La procrastinación puede afectar tanto a personas jóvenes como adultas. Foto: PULL

El engaño de que controlamos el tiempo

Opinión

Probablemente alguna vez te has encontrado en tu escritorio frente a una tarea importante pero, por alguna razón, encuentras mil y una excusas para no comenzarla. Es como si una fuerza invisible te empujara a retrasarla una y otra vez, acabando con tu tiempo y tu paciencia. A esto se le conoce como procrastinar y, en el mundo actual, repleto de distracciones y demandas constantes, muchas personas han caído en este mal hábito, volviéndolo incluso crónico.

La procrastinación podría definirse como esa costumbre de posponer de manera continuada actividades importantes que debemos realizar, como el estudio o el trabajo, por otras que nos resultan más entretenidas, sencillas o placenteras. Mantener este hábito en el tiempo puede llegar a ocasionarnos problemas de salud mental, como ansiedad o depresión, falta de sueño y aislamiento social.

Según un estudio realizado por el Instituto Karolinska, en Suecia, el estudiantado es un grupo poblacional que tiende a procrastinar. Según el equipo científico, al menos el 50 % retrasa sus tareas académicas. Tan extendido está este mal hábito entre estudiantes, que incluso el físico Eliyahu M. Goldratt en su libro Cadena crítica, introdujo el concepto Síndrome del Estudiante para referirse a la procrastinación.

«La procrastinación se disfraza de descanso, ya que justificamos posponer una tarea bajo la premisa de que necesitamos relajarnos»

En ocasiones, la procrastinación se disfraza de descanso, ya que justificamos posponer una tarea bajo la premisa de que necesitamos relajarnos o recargar energías. Pero la realidad es que esta postergación nos genera una carga adicional de estrés, ya que la tarea pendiente sigue ahí, vagando en nuestra mente generando malestar.

Aunque lo fácil sea pensar que la pereza es la que arrastra a una persona a procrastinar, lo cierto es que puede estar relacionada con la regulación de nuestras propias emociones, con la falta de motivación o el miedo al fracaso. Para vencer este hábito debemos establecer un objetivo realista y desglosarlo en tareas pequeñas y manejables durante el día a día. Para lograrlo, es importante evitar distracciones y establecer límites en el uso de la tecnología.

Procrastinar es una práctica difícil de dejar atrás, pero no es imposible. Si deseamos alcanzar nuestras metas y maximizar nuestra productividad tenemos que enfrentarla cara a cara y derrotarla.

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