Venezolano hondea la bandera durante la manifestación del once de abril. Foto: Ramón Lepage

El riesgo de hacer periodismo en Venezuela

Sociedad

La persecución mediática en Venezuela representa uno de los principales pilares que sostienen al gobierno autocrático del país. Desde el cierre de medios hasta el apresamiento de periodistas disidentes, las medidas para agotar la libertad de expresión por parte del Gobierno se han extendido a lo largo de estos veinticinco años del régimen autoritario.

«Entre la prensa y el poder existe un histórico choque de fuerzas», dijo Hugo Chávez, presidente del Gobierno del momento, días antes de la celebración del Día Internacional del Periodista de 2001. Una frase que definiría la posición del gobernante y de su sucesor, Nicolás Maduro, frente a los medios a lo largo de su paso por el poder.

Eventos como el 11 de abril de 2002 marcan un antes y un después en la historia venezolana. La creación de nuevas leyes que perjudicaban la economía del País, la expropiación de territorios agrarios y finalmente la disolución de la junta directiva de Petróleos de Venezuela (PDVSA), fueron algunas de las decisiones del presidente Chávez que contribuyeron al aumento de tensión hacia su mandato.

Tras el ataque a PDVSA miles de personas se agruparon de camino a Miraflores, la sede del Gobierno, reclamando la renuncia de Chávez. Es en este momento cuando se toma la decisión de abrir fuego contra los manifestantes, causando así diecinueve muertes. Para disipar la atención de la masacre, el presidente da comienzo a una cadena nacional obligatoria en todos los medios de comunicación.

Sin embargo, canales como Radio Caracas Televisión (RCTV) y Televen deciden retransmitir el discurso presidencial a la vez que lo que ocurría en la manifestación, un evento que conocemos como la División de Pantalla y que marca el inicio del final de RCTV y de la libertad mediática.

Manifestante se protege de bombas lacrimógenas durante las protestas del once de abril. Foto: Ramón Lepage

El cierre de Radio Caracas Televisión


La acción tomada por el medio durante las manifestaciones del 11 de abril no fue recibida de manera positiva por el gobierno Chavista. Desde ese momento, el régimen tomaría todas las medidas posibles para acabar, no solo con RCTV, sino con todos los medios que se presentaran en contra de su gobierno.

Venevisión y Televen, los otros dos canales que dividieron sus pantallas, reaccionaron ante las amenazas apegándose a las agendas chavistas, mientras que RCTV mantuvo su posición opositora. A su vez, se empiezan a poner en práctica normativas de censura que poco a poco limitaban el libre desarrollo de los medios venezolanos, resultando así en el cierre de radios y periódicos más pequeños y en la amenaza de sacar del aire programas de radio y TV que tuvieran mensajes críticos al Gobierno.

División de pantalla. Fuente: @PrensaNacional

Finalmente, el 27 de mayo del 2007, luego de que el Gobierno de Hugo Chávez no renovara la concesión de uso del espacio radioeléctrico a la televisora, Radio Caracas Televisión cierra permanentemente. Este evento es considerado como el punto de inflexión que dio paso a una mayor represión mediática en Venezuela. «Este momento supuso la apertura del gobierno para continuar cerrando medios de comunicación y que por lo tanto en Venezuela no exista la libertad de prensa», indica Alfredo Romero, presidente del Foro Penal, ONG que se dedica a la denuncia y documentación de los casos de violaciones a los DDHH en el país.

El cierre del Circuito Nacional Belfort (CNB) es otra de las grandes acciones del gobierno para evitar la disidencia política y se une a una lista de 32 cadenas de radio y dos medios de televisión que cerraron en el año 2009. Ese mismo año se presenta la Ley Especial Contra Delitos Mediáticos, que según la ONU supone grandes violaciones a la libertad de expresión y de prensa nacional.

Sin embargo, la represión, tanto mediática como social, no se termina de agudizar a niveles extremos hasta la llegada de Nicolás Maduro al poder en el año 2014. «Chávez de alguna manera tenía un nivel de popularidad que Maduro pierde. Este miedo a ser derrocado y reemplazado pasa por un aumento de la represión», subraya Miguel Henrique Otero, director del periódico El Nacional, uno de los diarios con mayor circulación en el país.

La represión sistemática


El Gobierno madurista destaca por una mayor coacción hacia los medios y la población venezolana. Los métodos de represión esquematizados durante el chavismo se ponen realmente en práctica con la llegada de Maduro al poder. El presidente del Foro Penal indica: «Ha tenido que utilizar la maquinaria represiva instaurada por Chávez, que se ve por primera vez el 11 de abril de 2002, de una manera mucho más radical».

Romero, ejemplifica esta realidad resaltando el hecho de que, en 2014, el año en el que Maduro llega al poder, se contaba un total de once personas disidentes apresadas y para finales de este, se reportaron más de dos mil detenciones por razones políticas. Un número que hoy en día se extiende hasta 16 000. De esta manera, hace énfasis en que «durante el gobierno de Chávez, el año que más hubo detenciones fue durante el cierre de RCTV con un total de doscientas personas apresadas».

Reporte del Foro Penal sobre personas apresadas por razones políticas en Venezuela al 23 de octubre de 2023. Fuente: Foro Penal

Esta realidad queda completamente invisibilizada por la represión mediática a nivel nacional y dificulta por lo tanto la labor de retratar internacionalmente esta constante violación de derechos humanos. Así lo expresa Romero: «Como organización se nos hace prácticamente imposible poder lograr que medios de comunicación nacionales puedan reflejar lo que nosotros denunciamos».

A lo largo de los años, múltiples periodistas han sido perseguidos por su labor opositora. Un ejemplo reciente es el de Luis Carlos Díaz, periodista opositor que fue detenido por el gobierno en el año 2019, acusándolo falsamente de haber ocasionado una serie de cortes eléctricos de gran magnitud. Instituciones como Amnistía Internacional y la ONU presentaron preocupación por Díaz, que luego de haber sufrido tratos inhumanos y tras un gran levantamiento a nivel nacional e internacional fue liberado a las veinticuatro horas.

Otros ejemplos a mencionar son el de César Miguel Rondón, Luis Chataing e Ibéyice Pacheco, que se encuentran ahora viviendo en el exilio debido a la presión y las amenazas del Gobierno. Por último, está el caso del periodista y activista político Roland Carreño, quien fue detenido por estar vinculado con el partido político Voluntad Popular, presidido por el expreso político Leopoldo López, quien escapó del país en el año 2020. Carreño estuvo detenido en el centro de detención de Boleíta, que figura en el Informe de la Comisión del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU como un centro de tortura, y fue acusado de asociación para delinquir, tráfico de armas de guerra y financiación del terrorismo.

Fue liberado en octubre de este mismo año como parte de las negociaciones entre la oposición venezolana, el Gobierno de Estados Unidos y el Gobierno de Maduro, que a través de un acuerdo firmado en Barbados, accedió a la liberación de un número, hasta ahora indeterminado, de personas apresadas por razones políticas, a cambio de la flexibilización de las sanciones que la administración de Biden mantiene contra Venezuela.

La digitalización como arma de defensa


A raíz de este ambiente de censura, muchos medios de comunicación no tuvieron otra opción que expandirse hacia las plataformas digitales y, en muchos casos, cerrar sus soportes físicos. Un ejemplo de esto fue el periódico El Nacional, que se posicionaba como uno de los medios más importantes del país, siendo uno de los dos diarios con mayor circulación en conjunto con El Universal. «Los ataques a El Nacional comenzaron directamente de Chávez, desmintiendo información que era verdadera», subraya Miguel Henrique Otero.

Así, el medio se convirtió en blanco del gobierno para agredir y eventualmente censurar. Las acciones tomadas hacia el diario se extendieron desde difamaciones públicas hasta, incluso, la colocación de una bomba en la sede principal. Con el paso de los años estos ataques fueron en aumento y la situación general del país, también contribuyó a la limitación del medio.

La crisis de papel a nivel nacional detuvo la producción de muchos periódicos pequeños y ralentizó la labor de diarios como El Nacional, que pudo subsistir en formato físico por un tiempo, pero eventualmente también dejo de producir. «Tuvimos que movernos a una plataforma web, que posteriormente también fue bloqueada», indica Otero.

Pero el punto de cierre para el diario venezolano vino tras la demanda por difamación, por parte del vicepresidente del Gobierno Diosdado Cabello, que recibió como indemnización por los daños, la sede oficial de El Nacional. «Ha sido un proceso in crescendo durante los últimos años para hacer desaparecer el medio», enfatiza el presidente del medio, refiriéndose a lo que ha sido todo el proceso que culminó con el cierre del diario.

Actualmente, El Nacional se mantiene gracias a su formato digital fuera de Venezuela. Colaboran con periodistas que están fuera del país, pero también con aquellos que prefieren mantenerse en el anonimato para no ponerse en peligro. El equipo está dividido por todo el mundo, desde el mismo Otero que se encuentra exiliado en Madrid, hasta colaboradores que se encuentran en lugares como Portugal, Miami, Texas e incluso la misma Venezuela.

El caso de Efecto Cocuyo


Pero no todos los medios actuales tienen su origen en impresos. Efecto Cocuyo es una plataforma digital en la que se agrupan distintos medios de comunicación independientes. Nace de la censura del gobierno y la incapacidad de informar. «Antes de Chávez, los medios venezolanos estaban entre las primeras instituciones con mayor credibilidad del país», indica Luz Mely Reyes, cofundadora del medio.

«En mi caso personal he sido expuesta al escarnio público y al patrón de persecución, hostigamiento y estigmatización», subraya Reyes y recalca las múltiples agresiones y persecuciones que ha sufrido el medio y su equipo a nivel individual, destacando como lo más grave, el bloqueo de este a nivel nacional sin ninguna justificación.

El medio resalta por la creación de un espacio donde sus periodistas cuentan con la libertad de indagar en los temas que consideren pertinentes, incluso cuando estos suponen un riesgo. Hacen uso de herramientas como el streaming o las redes sociales para divulgar la información, ya que Reyes asegura que «estos son más difíciles de interrumpir que una página web».

La censura mediática en Venezuela. Infografía: G. Oliveira

Profesión de riesgo


Es en situaciones como la de Venezuela cuando el verdadero valor periodístico se refleja en el impacto que tiene en la sociedad. La lucha contra la represión y persecución mediática es una realidad que se vive, no solo en países autocráticos, sino en todo el mundo a mayor y menor escala.

El periodista se ve inmerso en la responsabilidad de luchar por esa constante búsqueda de la verdad y, ya por eso, ejerce una profesión que puede ser calificada como de riesgo. Es importante partir del ejemplo venezolano para comprender la trascendencia del buen periodismo, de la información veraz y, sobre todo, de un grupo de profesionales dispuestos a luchar para contar esa pequeña parte de la realidad en la que viven.

El día a día venezolano forma parte de esta verdad que debemos contar. La represión mediática solo compone una pequeña parte de una sociedad carcomida por la corrupción, el miedo y el dolor de un pueblo que busca una mínima calidad de vida. El foco internacional ilumina muy tenuemente por momentos la situación del país, pero este siempre se apaga o se diluye.

Por eso es importante partir de la profesión periodística para salir de la agenda y centrarse también en contar los matices del mundo en el que vivimos. Tomar ese riesgo y convertirlo en la motivación necesaria para realmente marcar una diferencia y responsabilizar a aquellos que callan nuestras voces con el fin de proyectar las suyas.

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