El elenco interpreta la guerra civil de Macondo en la obra 'Colacerdo'. Foto: Luz Sosa

‘Colacerdo’ y la familia Buendía conmueven al público en La Granja

Cultura / Ocio

La función Colacerdo se representó en el Espacio La Granja el pasado viernes, 5 de abril, a las 20.00 horas. La compañía Teatro La República hizo una magnífica interpretación de la obra original del dramaturgo y director escénico Ignacio Cabrera. Se trata de una adaptación de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Es una pieza escénica muy visual, que cuenta los fragmentos más importantes de la historia.

La obra empezó con los tres protagonistas sobre el escenario. El del medio, interpretado por Toni Báez, era a la vez narrador y personajes de la historia. Iba vestido con un traje verde y cargaba una maleta enorme. A su derecha estaba el actor Manuel Jiménez, vestido de marrón con un sombrero de leñador. No articuló ninguna palabra pero su presencia corporal era imprescindible. Por último a la izquierda, estaba el artista Rubén Sánchez que tocó en directo las escenas musicales. Estos tres hombres representaban a unos gitanos, descendientes de Melquíades, personaje relevante en la novela de Márquez.

Báez llevaba una botella de alcohol en la mano y se reía de forma particular. Nos introdujo en el pueblo ficticio de Macondo. Para ello, cogió un libro de su chaqueta y leyó con voz de borracho el comienzo del libro: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». Del mismo modo, el elenco colocaba piezas de colores al borde del escenario mientras hablaba y formaban una pequeña ciudad.

Estalla la guerra civil en Macondo


La historia se basa en los Buendía, una familia incestuosa donde se casan entre primos. Úrsula y José Arcadio son el primer matrimonio de siete generaciones. Estalló la guerra civil en el poblado, con música dramática de violín a mano de Sánchez. «Arcadio, el sobrino del coronel Aureliano Buendía había quedado al mando de Macondo en ausencia de su tío», exclamó Báez. Simularon los disparos y el personaje de Arcadio murió gritando: «viva el bando liberal».

Jiménez abrió un abanico y lo agitó para que volasen dos mariposas amarillas de papel. Giró sobre si mismo y ambas estuvieron en el aire en todo momento. Báez caminando narró la escena de una mujer entrando a la casa de los Buendía con un bebé que era hijo del Coronel Aureliano. «En menos de doce años bautizaron con el nombre de Aureliano y con el apellido de la madre a 17 criaturas», exclamó el narrador.

El actor Báez simula que es una radio y su compañero Jiménez es la antena. Foto: L. Sosa.

Los interpretes representaron un desfile, un baile con música festiva. El actor principal se subió a unas barras de metal y se columpió con ímpetu. Cuando el ruido cesó se colocó de espaldas a la audiencia, apoyó la frente contra el acero y exclamó la muerte del coronel Aureliano. Baéz cogió una caja de color en el escenario y con voz de locutor se hizo pasar por una radio. Su compañero Jiménez estiraba el brazo con un árbol de cartón como si fuese una antena. El público se reía cuando el segundo artista movía la mano, se perdía la señal y sintonizaban con otro canal.

«La guerra finalizó y José Arcadio II fue el único superviviente», comentó el protagonista. El personaje se encerró en una caja de aire construida por barras metálicas. Estaba descifrando los pergaminos que el gitano Melquíades le dejó al primer matrimonio de los Buendía. Con un sonido de lluvia, Báez contó que no paró de llover en dos años y que «el diluvio dejó a Macondo en ruinas». Cuando escampó los actores estaban eufóricos «aunque no volvió a llover en diez años», recalcó.

El final de la familia Buendía


Báez contó que Aureliano Babilonio, el último descendiente de los Buendía, mantuvo relaciones con su tía, Amaranta Úrsula. Ella se quedó embarazada y el narrador simuló su parto. Formó al bebé con una toalla gris y susurró que «era un colacerdo». Báez explicó la maldición de la familia cuando un bebé naciera de una pareja de la misma sangre. Describió el final casi entre lágrimas. Amaranta se desangró después del parto y el padre de la criatura huyó por el desierto. A la mañana siguiente volvió a por su hijo, pero ya era tarde, lo estaban devorando las hormigas.

La audiencia quedó expectante y Báez cogió el mismo libro del principio. Sonaba una melodía melancólica. Explicó que el personaje de Aureliano Babilonio descifró los pergaminos que dictaban el destino de su familia. Con la voz quebrada dijo: «Las estirpes condenadas a Cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra».

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