Durante el confinamiento el uso del móvil es clave para estar conectados. Foto: P. Fernández

Conectividad perversa

Opinión

Las nuevas tecnologías nos acercan cada día un poco más al resto de personas. A través de nuestros móviles hemos estado conectados durante estos últimos meses a quienes más queremos, a quienes no conocemos y a las historias que suceden en cualquier rincón. Algunas de ellas demuestran una clara solidaridad por parte de la sociedad: ayudas vecinas, aplausos al equipo sanitario… Sin embargo, esa conectividad también está sacando la peor cara del confinamiento. Las redes sociales permiten desde hace algún tiempo poder compartir cualquier tipo de contenido sin filtro y con la seguridad de que no nos pasará nada.

Ahora somos capaces de acceder al pico de la opinión pública y no solo recibimos mensajes de quienes nos gobiernan, también enviamos los que elaboramos a partir de nuestra propia experiencia. Todo lo que se nos pasa por la cabeza podemos transmitírselo a cualquiera que nos siga en las redes sociales. Muchas veces, nuestras opiniones no suelen llegar más allá de unos likes. Sin embargo, traspasar esta barrera y llegar a un público más amplio, provoca que nuestros mensajes influyan en cierto modo en el pensamiento de quien nos lee. Por ello, deberíamos cuidar tanto lo que decimos, como el modo en que lo hacemos.

Un vídeo de Pablo Iglesias se hacía viral en Twitter la semana pasada solo por estar haciendo la compra sin mascarilla (la cual, por cierto, no es de uso obligatorio pero sí recomendado). El autor del vídeo no solo insultó de manera reiterada al político, sino que compartió el vídeo esperando que todos hicieran lo mismo.

Esto me hace recordar el caso de Kitty Genovese, a quien asesinaron ante miradas pasivas. Nos hemos convertido en espectadores de la barbarie, pero, a la vez, en emisores de mensajes masivos que llegan a todo el mundo y que, sin embargo, pueden ser reflejo de nuestras opiniones y convicciones más profundas.

No nos importa en absoluto la opinión de los demás, nos importa la nuestra. Nos importa más demostrar nuestra verdad que pasar por encima de nadie. Quizá ese sea el problema. No nos importa el aplauso, nos importa compartirlo, demostrar que podemos ser muy buenas personas, aunque luego dejes un mensaje por debajo de una puerta para que el vecino se vaya a otra casa porque es un peligro por trabajar en un supermercado.

Sí, las nuevas tecnologías nos permiten estar conectados en todo momento, pero no se ha enseñado a la gente a usarlas. Me consuela pensar que a alguien, como a mí, le parece un verdadero peligro el uso que se está haciendo de ellas tras el decreto del estado de alarma. Está bien que todo el mundo comparta lo que desee, siempre y cuando lo haga con un sentido ético de lo que está haciendo.

 

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