Eduardo González trabaja como educador social en el Campamento de Las Raíces. Foto: P.G.A.

«Todas las personas tenemos derecho a elegir dónde queremos vivir»

Solidaridad

«Lo que más me ha impactado y sorprendido es la normalidad con la que te cuentan las durezas de sus historias en busca de un futuro mejor»

En 1999 el sociólogo Zygmunt Bauman acuñó el término «modernidad líquida» para referirse a otro ciclo en la historia de la humanidad. Dentro de este, ahondó en la que denominó la «sociedad líquida», considerando un nuevo contexto en el que sus jóvenes tienden a emprender viajes a diferentes lugares del mundo para romper barreras y conocer otras realidades. Eduardo González, nacido en Tenerife, decidió actuar en vez de ser un simple espectador de las desigualdades e injusticias que se dan cada día.

Dudando entre Psicología y Educación Social, finalmente optó por la segunda, en base a su consideración acerca de la necesidad de «cambiar muchas cosas» y la posibilidad que le brindaba para dirigirse a diversas áreas. Estudió en la Universidad Complutense de Madrid mientras limpiaba los trenes de RENFE. Explica que «por las noches trabajaba y por las mañanas iba a clase», una fase que, sin dudarlo, califica como una «experiencia de crecimiento».

Ya graduado en Educación Social, se desempeñó como voluntario en una asociación relacionada con la violencia de género, centrándose en la fase de reintegración en la normalidad. Es un proyecto que describe como «muy interesante y gratificante», como también lo fue su tarea en escuelas para menores con trastornos del espectro autista, en las que formó parte de un plan de ocio y respiro familiar. De ello destaca «la frustración que pueden tener progenitores al no aceptar que su descendencia tenga una discapacidad»

«La infancia es la más vulnerable»


Comprometido con la labor humanitaria, al tinerfeño siempre le llamó la atención el terreno infantil, en el que declara que, en ocasiones, sus protagonistas «sufren en silencio». De esta forma, define como «un aprendizaje continuo» el estar en varios sectores aunque, según apunta, le «toca más la parte de la infancia». Un hecho que pudo comprobar posteriormente en Filipinas, siendo testigo de la realidad allí presente tras advertir la gran cantidad de menores viviendo en las calles, así como la prostitución de niñas dentro de un comercio sexual por el que «la gente extranjera se aprovecha y ellas, sin tener más elección, aceptan, ya que son madres a una edad muy temprana».

No obstante, este periodo fue igualmente satisfactorio por su ocupación como maestro en una escuela local de Manila, ayudando a familias sin recursos. Una andanza de la que acentúa la humildad de la gente, pues «te dan lo poco que tienen».

El joven tinerfeño trabajó durante dos años como educador en una escuela local de Manila. Foto: PULL

Además de dedicarse a la captación de fondos en diferentes organizaciones como Aldeas Infantiles, Save the Children o Plan Internacional, ha impartido varias charlas de concienciación, considerándolas importantes porque «cuando vivimos en un país desarrollado ignoramos lo que sucede en otros países». «Lo complicado es llegar a concienciar», añade, puesto que, a pesar de hacer eco de la situación, «muchas veces no se llega a las personas».

«Somos seres humanos sin importar nuestro origen»


«No se recordaba un año con tanto volumen de inmigración desde hace mucho», anota tras haber sido parte de la plantilla de un programa de acogida llevado a cabo por Cruz Roja. Una experiencia en la que lo más placentero ha sido descubrir la vida que hay tras cada sujeto. En base a los testimonios compartidos por migrantes, narra cómo dejan atrás sus hogares y «trabajan años para subirse a una patera sin saber si van a llegar».

«Todas las personas tenemos derecho a elegir dónde queremos vivir, aunque lógicamente debe haber algún tipo de regulación, pero detrás hay mafias». De acuerdo con esto, se ha percatado de que «desde sus países se les vende que todo va a ser muy rápido, y eso no es tan fácil». Al arribar a las Islas, el proceso para solicitar asilo político suele tardar alrededor de seis meses.

Una nueva etapa como educador en Las Raíces


Con toda estas vivencias a sus espaldas, Eduardo González ahora centra sus esfuerzos en el Campamento de Las Raíces con Accem. A través de iniciativas como talleres de español o actividades lúdicas, deportivas y de ocio, buscan crear un buen entorno para sientan integración y logren desconectar de sus problemas legales y personales.

Paralelamente, se tiene en cuenta el difícil ambiente que se vive en esta ubicación debido a que sus residentes, de procedencia africana, mantienen un conflicto constante motivado por las rivalidades entre etnias. «Es muy complicado el tema de las agresiones, sobre todo por la inseguridad y el miedo que hemos podido sufrir» explica, a lo que agrega la descripción dada por quienes presenciaron estos episodios violentos: «Un auténtico campo de batalla».

Eduardo González recalca que lo mejor ha sido conocer las historias detrás de cada persona. Foto: PULL

«Si cometen un acto violento, se les expulsa, y con ello pierden los derechos para poder solicitar el asilo, que es lo que quieren realmente», comenta. Sin embargo, intenta comprender la desesperación que viven y puntualiza este asunto como «un problema que no puede ser ignorado».

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