El Fear of missing out (Fomo) se ha convertido en uno de los mayores depredadores de la Generación Z. Este fenómeno que se determina como el miedo a perderse experiencias, eventos o tendencias sociales ha sido propiciado por la inmersión casi total de una generación en el universo de las redes sociales. Somos conscientes de que las redes sociales han transformado la manera en la que nos relacionamos y la forma que tenemos de percibir el mundo, ¿pero hasta que punto?
Una generación ha sido suficiente para darnos cuenta del gran impacto que ha supuesto la integración del mundo virtual en nuestro mundo real, se podría decir que incluso ha provocado una fusión. Este suceso tiene como consecuencia la adicción a la dopamina. ¿Cuánto tiempo hace que no te aburres, o es que a caso ya no nos permitimos aburrirnos?
«Tememos quedarnos a solas con nuestros pensamientos»
Después de la pandemia vivida en 2020 hemos normalizado el constante uso de las tecnologías y la obtención de dopamina a través de ellas, puesto que durante muchos meses fue uno de los pocos medios a través de los cuales podíamos huir de la realidad. A partir de este momento nos hemos refugiado en ellas cada vez que tenemos miedo a nosotros mismos o a nuestros pensamientos.
Lo primero que hace una persona joven promedio al levantarse es actualizarse y no hablo de conocer que sucede en el mundo, sino de lo que ha sucedido en su entorno. Una avalancha de reels, historias en Instagram y videos de Tik Tok se cuelan en nuestro vulnerable cerebro casi antes de que podamos considerarnos despiertos provocando una cantidad de estímulos innumerables. Este suceso nos acaba de condicionar para el resto del día. Sin darnos cuenta acabamos de atacar directamente nuestra autoestima y bienestar mental.
«Esquivamos decir que no para evitar sentir que no formamos parte de nuestro entorno»
Este síndrome cada vez más frecuente no es nada más que otra sencilla cara de la adicción a los móviles. Además, el Fomo no solo condiciona la vida social, sino también el ámbito laboral y académico. Muchos jóvenes sienten la presión de estar siempre conectados, sin perderse ningún evento, tendencia o de incluso elegir la carrera o el empleo correcto, simplemente para no sentirse excluidos de su entorno.
En una búsqueda constante de experiencias instagrameables perfectas, la Generación Z asume inconscientemente el riesgo de vivir para la validación externa y no para la satisfacción personal. Al final la pregunta debería ser, ¿estoy realmente presente en mi propia vida?