Miguel Ángel Rodríguez, biológo del lagartario y Valeria Shustova, guía del centro de recuperación. Foto: A. Barroso

El lagarto gigante de El Hierro: un tesoro vivo de la biodiversidad canaria

Medioambiente

No todos los gigantes hacen ruido al caminar. Algunos se deslizan en silencio entre las grietas del basalto, invisibles para quienes ya no saben mirar. En El Hierro, es la historia de una especie que, contra todo pronóstico, se niega a desaparecer y cuya recuperación dice tanto del animal como de quienes han decidido no rendirse. El lagarto gigante de El Hierro es una especie que antiguamente estaba distribuida a lo largo de toda la isla, pero principalmente en la zona costera y medianías, como en el bosque termófilo. «Se sabe dónde estaba localizado gracias a los restos fósiles que se han ido descubierto en los distintos yacimientos», afirma Miguel Ángel Rodríguez, biólogo del centro de recuperación. Incluso se ha descubierto restos cocinados, lo que indica que los bimbapes lo utilizaban como fuente de alimento, esto condujo casi a su desaparición en la Isla.

Una de las principales características de este lagarto, y que lo diferencian del resto, son las dos series de ocelos de color amarillo que tiene en ambos costados, sus dientes son tricúspides y su piel está formada por escamas. Los ejemplares adultos no suelen superan los 61 centímetros de longitud total, alcanzando en ocasiones los 400 gramos de peso. «Es muy importante la conservación de la especie por ello la educación ambiental es importante para concienciar a las personas desde pequeñas», señala Valeria Shustova, guía del Establecimiento.

«Esta especie es única en el Mundo, juega un papel importante en el ecosistema»


En el Centro de Recuperación se intenta mantener una población lo suficientemente grande como para devolverlos a su hábitat natural donde habitó en el pasado, en este caso a través de un proceso que se hace en cautividad. Los lugares para hacer las sueltas de los lagartos se eligen mediante varios criterios, que tenga recursos tróficos suficientes para su alimentación, espacio y refugio. «Hay que tener en cuenta, que no puedan llegar los gatos asilvestrados y que tampoco lleguen los humanos», comenta Miguel Ángel Rodríguez. Es decir, son sitios de muy complicado acceso, donde van profesionales escaladores e, incluso, han llegado a ir en helicóptero, como es el caso de la primera suelta que fue el 19 de febrero de 1999 en el Roque Chico de Salmor.

Ese mismo año realizaron otra en el Parque Arqueológico de El Julán y al año siguiente en La Dehesa. Pero la suelta más reciente fue el pasado 12 de noviembre de 2024, en la punta de Agache con un total de 71 ejemplares adultos.

Los Roques de Salmor, a la izquierda el Roque Chico y a la derecha la punta de Miguel y la punta de Agache. Foto: A. B.

Los seguimientos de los ejemplares tras la suelta se hacen manualmente y de diferentes maneras; con un investigador desplazándose hasta las zonas, con sistemas de radio seguimiento, ya que todos tienen chip o también mediante el método de captura-recaptura, este último consiste en que una vez liberados se capturan de nuevo en trampas de caídas y gracias al código de falange o microchip, se detectan, se miden, se pesan y se vuelven a liberar al medio. Con todos estos datos recabados se hace una estimación del tamaño de la población.

Los animales que han prosperado están situados cerca de acantilados como en el roque chico de Salmor y en riscos como la punta de miguel y la punta de agache ya que son hábitats aisladas. El biólogo afirma que en estas zonas han aparecido restos de huevos, lo que significa que el animal se está reproduciendo sin problema. «Es bastante complicado distribuirlos por donde solían vivir antes ya que actualmente está ocupado por humanos», explica.

Ejemplar de Lagarto Gigante de El Hierro en el Centro de Recuperación. Foto: A. B.

Es el símbolo animal de la isla y se está intentando recuperar de tal forma que haya varias poblaciones en el medio natural en un futuro, «Queremos ser capaces de asegurar su supervivencia y que así las nuevas generaciones puedan llegar a ver estos animales en plena libertad», comentó Miguel Ángel. Cuentan con la ayuda de la asociación de bienestar animal de la Universidad de La Laguna, con el Cabildo de La Gomera. También con los zoos de Jerez, San Diego y el Loro Parque, con el objetivo de mejorar la educación ambiental en diferentes lugares. Aparte, hay especialistas y personal que les asesoran desde el Centro de Recuperación de Anfibios y Reptiles de Cataluña, el cual lleva la parte del control sanitario de los ejemplares. «Hay que darle el papel que se merece como especie única en el mundo y de las más amenazadas», subraya Rodríguez.

Cada liberación de un nuevo ejemplar es una pequeña victoria frente al tiempo y al olvido. Aunque aún queda camino por recorrer, el latido de la vida salvaje vuelve a sentirse en los rincones más remotos de El Hierro. Y con él, el sueño de que algún día este gigante vuelva a recorrer su Isla como lo hizo hace siglos, sin miedo ni amenazas, bajo el mismo sol que lo vio nacer.

 

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