Las redes sociales bajo el foco del ‘Cinefórum Fundación CajaCanarias’ – Periodismo ULL
Proyección del documental dirigido por Jeff Orlowski. Foto: PULL

Las redes sociales bajo el foco del ‘Cinefórum Fundación CajaCanarias’

Cultura / Ocio

La sala principal del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHCAN) respiraba un silencio penetrante, uno de esos que no nacen de la calma sino del desconcierto. En el marco del Cinefórum Fundación CajaCanarias, se proyectaba, como es costumbre el último martes del mes, El dilema de las redes, el documental de Netflix que apunta directamente a la presente era digital, donde un grupo de tecnólogos de Silicon Valley va desvelando la realidad invisible de las redes sociales y cómo la Big Tech se utiliza en un intento por manipular a la sociedad.

La propuesta inició con una corta ponencia de Abel Hernández que buscaba una introspección colectiva sobre cómo todas estas redes utilizan a la población. Sin embargo, el impacto se disolvió rápido entre cabezas encorvadas y bostezos mudos. Desde las primeras escenas, el documental desplegó una narrativa contundente: exintegrantes de destacadas empresas tecnológicas como Google, Facebook o X exponían los mecanismos ocultos tras estas plataformas que moldean el comportamiento humano con precisión milimétrica.

Pinterest, una de las empresas mencionadas durante el evento. Foto: PULL

En la sala se sentía un ambiente difícil de ignorar. En el visor, se explicaba que el modelo de negocio no se basaba en la app en sí, sino en vender la atención del público consumidor. De cómo plataformas como Facebook, Instagram, YouTube o TikTok ganan dinero mostrándote anuncios, por lo que su objetivo es mantenerte el máximo tiempo posible conectado, a través de notificaciones, contenido personalizado y recomendaciones infinitas. En las butacas, el impacto era desigual: algunos rostros seguían atentos, ceños fruncidos, tomando el relato como una revelación tardía; otros, cabeceaban lentamente, vencidos por el sueño o la desconexión.

Del escaso público joven que asistió a la función, una chica decidió irse y abandonar la sala a los veinte minutos. Una obra pensada para alertar mayoritariamente a la juventud se enfrentaba, curiosamente, a un salón envejecido, donde las ausencias resonaban más fuerte que las palabras. 

«Somos más rentables si miramos mucho una pantalla»

A medida que iba avanzando en tiempo, el interés general y los ánimos iban decayendo. En la pantalla de proyección, una representación de cómo la juventud no puede estar ni un momento sin sus móviles y hacen hasta lo imposible por tenerlo. De repente, se hace eco una carcajada; era de un hombre al final de la sala, que «no se creía lo que veía».

Al término de la proyección, se dio lugar un pequeño coloquio. Algunas personas compartieron sus impresiones, con comentarios que orbitaban entre la sorpresa y la incredulidad. Pero no hubo debates intensos, ni incomodidades, solo comentarios al aire como: «Menos mal que no sé utilizar esas cosas», que no llegaron a ningún puerto.

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