Dorian Acosta es un bailarín palmero que, con tan solo 15 años y sin haber recibido formación profesional previa, dejó su isla natal para presentarse a las pruebas de acceso del Conservatorio de Danza de Madrid. Durante un curso de verano, el reconocido bailarín Víctor Ullate le ofreció una beca para formarse en su escuela. Apenas un año después, se convirtió en primer bailarín de la compañía y actuó en escenarios de todo el mundo. En 2019, continuó su carrera de manera independiente y, aunque sigue en activo, en 2022 decidió abrir su propio estudio de danza en Tazacorte, su pueblo de origen, y enfocarse en la enseñanza.
Le seleccionaron en Madrid sin haber recibido formación. ¿Prevalece la pasión antes que los estudios? «Por supuesto, yo desde siempre tuve claro que quería bailar y no podía dedicarme a otra cosa. Es una vocación que llevaba dentro. Es cierto que tenía muy buenas condiciones físicas que me abrieron las puertas, y el Tribunal vio potencial en mí para darme esa oportunidad. Tenía tanto entusiasmo que, aunque no me hubiesen elegido, estoy seguro de que no habría desistido. Sin duda, habría sido muy complicado, y más en La Palma, ya que no había ningún lugar para formarse, pero lo habría intentado las veces que hiciera falta, porque era mi sueño y no me imaginaba viviendo de otra manera».
¿Cómo es el proceso de crear una coreografía? «Al escuchar una canción me surge de manera natural comenzar a imaginar una coreografía en mi mente. Es como un instinto natural que he tenido desde niño. Las personas que nos dedicamos al arte solemos tener esta creatividad y esta facilidad para crear aquello que nos gusta. Vengo al estudio, experimento, pruebo y lo plasmo. Luego solo queda disfrutar y mostrarlo a mi alumnado o al público. La sensación de estar sobre el escenario es algo que no se puede explicar, es algo único, como estar dentro de una burbuja de cristal».
¿Qué presentación recuerda con más cariño? «Tengo un recuerdo muy especial de Wonderland, una coreografía que se desarrollaba en un manicomio y cada miembro del equipo interpretaba una enfermedad mental diferente. Yo hacía de un hombre con parálisis en todo el cuerpo, era muy duro y complicado. Sobre el escenario te metes en el papel que interpretas y lo sientes. Esa representación se me quedó grabada porque lo pasa bien en el escenario, pero muchas veces terminaba llorando al acabar de lo mucho que me involucraba».
¿Ha tenido algún momento complicado en su carrera? «Los momentos más difíciles han sido por lesiones, yo creo que quienes nos dedicamos al baile sufrimos mucho por esto. En mi caso tengo ambos hombros operados porque se me salían constantemente al ser tan elástico. Tuve muchas luxaciones en escena, con el público mirando y era muy incómodo. Esos baches fueron muy duros, porque tienes un parón muy grande en tu carrera profesional. Además, no puedes bailar y para mí la danza es una terapia es momentos complicados».
«Hace 25 años era impensable que un niño se dedicara a la danza»
¿Se siente un referente para los niños? «Cuando entraron al estudio por primera vez alumnos niños no me lo podía creer. Pensé que estaba consiguiendo algo increíble y me sentí lleno de orgullo y satisfacción. Hace 25 años era impensable que un niño se dedicara a la danza, sobre todo en La Palma. Recuerdo que, de pequeño, veía a mis amigas en sus actuaciones de gimnasia rítmica y me desconsolaba, yo también quería, así que cuando llegaba a casa replicaba todo».
¿Por qué decide abrir un estudio en La Palma? «Desde que me fui de la Isla siempre decía que mi sueño era volver y abrir un centro de danza en mi tierra, porque yo nunca pude tener un espacio para formarme aquí. Quiero darle esa oportunidad a las nuevas generaciones, para que puedan dedicarse a este mundo y lleguen más lejos que yo. Esta etapa me está sirviendo para aprender mucho. Aún continúo en activo, así que nunca pensé que me llegaría tan pronto esta etapa de enseñar, pero estoy enamorado. Adquiero un aprendizaje cada día, de mi alumnado y de todas las personas que pasan por el estudio».
¿Cree que la danza está bien valorada en España? «No, un no rotundo. Somos la rama del arte más olvidada. Ahora estoy centrado en formar a mi alumnado para que pueda aspirar alto y terminar su formación en el Conservatorio de Danza de Madrid o en otros lugares de Europa. En un país tan lleno de cultura como España, y con tantos teatros, solo hay una compañía, y es una pena, porque hay menos oportunidades. Sin duda, no se nos da la valoración suficiente».