Entre la espera de juicio y los tránsitos, Kevin cumplió catorce meses de encierro. Foto: Alexandra S.

La condena está fuera

Sociedad

«Entraba por una puerta grande engrilletado, se cerró una esclusa y de manera seguida se abrió otra. Veía más presos en otro módulo, tránsitos de reclusos, paredes carceleras, seguridad y cámaras por todas partes. Hacía mucho frío. En ese momento pensé: vale, esto no es el patio del colegio». 

Hace apenas tres años, en el 2019, Kevin salió de la cárcel tras cumplir un año y un mes de condena. Sin embargo, entre la espera de juicio y los tránsitos, período en el que localizan un destino fijo para la persona que va a la cárcel, cumplió catorce meses de encierro. La prisión se convirtió, de esta forma, en la única realidad con la que contaba. Pese a tener  la certeza de saber que llegaría el día en el que saldría, hoy asegura que una vez pisó la calle después de tanto tiempo se encontraba confundido.

El proceso de reinserción sociolaboral para las personas exprivadas de libertad enfrenta constantes prejuicios y estigmas sociales, lo que además de dificultar el camino, lo convierte en desesperante e inestable. No obstante, el ministro del Interior en España, Fernando Grande Marlaska, explica que «la reincidencia de la población reclusa supone tan solo un 20 %».  Del mismo modo, la grancanaria Cristina Ramos, educadora social con experiencia en proyectos que abogan por la reinserción de las personas privadas de libertad, sostiene que «el índice de personas en España que se reinserta es alto».

La asociación sin fines lucrativos Rehoyando, a través del proyecto Almogarén que apuesta por la reinserción de la población carcelaria, señaló en el 2021 que hay un 74 % de reinserción sociolaboral. Dentro de este porcentaje, hay un 30 % de reinserción social y un 44 % pertenece a la integración tanto laboral como social. No obstante, hay un 9 % en vías de reinserción y, un 17 % que no logra la inclusión.

Así, Kevin asegura que la población tiende a juzgar por el pasado o por los errores cometidos, pero «en la cárcel están las personas que se han equivocado, todo el mundo comete errores y los paga de una manera u otra. A mí me tocó pagarlo yendo a la cárcel. La justicia es así». De la misma manera, explica que «la gente te intenta evitar». Un hecho que se traslada a la reinserción en el sector laboral: «Las empresas piensan que vas a robarles o vas a agredir a alguien».

Uno de los trabajos que realizó Kevin en los talleres dentro de prisión. Foto: Alexandra S.

Por su parte, la cárcel favorece la reinserción social y laboral de las personas que se encuentran recluidas a través de diferentes talleres como carpintería, jardinería o iniciativas relacionadas con el ejercicio físico. Estos proyectos de integración cuentan con unas plazas concretas y unos requisitos para acceder a ellos, entre los que se encuentra el comportamiento de las personas presas. Además, tienen un equipo técnico formado por especialistas de la psicología y del trabajo social. 

La reinserción dentro de la cárcel


«Nada más entrar en prisión estás 24 horas solo en una celda por temas de protocolo. Tras la visita de especialistas de la medicina te derivan a un módulo establecido», declara Kevin. Una vez dirigidos a una sección determinada, inicia el proceso de adaptación.

De la celda 11 en el módulo dos terapéutico a la 14 en el módulo tres de agresividad. Finalmente, el módulo cuatro semiabierto, celda número 9 y con la suerte de poder salir a la calle para trabajar. Después, regresar a prisión. Y así, durante un año y un mes.  

El centro penitenciario está dividido en partes. El primer grado, el segundo y el tercero. «En el primer grado se encuentran las personas que no abogan por reinsertarse, no existe ningún programa para ayudarles, tampoco quieren recibir ayuda», asegura Cristina Ramos. Dentro de este grado están los presos y presas que han cometido un infracción grave, que son reincidentes y han incurrido en el mismo delito reiteradas veces o que se encuentran en aislamiento. «Es muy difícil trabajar con personas que no quieren reinsertarse», afirma la educadora. 

El segundo grado se fundamenta en diversos cursos como cocina o jardinería. Para acceder, uno de los criterios utilizados es el comportamiento de las personas recluidas. El tercero cuenta con más permisos, existe la posibilidad de semilibertad. Ambos cuentan con una Unidad Terapéutica y Educativa (UTE), que se encargan de elaborar proyectos y charlas para contribuir a la desintoxicación por drogas, a la rehabilitación y a la mejora de calidad de vida, entre otras cosas.  

Dentro de la cárcel se ofrecen cursos para formarse en competencias transversales. Foto: C. R.
Los cursos pretenden lograr la independencia de las personas presas. Foto: C. R.

También se forman en competencias transversales, es decir, habilidades sociales, búsqueda de empleo, aprender a realizar currículums vitae, la comunicación positiva en el trabajo y la empresa, los derechos laborales que les corresponde…

Dentro de prisión la reinserción se favorece a través de cursos. «Existen formaciones en las que quienes participan reciben una paga y además, cotizan en la seguridad social», apunta Ramos.  Por consiguiente, añade que «la reinserción es algo individual, dentro de la cárcel es complicado, necesitan salir para visualizar un objetivo claro». 

La vida una vez se sale de la prisión


Tras cumplir sentencia, las personas expresidiarias reciben ayuda para encontrar un empleo, además de una paga que favorece la integración e independencia. De esta forma, cuando una persona es liberada de la cárcel puede pedir el paro o solicitar el subsidio para la ciudadanía liberada de prisión. Asimismo, hay planes cuyo centro es la reinserción y tienen una duración determinada. Mientras estos programas siguen vigentes, las personas que lo necesiten pueden acudir. Sin embargo, lo que se pretende es favorecer la autonomía de las personas exreclusas. 

«El proceso de reinserción para una persona que acaba de salir del centro penitenciario es largo. Estuve un tiempo mal. Estaba agobiado porque me acostumbré a estar dentro con la gente del centro y una vez fuera no tenía nada», sentencia Kevin.

El apoyo familiar es algo fundamental y los prejuicios sociales dificultan mucho el éxito del proceso. «El 90 % de las personas que salen no encuentran esa ayuda social», determina Cristina Ramos, para añadir que «es imposible ayudar a alguien que no quiere reintegrarse».

«¿Imagina que una pulsera es capaz de estigmatizar?»


La pulsera telemática es un método a través del cual las personas que están en régimen semiabierto en el tercer grado pueden salir a la calle y a su vez, estar localizadas en todo momento. Se coloca en el tobillo y quienes la llevan no deben quitársela. Entre otros aspectos, llevarla implica que la persona privada de libertad tiene que estar en su domicilio habitual a una hora determinada. 

Funciona a través de radiofrecuencia. En la actualidad, este método se combina con GPS y la geolocalización a través de la red móvil.  El seguimiento se lleva a cabo mediante un ordenador o un sistema monitorizado.

Ahora bien, «¿imagina que una pulsera te estigmatiza de manera constante?», pregunta la educadora social. «Recuerdo que un chico tenía la pulsera telemática. Me decía que se tenía que poner pantalones largos en la empresa donde hacía las prácticas para evitar el rechazo o que lo miraran mal», observa Ramos.

La pulsera telemática permite localizar en todo momento a la persona que la lleva. Foto: PULL

El proyecto Reincorpora


El programa Reincorpora es una iniciativa de Fundación La Caixa. A través de un plan personalizado ofrecen integración sociolaboral. El objetivo principal es lograr que las personas participantes logren conseguir un trabajo y obtengan las competencias transversales y herramientas necesarias para que puedan encontrar una salida.

Esta iniciativa aspira a dotar de formación a las personas exreclusas y favorecer la reinserción mediante actividades solidarias. Se basa en una valoración tanto de las capacidades como necesidades de cada una de las personas. Además, el plan implica el acompañamiento y el asesoramiento de la persona privada de libertad.

«Lo que te enseña la cárcel es que la libertad es muy bonita»


La reinserción sociolaboral total se puede conseguir «con ayuda de profesionales y si la persona tiene un objetivo claro en mente que quiere conseguir, sobre todo queriendo contribuir a su libertad. Es verdad que muchas veces el estigma social no lo permite», refuerza Ramos.

Concluye explicando que «lo más duro es sobre todo cuando no tienen motivación, ven que su futuro es complicado y captan el rechazo social. Es importante estar detrás de esa persona y ofrecerle un programa donde vea realmente que es útil».

Tras el paso de Kevin por prisión, explica que «lo peor es la falta de privacidad, tener un tiempo determinado para ducharme, comer o coger sol». Por ello, de manera contundente sentencia que «lo que te enseña la cárcel es que la libertad es muy bonita».

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