«No pida ayuda, apague las luces y cierre la puerta acorazada»

Artes y Humanidades

Las I Jornadas sobre el Teatro Universitario y Amateur llegaron a su fin ayer jueves 6 de abril, con la presentación de la obra La puerta blindada, de la compañía Cos de Lletra. Salva Artesero y Alicia González Laá protagonizaron esta representación dirigida por Ruth Villar, ganadora de la XIX Edición del Premio Internacional de Teatro de Autor Domingo Perez Minik. La obra transportó a los espectadores del Paraninfo hasta una biblioteca en la que los actores convivieron a lo largo del espectáculo.

La función comenzó con Artesero comunicándole a su mujer que había sido ascendido en su trabajo y que debía emprender la misión secreta que sus superiores le habían encomendado en el archivo de su ciudad: separar los libros más valiosos para un posterior traslado. Estas instrucciones vienen dadas en una carta donde lo único que se especifica es: «no pida ayuda, apague las luces y cierre la puerta blindada». Así, el protagonista masculino del relato decide marcharse a vivir rodeado de tomos y ejemplares aunque su esposa se muestra reacia a aceptar con tanta facilidad la nueva ocupación de su marido.

Alicia González asume un papel de intermediaria entre la realidad y la vida de los textos. Mientras que el personaje representado por Salva Artesero está centrado en su tarea y en los escritos, ella decide mantener una vida aislada de la labor literaria, aunque sin apartarse demasiado del lugar y de su amante. Durante toda la representación hace constantes alusiones al descontrol que hay en las calles y él corrobora su versión al afirmar que unos rebeldes le han lanzado un «Quijote de edición de bolsillo» y le han partido una ceja. Como el público supo más adelante, pese a que la vida de la pareja continúa entre las paredes y los estantes, en las calles no se vive el mismo ambiente, incluso se ha declarado el estado de sitio.

La autoridad es una constante en el relato. Artesero pasa de considerarse el «director de la biblioteca» a notar, gracias a las teorías de su compañera, que realmente está siendo esclavizado por una élite a la que desconoce y que no remunera su actividad. Ambos deciden dejar de esconderse entre letras y palabras y repartirlas por las calles, donde reína la anarquía. De manera que, cuando los superiores aparecen, no queda nada que llevarse y la familia que había estado conviviendo allí, se arma de valentía y cruza la puerta blindada que les había estado alejando de la realidad durante meses.

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