María Azcárate es diseñadora de moda y la fundadora de MIA, una marca sostenible canaria. Estudió Diseño de Moda en Madrid y en primero de carrera cambió su perspectiva sobre la profesión. El enorme consumo de ropa en el Mundo y el amor de su pareja por la agricultura le llevó a comenzar el proyecto. Además de promover y participar en la moda regenerativa en Canarias, pretenden acercar la agricultura a su clientela a través de la Casa Milo, en el interior de ella se crean las prendas y en el exterior se cultiva y se educa a cuidar el Planeta.
¿Es verdad que la producción de moda sostenible es cara? «Tenemos un concepto del coste de las cosas muy relativo. Normalmente hablamos de algo barato cuando las condiciones laborales y medioambientales para crear esa prenda son mínimas. Yo creo que no vale la pena lo que después vamos a tener que pagar a largo plazo cuando esa contaminación nos afecte. Una camiseta nuestra de 34 euros en comparación con una de 10 euros te va a parecer cara, pero los valores con los que está hecha no son comparables. Con lo cual creo que no deberíamos comparar dos productos que no tienen nada que ver».
¿Cómo consiguen generar cero residuo a la hora de crear la ropa? «Trabajamos solo con materiales naturales, todos los tejidos son 100 % algodón orgánico. Lo que buscamos es algo que ya de por sí salga limpio, que no tenga toxicidad y que cuando vuelva a la tierra sea algo beneficioso. Además que este tipo de tela es muy suave y cómoda, que eran otros de nuestros objetivos».
«Desde MIA evolucionamos con la naturaleza, en vez de ir en contra de ella»
A través del proyecto Lilo plantan un árbol por cada prenda vendida. ¿Cómo funciona? «Queremos crear un sistema de agroforestación aquí en las Islas. Por un lado, tenemos varios terrenos personales o del proyecto donde estamos reforestando. La naturaleza trabaja sola y desde MIA evolucionamos con ella, en vez de en contra de ella, que es como ha hecho la agricultura hasta ahora. Además, cada vez que una persona compra una prenda plantamos un árbol. Tenemos una tarjeta reforesta que es la combinación entre ambos proyectos. Vamos poniendo sellos y al quinto tenemos la opción de que la persona pueda escoger su propio árbol de los que tenemos en el vivero, entonces sale la persona con su prenda y su árbol de aquí. A la décima tienes un 25 % de descuento en la siguiente prenda».
¿Qué tipos de diseños crean? «Nuestras prendas son atemporales, tenemos diseños que desde que empezó la marca no han pasado de moda. No cumplimos con colecciones como está estipulado por la oferta y la demanda. Vamos totalmente por libre. Intentamos no fomentar mucho el tema del consumo excesivo. Por mucho que seas clientela mía y quieras comprar veinte prendas te preguntaré si realmente las necesitas. Como empresa tenemos un límite de venta para no fomentar ese consumo excesivo».
«Me apetece vestir prendas que se adapten a lo que estoy viviendo en el momento»
¿En qué se inspira para diseñar? «Mis diseños están enfocados en un estilo de vida de huerta porque es en lo que me voy a empezar a centrar cada vez más. A mí como diseñadora lo que me apetece es vestir prendas que se adapten a lo que estoy viviendo en el momento. Siempre habrá gente que le interese lo mismo que a mí y que no lo encuentre en otros lados».
¿Han empezado a vender la marca a nivel nacional? «Nuestro foco es principalmente Canarias porque es lo que tiene más coherencia con nuestros valores. A veces vamos a vender a Madrid ya que recibimos pedidos, pero no es algo que fomentamos realmente porque no tiene lógica ecológicamente hablando».
¿Cómo consiguen elaborar prendas con distintas tonalidades manteniéndolas sostenibles? «Para algunos colores usamos cochinilla que es autóctona de Gran Canaria, saca unos rojos y unos violetas increíbles. También nos aprovechamos del azul índigo que tenemos desde hace tiempo. Aunque es difícil generar tintes orgánicos y de buena calidad, es un proceso largo. Hay que hacer pruebas para poder ofrecerlo al público».
¿A qué tipo de público va dirigida la marca? «Tanto a turistas que compran porque son más conscientes como a locales. Promovemos mucho vender a gente de nuestra tierra, concretamente en la franja de edad de entre los veinte y los cuarenta años».
¿Cuál es el fin de la Casa Milo? «Es la mezcla entre Mía y Lilo, la fusión entre ambos proyectos. El exterior del showroom es el proyecto Lilo con el huerto, el vivero y el compost. Ahí es donde se une con toda la historia de Mía. Arriba llevamos a cabo el proceso de producción, el diseño, el patronaje, el corte, la confección, entre otras cosas. Sirve como punto educativo, recibimos a grupos de colegios para enseñarles los distintos procesos sostenibles. También es un lugar que queremos que sea y que ya está siendo de apoyo a otras tiendas que emprenden con nuestra misma mentalidad».
«Si no sabemos de dónde venimos no vamos a saber nunca a dónde vamos»
¿Qué hace falta para que como sociedad creemos un Mundo más sostenible? «Es fundamental que volvamos a conectar con la naturaleza. No puede ser que las generaciones actuales vivamos en una ciudad sin tener ni idea de dónde sale la leche o sin haber visto el proceso de hacer un queso ni otras tareas agrícolas y ganaderas que necesitamos para sobrevivir. La base no la tenemos y creemos que no es necesaria porque nos las hacen otras personas. Cuando vuelves otra vez al origen de todas las cosas entiendes todo mucho más fácil y descubres hacia dónde vas. Creo que como sociedad si no sabemos de dónde venimos no vamos a saber nunca a dónde vamos».
¿Qué aspectos de la filosofía de MIA deberían adquirir otras tiendas de ropa para ayudar al medio ambiente? «Lo primero para mí es hacerlo de corazón, porque se transmite de otra manera. Pero creo que hoy en día como la moda está de moda y la sostenibilidad todavía más, hay mucha gente que se está queriendo subir al carro para cumplir con un marketing. Segundo, informarse bien, que la clientela vea que de verdad estás haciendo un cambio y que te importa».