Las lavanderas de La Laguna. Foto: L. Rodríguez

Las mujeres trabajadoras que tejieron la historia de la ciudad lagunera

Cultura / Ocio

La Concejalía de Comercio, Turismo y Movilidad Sostenible del Ayuntamiento de La Laguna rindió especial homenaje a todas las mujeres que ejercieron labores vitales para el crecimiento de dicha ciudad con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer. En colaboración con Adaris Canarias, la ruta guiada Trabajadoras. Oficios femeninos o desempeñados mayoritariamente por mujeres en la historia local organizó un recorrido de hora y media por el casco antiguo lacunense con la finalidad de visibilizar las tareas y la dedicación de este colectivo tan desprestigiado y olvidado. El itinerario y las fotografías de antaño facilitaron la visualización de estas memorias.  

El evento, que abarcó del 10 al 13 de marzo, pretendía mostrar cómo las mujeres de la época eran polifacéticas, multiocupadas y auténticas luchadoras. A pesar de ser reconocidas de manera exclusiva por sus ocupaciones domésticas como amas de casa, ellas realizaron trabajos que requerían esfuerzo físico, paciencia y minuciosidad: eran lavanderas, aguaderas, santiguadoras, recolectoras de la cochinilla, agricultoras del plátano y tomate, criadoras de pavos, vendederas, artesanas, bordadoras y cigarreras. En todas estas profesiones no recibían ninguna remuneración ni estaban nunca en los puestos de mando, pues se consideraba una simple aportación a sus familias.

Elisa Falcón muestra fotografías inéditas de La Laguna antigua. Foto: L. Rodríguez

La ruta comenzó en la Plaza de la Junta Suprema, donde antes había una laguna y en la actualidad se ubica una placa con el plano más primitivo de la ciudad, trazado por Leonardo Torriani en 1588. Uno de los oficios de eminencia femenina fue el de las lavanderas. Para ello, se instalaron lavaderos en La Laguna, el primero fue en 1625.

Ellas solían ser negras y esclavas, solteras o viudas que lavaban la ropa de las casas pudientes. Primero, la tendían en el suelo para que absorbiera el sereno, en un proceso que llamaban «curar la ropa», y así podían eliminar las manchas con más facilidad. Después de enjuagar y jabonar las prendas, con fuerza y con sus propias manos, las extendían en los campos de trigos para su secado al sol. Este era un proceso agotador y del que no obtenían remuneración.

Las mujeres fueron objetos y no sujetos


Los escritos, cartas y testimonios que se conservan, aludían a “infelices y útiles féminas” de “condiciones humildes” entregadas al cometido de lavanderas, que limpiaban atuendos mientras estaban semidesnudas. No obstante, estas declaraciones no eran ciertas: sus vestidos se humedecían y adherían al cuerpo, lo que hacía pensar en su desnudez. Como consecuencia, se cerraron ciertos lavaderos para resguardar a las obreras de la vista pública.

Las aguaderas cargaban cántaros de agua en la cabeza, un trabajo que implicaba realizar a pie trayectos largos y fatigosos. Era muy común verlas andar descalzas, con sus descendientes enganchados a la cadera. En cuanto a las santiguadoras, la mayoría de ellas viudas, eran miradas con recelo y admiración. La Inquisición las acusaba de ser brujas y hechiceras, pero sus rezados curaban enfermedades culturales como el mal de ojo, la culebrilla, la erisipela, el susto, la insolación o las hernias umbilicales de bebés. También asistían partos y hacían pruebas de embarazo.

Seña Lugina fue una de las santiguadoras canarias más famosa y solicitada. No tuvo la oportunidad de asistir a la escuela, por lo que aprendió los rezados que su madre le enseñó, pues esta labor era solo de mujeres. Existe un libro en el que se recogen sus oraciones y se cuenta que nunca cobraba por sus servicios: ella solía decir «la voluntad».

Parada en la Catedral en honor a las vendederas o gangocheras. Foto: L. Rodríguez

La ruta avanzó e hizo una parada en la antigua Calle de los Molinos, ahora Núñez de la Peña, para destacar la ocupación de las mujeres en la agricultura y ganadería. En el siglo XIX la mayoría de la población pertenecía a la clase trabajadora y, en concreto, al mundo agrario. Y las féminas eran las encargadas de cultivar el tomate y plátano, alimentar al ganado, recoger los huevos y procesar los quesos y las morcillas. Fue una entrega total sin honorarios.

Los festejos de Navidad se caracterizaban por los encuentros con las vendederas o gangocheras de la ciudad de La Laguna, pero también de toda Canarias. Ellas vendían dulces recién horneados y pasteles salados con arte y picardía. Se trataba de un oficio estacional que compaginaban con las constantes tareas de la casa: cocinar, cuidar, limpiar.

Las vendederas estaban durante todo el año en la antigua Plaza del Mercado, hoy el Adelantado. Estas mujeres fueron, por lo general, viudas, solteras o esclavas que recibieron un puesto en el mercado para conseguir unos ingresos hasta el matrimonio. Ofertaban productos variados: frutas, bubangos, limones, carnes o pescados.

Las mujeres multiocupadas de La Laguna. Foto: L. Rodríguez

La explotación de la cochinilla, también denominada grana, fue crucial para el desarrollo económico de las Islas; y las muchachas pobres y solteras trabajaban todo el año en estos cultivos, sin olvidar a las niñas. En cambio, los hombres no servían para esta profesión, ya que carecían de la templanza y meticulosidad de ellas. En Canarias, el tinte rojo de la grana, el oro rojo, se comercializó gracias a todas las que dedicaron largas jornadas bajo el sol.

La ruta Trabajadoras. Oficios femeninos o desempeñados mayoritariamente por mujeres en la historia local  se acercaba a su fin, y la guía Elisa Falcón resaltó 3 ocupaciones más que fueron de prominencia femenina: las paveras, ellas criaban y engordaban a los pavos para las comidas de Navidad; las bordadoras, sobre todo eran monjas que cosían porque tenían que ganarse la vida dentro del convento, y las cigarreras, que fabricaban los cigarros y los empaquetaban en cajetillas. Las tabaqueras fueron denigradas y cobraron hasta un 30 % menos que los hombres.

Esta actividad aspiraba a la concienciación de todos los oficios que desempeñaban las mujeres en sus vidas multiocupadas. Ellas forjaron, con sudor y sacrificio, el presente de las Islas, de la ciudad de La Laguna. Y abrieron un camino de igualdad a las próximas generaciones femeninas, para que cumplan sus sueños en honor a todas ellas.

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