¿Activismo social o campaña de marketing? – Periodismo ULL
Los creadores de contenido en redes sociales siguen distintas motivaciones para ayudar a la población. Foto: PULL

¿Activismo social o campaña de marketing?

Opinión

En plena era digital la figura de influencer (personalidad de internet) supone una enorme fuerza para moldear, incentivar o apagar comportamientos y opiniones, un poder comunicativo que con anterioridad solo se conocía en los medios. Se sabe que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, por lo que estas personas deben ser conscientes del compromiso social que tienen y la forma en la que su influencia debe ser manejada con sensatez y ética.

Su impacto puede ser positivo cuando promueven causas sociales como la salud mental o movimientos como Black Lives Matter y #MeToo. Sin embargo, también genera dudas sobre si su activismo es genuino o una estrategia de autopromoción.

Es en las desgracias nacionales donde surge el mayor activismo en redes, y hay quien sabe aprovecharlo para un bien común. Un ejemplo es el confinamiento por el Covid-19, que estuvo repleto de publicaciones y campañas solidarias motivadas por personas influyentes y famosas. Entre crowfundings (fondos online de inversión colaborativos) y movimientos como #SomosUno, #YoMeCorono, #YoAyudoDesdeCasa o #YoMeQuedoEnCasa se recaudaron millones de euros.

Más allá de ciertos perfiles que se basan en la concienciación social, la mayoría no centra su contenido en estas causas. Pese a ello, figuras públicas como Greta Thunberg han usado sus redes para promover activismo real y genuino.

Acercándonos más a nuestro ámbito geográfico podemos estudiar el caso de Ibai Llanos, uno de los youtubers más populares del momento, quien ha organizado eventos benéficos para combatir el Covid-19, la lucha contra el cáncer infantil o los damnificados por la erupción volcánica de La Palma sin necesidad de mejorar su imagen. La catástrofe palmera también fue tratada por la figura de Instagram y YouTube Paula Gonu, quien promovió entre sus millones de seguidores las donaciones sin un interés personal aparente.

«Hay quienes utilizan estas causas en beneficio propio»

Por otro lado, hay quienes utilizan estas causas en beneficio propio. Un caso remarcado fue el ya mencionado movimiento Black Lives Matter, cuando, en 2020, influencers como Kim Kardashian publicaron un cuadrado negro en Instagram a modo de supuesto apoyo a la corriente, pero esto fue percibido por gran parte del público como una manera de subirse al carro con un cómodo gesto simbólico, sin hacer nada más allá.

A este tipo de solidaridad insincera se le ha adjudicado un nombre, «activismo performativo», es decir, las difusión de publicaciones simbólicas sin un compromiso real. Lo mismo ha ocurrido con la guerra de Siria o el conflicto de Palestina, con los que se han compartido en redes las banderas de los países y los eslóganes Pray for Syria o Save Palestine sin proporcionar información o recursos útiles.

Otro caso que nos queda más cerca son las inundaciones de la dana en Valencia, donde variedad de personas reconocidas fueron criticadas por generar contenido más que por ayudar realmente. Ejemplos como Peldanyos, que publicó un vídeo con una portada tachada de sensacionalista, Eme de Amores, que compartió un tiktok considerado victimista e inadecuado, Rubén Gisbert, quien se ensució con lodo antes de un directo, o Ángel Gaitán, que condicionó su ayuda a la cantidad de likes, generaron polémica.

Como opinó en su momento el youtuber Nil Ojeda, «el problema de hacer contenido sobre una catástrofe no es hacer contenido, son las maneras de hacerlo». Mostrar ayuda en redes puede ser positivo, pero hay formas más discretas y auténticas. Rosalía, por ejemplo, colaboró con el chef José Andrés para distribuir comida sin buscar protagonismo, y Aitana donó suministros sin alardear de ello.

En conclusión, las redes sociales son una herramienta poderosa para la movilización social, pero también pueden ser utilizadas para la autopromoción disfrazada de solidaridad. Es crucial que la audiencia desarrolle pensamiento crítico y exija mayor responsabilidad y ética a quienes tienen el poder de moldear opiniones, asegurándose de que su impacto sea positivo y no meramente superficial.

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