El segundo día de las charlas organizadas por el grupo de Bioética y Biopolítica de la ULL tuvo lugar ayer jueves, 25 de abril, en la Pirámide de Guajara. Las conferencias impartidas, Expectativas y realidad en la atención sanitaria a la población y La Mirada Bioética: más allá del espejo, se centraron en orientar la práctica profesional hacia una ética más responsable con el enfermo. Fueron invitados dos especialistas del campo de la Salud de la ULL y de la ULPGC. Las dos horas previstas para las explicaciones transcurrieron amenas y se permitió incluso un tiempo para preguntas, donde los expertos contestaron en ambiente de cercanía.
El primer turno fue para Emilio Sanz. En su trayectoria académica ha combinado la investigación y la enseñanza. El catedrático de Farmacología en la Facultad de Ciencias de la Salud y director del máster Bioética y Bioderecho habló de las expectativas, muchas veces radicalmente diferentes, de los pacientes y de los sanitarios. Dos mundos: la subcultura del atendido y la subcultura del médico, pueden chocar, pero ambos concuerdan en que lo que buscan es lograr un estado sano, pero «¿qué es la salud?», planteó.
«Persona que se construye armoniosamente en sociedad» es el concepto que emplean en Japón para referirse a lo saludable. Con esta definición, que en occidente encontramos su equivalente en la de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se incluye la idea de morir plácidamente. La salud terminal es uno de los niveles que explica en su charla. Las otras categorías son la salud optima, la alcanzable, la posible, la aceptable y la soportable.
Narraciones de pacientes que pueden ayudar a otros
Sanz explicó que lo que nos convierte en enfermos desde un punto de vista social no son los síntomas, sino las etiquetas. Personas sanas, que entran dentro del riesgo poblacional a sufrir una enfermedad, se vuelven enfermos y, por tanto, dependientes de la sanidad. Resulta peligroso cuando un sujeto encuentra una etiqueta que se une con medicamentos y además una limitación. «Si tengo jaqueca, tomo fármacos y no puedo tomar café», puso de ejemplo.
Asimismo, el paciente no siempre usa el medicamento para curarse o prevenir, podría querer un fármaco para comprobar que su médico le hace caso, para tener acceso a los «privilegios del a enfermedad», para convertir un problema personal en un caso clínico objetivo… Mientras que el médico en vez de curar al paciente, lo usaría para demostrar sus conocimientos, para terminar la consulta, para camuflar su ignorancia, etc. Emilio Sanz opinó que en esto hay una falta de comunicación importante y evidencia la poca formación que el profesional posee para entender la forma del atendido de ver su dolencia.
En DIPEx, proyecto con el que colabora, lo que cuenta el enfermo es de suma importancia. Se trata de un sistema informático basado en las experiencias individuales de pacientes. Sanz afirmó que «no es una colección de anécdotas, se trabaja de una forma rigurosa y sistemática». La página de DIPEx España incorpora cuatro módulos (Diabetes tipo 2, Cuidados Paliativos, Hipertensión Arterial y Reproducción asistida), en los que los individuos enfermos pueden ver, escuchar y leer lo que otros con la misma enfermedad están pasando y obtener nuevas ideas. «En esto estamos metiendo la medicina narrativa», afirmó. Esta idea ayuda a incorporar las narraciones de los pacientes a la historia clínica y a la adaptación de los cuidados.
La mirada bioética
José Gonzales Campo, quien dedica gran parte de su vida profesional a la enfermería, actividad que combina con su labor de profesor en la ULPGC, puso en valor la cuestión de la mirada bioética, aquella que va más allá de la física. «Los médicos y enfermeros se encuentran con miradas de temor, duda… Hay que tenerlas en cuenta», dijo. Esta práctica, que va más allá de la observación clínica, debe ser integrada por todos los profesionales de la sanidad para encaminarse a unas ciencias sanitarias basadas en la humanidad.
Gonzales comentó que en un estudio oncológico realizado los pacientes pedían sobre todo tres cosas: que se les llamara por su nombre, que se tocara la puerta antes de entrar y que se cerrara la puerta al salir. «Nos estamos olvidando que tratamos con un humano», explicó, afirmando que a veces se les olvidaba incluso saludar por las mañanas, «algo tan simple como los buenos días reconoce al enfermo como ser humano». Estos hábitos, que resultan obvios, los integran en sus prácticas con alumnos de la ULPGC. Admitió que les hace salir de clase para que uno a uno entre saludando.
La silla del doctor Marañón
La introducción de espejos en las habitaciones de hospital o la silla que nos permite sentarnos al lado del paciente, impulsada por el médico Gregorio Marañón, son otras de las practicas que apelan a la sensibilidad. Un acto tan simple como sentarse al lado del que se atiende mejora la relación paciente-sanitario. «En muchas ocasiones nos quejamos de que no tenemos tiempo de hablar con el paciente», declaraba, «porque hablar con el paciente supone, por ejemplo, salir más tarde». Del mismo modo, señaló que en la actualidad, en muchos centros no estaba la silla, o de estarlo, esta se encontraba en un plano secundario, pero afirmó que en las Unidades de Cuidado Intensivo de Las Palmas habían dos por sala.