Álex en la calle. Foto: Alba Quintana

Lo inhumano de la humanidad

Opinión

Para Álex estar en contacto con la naturaleza era una de las experiencias más satisfactorias de su vida. Le encantaba oler las flores, corretear por la hierba mojada en las mañanas de invierno y sentir cómo sus pulmones se llenaban de aire puro. En sus ojos, color café, casi se podía atisbar esa chispa de felicidad que recorría su interior. Ante la imposibilidad de articular vocablo, su mirada era la clave para comprender semejante alegría. Quizá, para ciertas personas, esos pequeños instantes que Álex vivía como únicos e irrepetibles, no eran más que sus momentos cotidianos sin más, que no merecían una exaltación o emoción de tal calibre para estos seres humanos. Pero a ese pequeñajo, cuando estaba en el campo, no le importaba nada más en este planeta.

Curioso por naturaleza, tal vez rozando lo cotilla, adoraba probar cualquier fruta que su olfato se topara por el camino. Las moras y los arándonos eran sus preferidos por el sabor exquisito que dejaban en su paladar. Sin embargo, ese día se tornó más grisáceo de lo normal. Al saborear la fruta silvestre, un escalofrío recorrió su cuerpo en forma de convulsión. Sus parpados pesaban más de lo normal. Sus ojos, decaídos, dejaron atrás la brillantez en pos de una oscuridad rojiza.

Varios días después, ese pequeñín dejó de corretear por el campo para hacerlo en otro universo alejado del terrenal. Su corazón se sumió en un profundo sueño sin retorno. Tan solo pervivió su vivacidad, la cual permaneció a través de la eternidad como un recuerdo imborrable para quienes tuvieron la dicha de conocerlo.

¿Por qué? ¿Por qué ese día la comida no resultaba saludable?, ¿por qué esa fruta tenía que ser perjudicial precisamente para él, que no había causado ningún daño? Estos porqués retumban sin cesar en la cabeza de numerosas personas que ven como la existencia de un ser querido se desvanece entre sus manos, sin poder hacer nada para evitarlo. Más que eso, se trata de la pérdida de un amigo incondicional e irremplazable en el que podías refugiarte siempre que sintieras que el mundo se derrumbaba a tu alrededor.

La cruda realidad


La humanidad es tan enorme que da cabida a millones de humanos con distintas emociones y capacidades. Es evidente que por la sangre del individuo que causa tal sufrimiento no pululaba ni una gota de inteligencia emocional. Reflexionemos acerca de esto: ¿de verdad alguien está legitimado para tener el derecho de acabar con la vida de un ser vivo? ¿Son razones válidas el placer, desquite, enfado y un sinfín de sustantivos que solo describen su propio egoísmo? Es inverosímil pensar que una persona, con el don de la razón, sea capaz de introducir objetos punzantes en la comida con el mero fin de originar daño a un ser vivo cualquiera, al que ni siquiera conoce. Sin embargo, las noticias demuestran lo contrario.

Este acto sin sentido, cargado de malicia, provoca el desgarramiento de la laringe a medida que el alimento va bajando por este conducto y el esófago hasta llegar al estómago, el cual se reventará debido al pinchazo producido por dicho instrumento.

La historia de Álex es tan habitual como desconocida en la sociedad. Y a veces, aunque la persona conozca al ser vivo, este hecho no le impide cometer una acción tan atroz.

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