Veinte años de ‘Silent Alarm’ – Periodismo ULL
Bloc Party en 2005: Matt Tong, Gordon Moakes, Kele Okereke y Russell Lissack. Foto: PULL

Veinte años de ‘Silent Alarm’

Opinión

El indie rock vivía en 2005 un momento dorado y entre la avalancha de bandas que emergían con fuerza, pocas lograron capturar el espíritu de la época como Bloc Party. Con su primer LP, Silent Alarm, el cuarteto londinense definió el sonido de la cara más ansiosa del Post-Punk Revival. El disco vibraba con la urgencia de una generación, construido sobre una base rítmica electrizante, guitarras afiladas y letras que oscilaban entre lo cotidiano y lo críptico. A dos décadas de su lanzamiento, repasamos la historia de un álbum que convirtió la desesperación juvenil en himnos inolvidables.

Era 2003, y en Electrowerkz, una popular sala de conciertos en Islington, Londres, se disponía a actuar Franz Ferdinand, una banda escocesa que estaba ascendiendo muy rápidamente en las esferas británicas. Minutos antes del concierto, Alex Kapranos, cantante de la banda, recibió una nota que leía lo siguiente: «Hey Alex, Soy Kele de Bloc Party. Aquí tienes nuestra demo. Nos encantaría abrir para ustedes la próxima vez que actúen en Londres. Déjame saber lo que opinas».

Con esa simple acción Bloc Party logró ponerse en la boca de las masas, yéndose de gira con Franz Ferdinand y grabando su álbum debut con el productor Paul Epworth (más conocido a día de hoy por sus trabajos con Adele y FKA Twigs) durante la mayor parte de 2004. Finalmente lo lanzó en febrero de 2005 dejando una huella imborrable en el mundo del indie rock.

«Hace tanto frío en esta casa», esta es la frase con la que Kele Okereke, de 21 años, que aún no había terminado la universidad, abría el disco debut de Bloc Party hace ya 20 años. Fue un inicio ideal para un proyecto que destaca por ser frío, hermético y ansioso. El álbum, que resulta ajeno al concepto del tiempo, solo podría haberse producido en 2005, aquella época en la que bandas como Franz Ferdinand, Kaiser Chiefs, Kasabian y The Srokes dominaban la radio y la prensa especializada.

Silent Alarm es un álbum que nació  de la combinación de una organizadísima visión creativa acompañada de constante experimentación en el estudio y el disco se nutre mucho de eso. Bloc Party era una banda muy joven que había tenido un ascenso muy rápido y las cosas lo bastante claras como para rechazar un contrato con la discográfica Parlophone y optar por la independiente Wichita, pero no tanto como para entrar al estudio de grabación con composiciones completas. De modo que si al escuchar Silent Alarm sientes un protagonismo absoluto de la percusión, es porque así fueron compuestas muchas de las canciones.

El protocolo habitual era dejar que Matt Tong elaborase milimétricos ritmos de batería, muy ingeniosos pero jamás sobrecomplicados, a los que luego se acoplarían Kele Okereke y Russell Lissack, convirtiendo a las guitarras en una parte más de la base rítmica. Optaron por una versión más bailable y activa del género post-punk, muy similar al acercamiento que convirtió a Gang Of Four en banda de culto a finales de los setenta. Gobernado por guitarras angulares y caóticas que convergen con una de las mejores secciones rítmicas de lo que llevamos de siglo para crear un sonido que tiene las mismas opciones de hacerte llorar que de bailar.

Bloc Party actuando en Warfield, San Francisco en 2005. Foto: J. Cassidy

Respecto a las letras, Okereke ha hablado extensamente en entrevistas de como, durante el proceso de composición del álbum, buscó activamente escribir canciones basadas en lo cotidiano, las experiencias que todos hemos vivido, porque consideraba que ahí se encontraba lo verdaderamente profundo de la experiencia humana. Queda claro en temas como Banquet, que refleja el viaje hacia la madurez desde la adolescencia.

Sin embargo, su gusto por artistas como Björk o Radiohead (a los que ha mencionado en varias ocasiones como influencia) conocidos entre otras cosas por su abstracción lírica, nubló lo suficiente los mensajes de las canciones como para dar paso al análisis profundo y a diferentes interpretaciones, siendo el caso más destacable el de uno de los éxitos del álbum Helicopter,  que el público y los medios interpretaron casi unánimemente como una crítica a la Administración del presidente estadounidense George W. Bush, pero que el cantante asegura que es autobiográfica. Este acercamiento a lo cotidiano se hace notar incluso en los momentos en los que el álbum apunta a la crítica social, con Price of Gas decidiendo no apuntar directamente a las altas esferas sino centrarse en las inconveniencias directas que sufre la persona de a pie.

«El álbum es un rayo en una botella, un destello de genialidad que tuvimos la suerte de capturar, aunque fuera durante poco tiempo»

Visto en retrospectiva, Silent Alarm y Bloc Party son la más viva imagen del Post-Punk Revival, la escena que los vio nacer y triunfar. A veces es fácil olvidarse, pero el PPR fue un movimiento bastante fugaz. Comenzó allá por 2002 con el primer pistoletazo de la banda Interpol y su aclamadísimo Turn on The Bright Lights, que tenía a los críticos salivando y clamando la llegada de «los nuevos Joy Division», pero ya para la llegada de grupos como Arctic Monkeys, en torno a 2006, el público estaba perdiendo el interés, siendo una genuina sorpresa para los medios y la propia banda el éxito que lograron cosechar.

Bloc Party vivió una experiencia muy similar. Tuvieron un glorioso pistoletazo de salida que, aún a día de hoy no han sabido recrear. Se subieron a la cresta de la ola con su primera carrerilla y luego no pudieron seguir la corriente. La misma reinvención sonora que hizo tan especial a Silent Alarm es la que logró hacer que Intimacy (2008) y Hymns (2016) transmitieran un fuerte sentimiento de alienación a los fanáticos, mientras que Four (2012) y Alpha Games (2022), que activamente intentaban volver al sonido clásico de la banda, no lograban recrear la esencia que les hizo brillar en su debut. Esta es, desgraciadamente, la realidad que afrontan casi todos los grandes nombres de la escena.

Silent Alarm, así como el propio Post-Punk Revival es un rayo en una botella, un destello de genialidad que tuvimos la suerte de capturar, aunque fuera durante poco tiempo. Pese a que a día de hoy haya quien los recuerde por la decepción que siguió, no podemos olvidar su verdadera identidad, una reinvención que supo entender lo que funcionaba de un subgénero que transgredió lo transgresor hacía ya treinta años y reincorporarlo al mainstream con una sensibilidad moderna, ese aire urbano y tristón que rezumaban Nueva York y Londres en un mundo post 11-S, y que por suerte aún podemos disfrutar. Dejó himnos como Banquet, Helicopter, Positive Tension y Like Eating Glass.

Estudiante de Periodismo por el día y músico por el día, también.

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