No quiero Mozart, quiero flamenco

Cultura / Ocio

Decenas de personas disfrutaron ayer martes en el Auditorio de Tenerife de la zarzuela Música Clásica de Ruperto Chapí. En un ambiente cómodo y cálido entre vocalistas, músicos y el propio público, resultó sencillo producir carcajadas. El escenario se decoró únicamente con una silla, una mesa y un armario de color azul. Eso sí, de dimensiones extraordinarias.

La pianista Satomi Morimoto, junto a su compañero Tomás López-Perea al contrabajo, ayudaron a marcar el ritmo ágil y simpático de la representación. Demostraron su maestría con sus respectivos instrumentos, suscitando algún que otro halago en las zonas más altas de la sala de cámara.

La trama de la obra comienza con Don Tadeo, bajo solista en la capilla, dando clases de canto a su hija Paca. Su ambición como padre no es otra que dotar a su hija de los suficientes conocimientos musicales para que pueda vivir por y para los clásicos, como Mozart, Beethoven o Berlioz. Para lograrlo pretende casarla con Perico Machuca, que toca el bombo, o con Sisebuto, que “lleva el peso de la orquesta” porque carga los violines en la Sociedad de Conciertos. Sin embargo, la joven detesta la música clásica que tanto entusiasma a su padre: prefiere el flamenco. En cuanto al amor, se decanta por Cucufate, hombre pobre y sin recursos que posee una gran astucia.

El espectáculo fue reconocido a su término con un sonado y extenso aplauso.

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