Cómo surgió su interés por la moda y qué la llevó a emprender en este sector? «Desde pequeña, me crié en una familia dedicada al comercio, y siempre me llamó la atención cómo vestía la clientela. Me encantaba analizar sus looks y pensar cómo podrían mejorar. Más adelante estudié Diseño Gráfico, pero no fue hasta que cursé un máster en Dirección de Diseño de Moda cuando sentí que realmente había encontrado mi lugar. Me premiaron por el proyecto final, y ese reconocimiento me dio alas para emprender. Monté la marca durante la pandemia, en pleno 2020″.
¿Cuál dirías que es la esencia de su sello y qué valores desea transmitir? «Siempre busco fusionar sensualidad y elegancia. Me encanta jugar con escotes pronunciados o siluetas muy femeninas, pero siempre equilibrados con cortes refinados, tejidos con caída, y un enfoque muy cuidado. Es ese contraste el que define mis diseños: una mujer que se muestra, pero con clase».
«Intento ser muy fiel a mi esencia y a cómo entiendo la belleza»
¿Qué inspira sus creaciones? «Depende mucho del momento vital. Suelo inspirarme en elementos muy ligados a Tenerife, como el mar o las plataneras, pero también en emociones personales, recuerdos de mi infancia o incluso un simple tejido que me provoca algo. Por ejemplo, la colección El Jardín de Versalles surgió de un damasco antiguo que encontré en casa. A veces hasta una nube que veo desde la ventana se convierte en el inicio de una idea».
¿Cuál ha sido su mayor aprendizaje desde que comenzó con la marca? «Que la firma y yo vamos de la mano, evolucionamos juntas. Cada colección me enseña algo nuevo, me da más base y me hace perfeccionar el proceso. Soy muy perfeccionista, siempre creo que todo se puede mejorar».
¿Qué es lo más gratificante de haber creado su propia empresa? «Cuando una clienta, sobre todo una novia, se prueba el vestido y me dice: ‘Soy yo’. Es un momento mágico. Saber que entendiste lo que quería, incluso cuando ella misma no lo tenía claro, es impagable. Ahí siento que todo vale la pena».
«En cada pieza hay mucho trabajo artesanal y cariño»
¿Cómo surgió Bruma y cuál fue su punto de partida creativo? «Fue una colección muy pensada. Me inspiré en la niebla, en ese clima atmosférico que nos envuelve a veces en la isla. Pero no quise hacer lo obvio: mis “nubes” no son ligeras y etéreas, sino densas, arrugadas, con cuerpo. Jugamos a reinterpretar esa idea con formas y volúmenes que parecieran contradictorios, pero que funcionaban muy bien».
¿Cuál diría que es el corazón de esta colección? «Probablemente el vestido inspirado en el mar de nubes del Teide. Tiene una falda arrugada que representa literalmente esa imagen. También el vestido granate de fiesta, muy sirena, sensual y entallado. Pero es difícil elegir, cada pieza tiene algo especial».
¿Tiene alguna prenda favorita de la colección? «¡Una madre no tiene favoritos! Hay vestidos espectaculares por lo que transmiten en pasarela, otros que me imagino poniéndome yo, cada uno tiene su encanto. Algunos son más vendibles, otros más conceptuales, pero todos nacen del mismo lugar».
