Arepas, tequeños y cachapas forman parte del día a día en muchas mesas de las Islas. Lo que empezó como un refugio culinario para quienes llegaron desde Venezuela se ha transformado en un fenómeno cultural que une, alimenta y representa. La comida venezolana ha pasado de ser una novedad a consolidarse como una constante en el paisaje gastronómico canario. Este reportaje recorre su origen, sus protagonistas y el sabor que ha cruzado el Atlántico para quedarse.
Durante el siglo XX, miles de canarios emigraron a Venezuela en busca de un futuro mejor. Décadas después, muchos regresaron a las Islas trayendo consigo recuerdos, palabras, costumbres y sobre todo, recetas. En la actualidad, la migración se ha invertido, son miles los venezolanos que han encontrado en Canarias un espacio de acogida, trayendo a su vez ingredientes, técnicas y sabores que enriquecen la cocina local.

Un lazo que viene de lejos
El historiador Manuel Hernández González, especialista en migraciones atlánticas, explica que «la inmigración canaria a Venezuela está desde la misma conquista». Asegura que la influencia isleña fue decisiva en el desarrollo de la alimentación en el Caribe: «Se cree que fueron panaderos canarios quienes crearon los tequeños. Está documentado el peso de los canarios en la panadería, igual que en las lecherías y otros sectores alimenticios».
Esa relación ha sido bidireccional. Platos como el quesillo, el bienmesabe o bebidas como el guarapo y el papelón comparten raíces. «En Caracas, yo fui a barrios donde se comía conejo en salmorejo. La presencia canaria estaba incluso en platos del día a día», recuerda Hernández. Incluso el gofio, producto identitario de las islas, llegó a fabricarse en los Teques y en San Felipe, dos localidades venezolanas con fuerte presencia isleña.

La Carajita: 40 años de sabor, historia y fusión
Ubicada en Puerto de la Cruz, La Carajita es uno de los referentes históricos de la gastronomía venezolana en Tenerife. El negocio nace un 30 de mayo de 1985, de una historia familiar marcada por la migración de ida y vuelta, Cristina Perez y Rossana Perez, hermanas y actuales dueñas de la Arepera La Carajita explican: «Mi madre quería montar una arepera y mi abuela, inmigrante retornada que vivió muchos años en Caracas, fue quien le enseñó a hacer arepas», contaron las responsables del local.
Con más de cuatro décadas de trayectoria, La Carajita ha sido testigo del creciente arraigo de la comida venezolana en el archipiélago. «Ya forma parte de la cultura nuestra. No hay ningún canario, por lo menos aquí en Tenerife, que no se haya comido una arepa. Todos tienen algún familiar que ha estado en Venezuela», afirmó Cristina.
A lo largo de estos años, el local se ha convertido en un espacio de creatividad gastronómica. «¿Vamos a hacer siempre el mismo relleno? Pues no. Lo tradicional tiene que estar, pero también nos gusta innovar». En su carta conviven arepas clásicas con versiones propias como la arepa carajita o propuestas gourmet. También elaboran cachapas, tequeños y chicha, todo de manera artesanal. Además, han incorporado el brunch dominical: pequeños, zumos naturales, yogur con mango y más. «Una arepa le gusta a todo el mundo. Es tan sencillita… y gusta», concluyeron las hermanas Perez.

El Arepazo: identidad asada en tiempos de crisis
El Arepazo abrió sus puertas en 2019, en plena pandemia. Sus fundadores, recién llegados a Tenerife y sin trabajo, decidieron apostar por un restaurante que mantuviera la esencia de la cocina venezolana, con una idea clara: «Aquí en las islas casi todas las arepas eran fritas, y nosotros queríamos traer la arepa asada, como debe ser».
Desde entonces, el local se ha convertido en una referencia, tanto para venezolanos como para extranjeros. Jorge Hernández, dueño del local expresó: «Imagínense un alemán comiéndose una arepa con tenedor y cuchillo… y repitiendo. Tenemos clientes que vienen desde el sur de la isla buscando nuestro pabellón», explicó.
Su plato estrella es el pabellón criollo, aunque también triunfan los pastelitos andinos, los hervidos y las cachapas elaboradas solo con maíz. «La cachapa aquí es de verdad, puro maíz, leche, un toque de azúcar. Sin mezclas, como debe ser». Utilizan productos auténticos como queso llanero, guayanés o de mano. «Cuando la comida venezolana está bien hecha, como aquí, conquista a cualquiera».

La voz de la sociología: el sabor que une
El sociólogo Francisco Deníz, profesor de la Universidad de La Laguna, destaca que «la comida no solamente es comerla. Es una referencia cultural fundamental que cohesiona no solamente a las familias, sino a las comunidades enteras».
En su opinión, la gastronomía cumple un papel central en el proceso de integración de los migrantes. «Cuando las comunidades cocinan sus platos típicos, están celebrando su unidad, su identidad. Es una forma de decir: estamos juntos, estamos bien, vamos a comer».
También señala que la comida venezolana ha tenido una integración especialmente fluida en Canarias gracias a los lazos históricos y a su formato adaptable: «Las arepas, los tequeños, las empanadas… se ajustan perfectamente al modelo de consumo actual: comida rápida, sabrosa, con identidad».

La gastronomía venezolana no solo ha cruzado el océano, sino que ha echado raíces en la tierra canaria. Desde la tradición familiar hasta el emprendimiento moderno, sus sabores han sabido encontrar un espacio propio en las Islas. Lo que empezó siendo parte del equipaje cultural de quienes llegaron, hoy forma parte también de quienes los han acogido. La arepa, el tequeño o la cachapa no son ya solo platos típicos, sino símbolos de una nueva identidad compartida. Cada mordisco conecta a generaciones, a memorias y a trayectorias migratorias. En los fogones, se cuece algo más que comida: se cocina integración, comunidad y futuro.










