Juan Carlos Almenar Martín es un lagunero apasionado tanto por la música como por sus instrumentos. Proviene de una familia con dotes de artesanos de la que ha heredado el gusto por los trabajos manuales. Asegura que desde niño era muy inquieto con las herramientas y siempre quería estar matraquillando con algo en sus manos. Ha hecho de su vocación, una realidad.
Vivimos rodeados de música. No podemos vivir sin ella. ¿Pero qué pasaría si no hubiese personas que construyesen sus instrumentos? El lutier es el experto que se encarga de elaborar y reparar los que se fabrican con cuerdas, una figura esencial en el ámbito musical.
A raíz de algunos arreglos a conocidos, Carlos Almenar empezó su andadura como lutier con la construcción de un timple canario. “En aquella época no había muchos conocimientos y ni siquiera tenía acceso a Internet”, afirma. Además, los pocos expertos del momento reservaban la información con cierto recelo. Sin embargo, consiguió adquirir conceptos básicos gracias a Juan Hernández, profesional del timple con el que pasó varias tardes en su taller.
Fue a principios de los años noventa del siglo XX cuando desarrolló las ideas que había aprendido y consiguió fabricar su primer timple, el cual conserva todavía en la actualidad. Tras este primer trabajo vinieron muchos años de estudio y la decisión de adentrarse a realizar una guitarra española. Aunque este nuevo proyecto implicó mayor dificultad, no perdió el entusiasmo y puso todo de su parte para obtener grandes resultados.
Un trabajador fuera de lo común
Carlos Almenar no es un lutier que vende todo lo que produce. El dinero que invierte en la construcción de instrumentos sale de su propia cartera. “He eliminado el marketing porque trabajaría buscando unos resultados que no son los más óptimos, sino los más comerciales”, declara. Tan solo persigue la satisfacción y el orgullo por su labor. De esta manera, él mismo es quien administra sus tiempos de trabajo.
En el proceso de elaboración, fabrica las piezas de forma individual para luego ensamblarlas y conformar el instrumento final. Después se lleva a cabo la técnica de lustre: el barnizado con acabado en goma-laca.
“Hacer mi primera guitarra me entusiasmó para seguir construyendo”
El precio y la dificultad para conseguir los materiales necesarios varían según la calidad que se le quiera dar al instrumento. “Puedes construir una guitarra invirtiendo cien euros en material o puedes comprar maderas de primera calidad y triplicar la inversión”, explica el lutier. Es decir, que elaborar una guitarra de excelencia puede costar entre 300 y 500 euros en maderas en bruto.
Ha hecho diez timples y cinco guitarras, algunos regalados a familiares y amigos, y otros propios. “El octavo timple lo hice para mí. Creí que aquel había sido el mejor instrumento que había construido hasta el momento”. En cuanto a las guitarras, está muy orgulloso de la primera que realizó aun sabiendo que las siguientes fueron mejores: “Esa fue la que me dio la emoción y el entusiasmo para seguir construyendo”.
Lutier, artesano o guitarrero, no importa el nombre con el que denominen su afición, lo que está claro es que es un apasionado por el arte de obrar con las manos.
Futuros proyectos
El próximo propósito es la fabricación de un violín, una labor mucho más complicada. “Llevo años estudiando las posibilidades y la forma de hacerlo”, cuenta entusiasmado. También aspira a hacer una guitarra con materiales canarios, una idea más dificultosa por el tiempo de secado de los propios materiales que deben tener un mínimo de diez años.
“El mejor instrumento está por venir. Cuando empiezas a construir nunca sabes cuál va a ser el resultado final. Jamás habrá dos que suenen igual, cada uno tiene un alma distinta. Acabas uno y tienes determinados resultados, pero sabes que cuando empieces otro será totalmente diferente”.