‘Show Me’ o cómo diseccionar el tabú de la carne, de la videoartista Yapci Ramos

Cultura / Ocio

El aire está cargado. Fuera, el frío de diciembre es casi imperceptible por culpa de las hordas que caminan sin rumbo de tienda en tienda. Dentro, en cambio, el calor es casi tangible, tan artificial que resulta turbador. La exposición que me adentro a descubrir, sin embargo, es la antítesis de la atmósfera que la envuelve. Porque Show Me, de Yapci Ramos, es el retrato de la naturaleza humana más paradójicamente incómoda: la sexualidad. La disección de Ramos es tan certera que la visión que construye, poliédrica y versátil, aborda temas tan variopintos como el despertar de la libido adolescente, la maternidad y la prostitución.

Nada más llegar a la Sala A del Tenerife Espacio de las Artes (TEA), el visitante se topa con un cartel de advertencia: “Algunas obras de esta exposición pueden herir la sensibilidad del espectador”. La tinerfeña Yapci Ramos está acostumbrada a ese tipo de etiquetas: su apuesta artística, tan punzante como transgresora, se manifiesta con la misma crudeza que un gancho en el estómago. No obstante, aunque la sutileza no es la seña de identidad de esta videoartista conceptual, sí que lo son la reflexión y la provocación. Porque si algo caracteriza Show Me, una colección de sus mejores trabajos desde 2005 y la primera individual en Canarias de una artista con veinte años de trayectoria, es su carácter provocador y, al mismo tiempo, sumamente provocativo.

Provocadora y provocativa


La premisa no engaña; nada más cruzar el umbral del salón, nos encontramos con una columna triangular. Desde el techo hasta el suelo, se suceden una serie de paneles rectangulares que muestran vídeos de una pared de mármol blanco. En algunos de ellos, aparecen escritas palabras. En otros, estas mismas se borran. Lo hace una mujer desnuda. La vemos de espalda, con la marca del sujetador cruzándole de forma transversal bajo los omóplatos: es el surco que deja la opresión del día a día. Las palabras dibujadas sobre la pared (más tarde descubro que el muro pertenece al baño de la propia artista) están escritas con sangre, más en concreto, con la regla de Ramos. Cada mes en un lapso de dos años, la artista anotó estas pequeñas reflexiones monosilábicas con su sangre menstrual a modo de diario, una memoria de sus decisiones y renuncias que, al igual que el líquido escarlata, emanaban de ella de forma inevitable y dolorosa.

En la habitación contigua y bajo el título de Lo-li-ta, una serie de fotografías muestran a una niña de alrededor de seis años. A través de las imágenes, Ramos explora el despertar sexual en edades cada vez más tempranas. La máscara en las pestañas, la laca de uñas, el labial, las botas altas y el vestido corto… Todos los elementos de la modelo construyen una apariencia hipersexualizada de la infancia. Posturas tan sencillas como una niña sentada al final de la escalera se convierten en pura perversión a través de la mirada de Yapci Ramos.

La semilla familiar


El exhibicionismo propio de Show Me, de cualquier modo, no solo es palpable mediante las historias ajenas, sino que la vida de la autora también se transforma en un vehículo para transportar las emociones más elementales y primigenias de la raza humana. En Identidad, sin ir más lejos, Ramos reflexiona a propósito del sedimento que la familia, de manera premeditada o no, deposita en nosotros. Dos ventanales de su casa familiar, anotaciones fugaces e ininteligibles sobre sueños suyos y de su madre o una colección de pipas y un cuerno son algunos de los elementos que ella reivindica como símbolos que corren por su torrente sanguíneo. Destaca, más allá de esta dispar antología, un retrato lenticular que cambia en función de la perspectiva del espectador y que alterna la imagen de una mujer joven (Ramos) con la de un hombre barbudo.

Bushes in the night, por otra parte, recoge imágenes documentales de plantas comunes en paisajes nocturnos. El viento esquivando las briznas de hierba, el silbido de los animales de la noche y una descripción científica de cada ejemplar vegetal son ornamento poético suficiente para hipnotizar al visitante. Al cabo de un rato, sin embargo, me veo a mí mismo andando rumbo a una nueva sala, atraído por sonidos extraños que tensan el ambiente. Se trata de una música climática en su sentido más estricto: son orgasmos que se presentan bajo el lema I don’t mind. Para cerrar la propuesta audiovisual, estos van a acompañados de una serie de retratos móviles de personas de todas las etnias y edades.

Yapci al desnudo        


Algo similar ocurre en el ala opuesta de la exposición. Ocupando toda la pared frontal, un mural descomunal retrata a ocho personas completamente desnudas. La fuerza de la pulsión sexual, completamente desatada llegados a este punto de la colección, se refuerza con una serie de entrevistas audiovisuales que se proyecta en forma de tríptico. En ellas, Yapci Ramos conversa con algunos de los amigos que hizo en 2006 al trasladarse a Barcelona. Ahora, diez años después, Ramos pretende captar en esas breves charlas el paso del tiempo y la personalidad desinhibida y cínica de una generación de artistas que, como ella, se muestran rebeldes y soñadores.

En el espacio colindante, se reproducen dos producciones audiovisuales simultáneas. Los vídeos tratan de capturar la esencia de los rituales que las mujeres malauíes realizan en torno a la maternidad y la fertilidad. Cuando llego al final, a la serie fotográfica Perras, coronada también por una breve película que explora el tema de la prostitución, me doy cuenta de lo rendido que estoy ante una Yapci Ramos desconocida, críptica y crítica a partes iguales. La potencia de su arte, tan inexplorada como universal, queda inmortalizada en los ojos de esos perros callejeros en la noche, tan solo iluminados por los faros de un coche. Un símil punzante para cerrar el iter que Ramos realiza a través de lo políticamente incorrecto y un lenguaje personalísimo que resbala entre lo autiobiográfico y lo ajeno.

Al marcharme a casa, el aire sigue estando igual de cargado. Durante un rato, me limito a andar por las concurridas calles, inmerso en el pensamiento que únicamente se desata en el silencio que te ofrece la soledad. Sin embargo, ahora mi percepción es distinta: ya no cargo con los tabúes y cadenas a los que están sometidos todos los demás. Es una de las tantas maravillas del arte, una pugna permanente contra la represión y la vacuidad.

 

 

Lo último sobre Cultura / Ocio

Ir a Top