El acoso escolar es silencioso e invisible y no suele exteriorizarse. Foto: PULL

‘Bullying’, detrás del silencio

Opinión

El acoso escolar es, probablemente, una de las pandemias psicotóxicas más difíciles de erradicar en los niveles de Educación Primaria, Secundaria e incluso Bachillerato. En el contexto de la Educación Superior el bullying sigue estando presente solo que adopta otra forma más sutil, más educada y más stylish en su práctica por parte de las personas instigadoras. En entornos laborales, la palabra sería mobbing, con efectos similares para quiénes lo sufren.

Me gustaría recordar que cada día 2 de mayo, se celebra el Día Internacional contra el Acoso Escolar, sobre un conjunto de acciones que se producen a diario por miles de razones que no obedecen a lógica alguna: ser nuevo en el entorno, destacar en alguna habilidad, tener algún rasgo físico llamativo o simplemente el hecho de permanecer en silencio, pueden ser motivos suficientes para despertar el interés de un colectivo que no termina por aceptarte.

Muchas personas creen que la intimidación se produce a raíz de un contacto físico agresivo o una ofensa verbal continua hacia una víctima. La realidad es que la gran mayoría desconocemos que podemos estar haciendo intimidación invisible a otra persona, sin tener la intención de hacerlo o conocer que lo estamos cometiendo, de manera invisible, sin ruido y en un silencio relativamente absoluto. «El silencio absoluto no existe», afirma el pensador y músico John Cage.

«La víctima aguanta y entra en un laberinto en el que no encuentra la salida»

A medida que subimos a etapas superiores en la educación, las palabrotas, los tacos y todas aquellas expresiones malsonantes son reemplazadas por otro tipo de acciones con consecuencias morales y psicológicas para la víctima. Sin causa aparente que lo justifique. El ninguneo, las barraras en la inclusión de un nuevo grupo, los rumores sin pruebas, no incluir al alumnado de una clase en las actividades, no responder a un mensaje en una red social en un entorno de compañerismo o no incluir a una persona en un selfie grupal cuando todos los miembros pertenecen a un mismo colectivo, conlleva como consecuencias, a la generación de una falta de autoestima y al cuestionamiento de la propia valía de la persona que lo recibe, y que no comprende el origen de estas acciones.

Después de más dos años de pandemia, es momento de erradicar este tipo de acciones, sin etiquetar a la gente con prejuicios mal formados y la proyección de ‘efectos halo’, si no hemos intercambiado un simple ¡holi! con esa persona. Quizá, su pasado haya sido difícil y es que si no conocemos su propia historia porque no la ha contado, tampoco podemos predecirla si no está en situación de hablar. El bullying es silencioso invisible y la víctima no suele exteriorizarlo. Por temor, la víctima aguanta y entra en un laberinto en el que no encuentra la salida, sufriendo años de tortura psicológica y moral,  si es que la física y verbal no están ya presentes.

Justin Bieber sufrió burlas en el colegio antes de ser un ‘idol’ mundial. Foto: PULL

Curiosamente, muchos de los personajes famosos a los que seguimos sufrieron bullying en su infancia, adolescencia o inicios de su carrera. Risto Mejide, Pelayo Díaz, Lady Gaga, Demi Lovato, Taylor Swift, Miley Cyrus, Luis Fonsi, Dani Mateo entre otros muchos nombres. Esto plantea una reflexión entre la relación de las habilidades personales o artísticas y la instigación: ¿Destacar en algo puede ser un imán hacia el acoso? ¿Cuáles son las razones que motivan al buller?.

La superación de esta nightmare y la perseverancia de las personas que alcanzaron sus objetivos en la vida, son pruebas de que el acoso en contextos académicos puede y debe ser combatido con la ignorancia hacia quienes se atreven a practicarlo.  Un buller nunca está solo pero sí quien lo sufre. ¿Nos apuntamos a ser parte del cambio?

 

 

 

 

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